La inflamación es un proceso natural del cuerpo, un mecanismo de defensa que utiliza para protegerse de cualquier tipo de daño. En este proceso, el más involucrado es nuestro sistema inmune que se encarga de regularlo.
Y es que cuando hay algún desequilibrio en esta función, es cuando aparecen las enfermedades, por eso cuidar de la alimentación es muy importante. Varios estudios demostraron que el consumo excesivo de harinas refinadas y carne roja favorecen la inflamación de nuestro organismo, pero así como hay alimentos que lo activan, hay otros que lo previenen.
No se trata de una dieta de moda ni tiene finalidades estéticas, la intención es seleccionar alimentos con nutrientes y propiedades específicas que mejoren, eviten y disminuyan los procesos inflamatorios en el cuerpo.
Y es el ideal, sobre todo para aquellas personas con enfermedades como: la artritis, artrosis reumatoidea, obesidad, diabetes, así como también el síndrome premenstrual. Además ayuda a controlar patologías como la gingivitis e incluso el cáncer.
Los alimentos que debemos incluir en nuestro día a día
En primer lugar las grasas insaturadas o “grasas buenas“: el aceite de oliva, frutos secos como las nueces, maní, almendras; el salmón, pescados azules, las semillas de girasol, semillas de calabaza, chía, lino, aceituna, aguacate y huevo.
Los alimentos con polifenoles también son indicados porque poseen sustancias bioactivas y antioxidantes, lo que combate radicales libres y la degeneración celular. Podemos encontrar esta característica en la cúrcuma, cebolla, ajo, repollo, pimientos, tomate, remolacha, kiwi, manzanas, cacao, legumbres, té verde, entre otros.
Los alimentos fermentados como: el kimchi, los encurtidos y el chucrut también son muy buenos porque mantienen la microbiota saludable. Otros alimentos que también la favorecen son los puerros, espárragos, los cereales integrales y las semillas.
Así como están los alimentos bondadosos, también hay que tener en cuenta los que nos conviene evitar, y entre ellos están los snacks procesados y altos en grasas como: las papas fritas, las galletitas, jugos y gaseosas altas en azúcar, fiambres y embutidos, harinas refinadas y sus derivados, cereales comerciales y las golosinas.