La cuarta edición de esta tercera temporada de Poderosas con Marilé Unger, tuvo como invitada a una artista de corazón, una mujer que se abrió camino “a codazos limpios” y rompió todos los moldes.
Por: Natalia Delgado
Portadora de una de las voces más potentes de nuestro país, la icónica artista habló sobre como se abrió camino como cantante y luchó por vivir de su pasión: la música. Además recordó momentos muy importantes de su carrera y destacó el apoyo de sus seres queridos.
Andrea rememora que canta desde muy pequeña, ya que era un talento que desde muy temprana edad resaltó. Con el paso de los años y siendo fiel a sí misma, el camino se fue trazando y las puertas se fueron abrieron para construir su carrera profesional y ser, como ella misma se describe: la chica que grita.
“Siempre digo que no sabía hacer otra cosa. Desde chiquita canto, desde los 4, 5 años. Estuve rodeada de música y como siente cualquier adolescente, no tenía un rumbo fijo. Era la música la que siempre se prestaba, hasta que se da la posibilidad de estar en Rojo. Y con eso fue como bueno, evidentemente no hay de otra”, detalla Andrea.
Sus inicios en la industria musical
Estar en tevé fue algo que se dio tan rápido que no tuvo tiempo de dimensionar toda esa vivencia, tenía tan solo 17 años y no había terminado el colegio cuando. Lo que sí notó y sintió fue que era diferente a las personas que estaban en Rojo y que no iba a encajar nunca en los estereotipos establecidos.
Lejos de sentirse mal o intentar cambiar, Andrea abrazó su esencia convirtiéndola en una marca personal. “Me acuerdo que tuve miles de disputas con gente dentro de la producción porque ellos, de alguna manera, querían que yo me vea o haga lo que hacían las otras chicas y eso era algo que no iba a suceder”, cuenta la cantante.
Este empoderamiento marcó un antes y un después, sin darse cuenta, ella ayudó a abrir una puerta que anteriormente estaba cerrada, rompió moldes y esquemas que facilitaron que hoy en día se celebre la diversidad en los medios.
“Si puedo, de alguna manera, adjudicarme un 0,00001%, yo me adjudico sin asco. Da gusto ver los logros de las demás mujeres, ver que están llegando lejos, celebrando la diversidad. Eso era algo difícil antes, difícil de aceptar”, agrega.
Valobra cuenta que cuando canta, siente algo que no encuentra en ningún otro momento de su vida y que de adolescente no se imaginaba vivir de la música, que se convertiría en un medio de trabajo. Relata que al momento de decirle a su mamá que iba a vivir de eso, lo primero que le preguntó fue si no iba a retomar la facultad. Sus padres temieron que ella “se perdiera” si no estudiaba una carrera universitaria y que los preconceptos en esa época eran muy grandes.
“Mi mamá esperaba que yo sea otra cosa, pero hoy en día ve todo lo que yo me puse al hombro con mi carrera y toda la responsabilidad que asumí sin tener algo serio. También mucha gente que pensaba así en mi entorno, gente mayor, que de alguna manera creo que ahora respetan un poco más el trabajo del artista. Que aunque no estemos ocho horas en una oficina, tenemos otro tipo de trabajo y compromiso”, explica.
Los procesos personales
Andrea confiesa que no siempre se sintió segura de lo que estaba haciendo y que más de una vez llegó a dudar de su capacidad, incluso de lo que quería hacer, pero que esto no le impidió seguir para adelante hasta lograr ganarse su espacio y el respeto de la gente.
“Siempre digo que a veces es importante tener a personas que te sienten y te digan: ‘tomate un respiro y mirá un poco atrás’. Sobre todo si te estas dando constantemente con un palo. Para nosotras, las mujeres, estamos en una constante mitad: viendo que más podemos hacer o que nos falta por hacer. Por eso tomarse un respiro y mirar para atrás es sano y valioso”, reflexiona.
Muchas personas le han confesado que se sintieron reflejadas en ella, en sus canciones y experiencias, y que esto la reconforta porque la hace dimensionar que en la realidad hizo las cosas bien, incluso cuando se llegó a sentir insegura, y que también esto le sigue marcando el camino que debe seguir.
Si hay alguien muy importante en su vida, es su marido, quien además es su manager. Entre risas Andrea afirma que él es un dolor de cabeza para ella, pero que si no fuera por él, no estaría donde está hoy en día.
“Necesitaba a alguien que me empuje, capaz que si estaba casada con un médico o un arquitecto iba a tener más recursos económicos, pero no iba a ser artista. Fue él quien me dijo ‘sabes yo dejo esto y nos embarcamos en tu carrera’”, confiesa.
La plenitud de guiar a jóvenes artistas
Actualmente Andrea se encuentra explorando la docencia y no se define como una profesora de canto, sí como una coach vocal. También tuvo la posibilidad de trabajar con varias mujeres y lo primero que vio en ellas fue su propio reflejo. Muchas de sus alumnas le contaron sobre su situación, como se sentían y sobre sus inseguridades: “Yo era así, estaba con ese mismo problema, con esa misma incertidumbre, dolores”, reflexionó.
Agregó que es invaluable poder ayudar a nuevas artistas a emprender, y que si bien es mucha responsabilidad, el poder darles una mano a través de sus experiencias y la música no tiene precio. “Creo que cuando vos rompes el molde es algo invaluable, es super mega genial, pero tiene una responsabilidad demasiado grande con la gente y para con lo que vos tenes que transmitir porque rompiste ese molde”, puntualiza.
Valobra logró metas y rompió esquemas, es la voz del Himno Nacional en eventos muy importantes, inspira a personas y ayuda a sus alumnas a ser mejores cada día, pero sigue con muchos proyectos y ganas de seguir para adelante. Tiene varias metas nuevas y va tras ellas.
“Quiero que me sigan contratando, seguir haciendo música, llenar estadios. Quiero una nominación al Grammy. Hay muchos lugares donde quiero cantar pero, por sobretodo, seguir llegando a más gente así como le llego a mis alumnas”, finaliza.