Ya sea por factores genéticos o excesos de depilación años atrás, muchas mujeres perdieron la densidad de las cejas. Ahora, con el ascenso del “body positive” y la promoción de la belleza desde la naturalidad, volvieron las cejas gruesas, pobladas y casi sin retocar.
Para la mayoría basta con dejarlas crecer, sin embargo otras deben recurrir a diferentes aceites para estimular su crecimiento, maquillarlas aunque es un efecto de corta duración y, por último, está también la micropigmentación.
Este tratamiento se trata de tatuar capas más superficiales de la piel y cubrir las zonas despobladas de las cejas. Ya no es tan reciente pero desde que se empezó a implementar la micropigmentación como una opción popular, sus metodologías vienen cambiando en la búsqueda de nuevos resultados cada vez más naturales. De ahí nace el micrograyling.
Su traducción sería “sombreado gris” y se trata de un método permanente que combina todas las técnicas de microblanding, es decir, aplica el microshading que logra oscurecer un poco el tono original de las cejas, y luego se tatua pelo por pelo en diferentes tonos de pigmentación.
Al variar las tonalidades lo que se logra es un resultado de efecto volumen, relieve y profundidad, además que esta técnica peina las cejas en dirección ascendente, lo que le brinda grosor como acabado final.
La intención es rellenar los lugares donde no haya suficiente pelo y como este tratamiento está basado en las demás técnicas, aplica mejor a todos los casos, por ejemplo, si hay “huecos” despoblados por zonas o si directamente se tiene poca densidad capilar. El acabo final es muy similar a las cejas “lion mane”.
Es una buena opción para quienes no desean pasar mucho tiempo frente al espejo maquillando las cejas, promete un acabo natural y una mirada profunda.