“Tiempo libre” no es sinónimo de disponibilidad, por lo tanto, para protegernos de las demandas innecesarias de la cultura de la urgencia y el estrés que puede causar, los límites son claves.
Durante el último año y medio de las restricciones de la era de la pandemia, hubo un aumento en algo llamado cultura de urgencia. Desde que se implementaron las órdenes de quedarse en casa hace 18 meses, ha habido una noción generalizada de que muchas personas son libres y están disponibles en todo momento para responder a todas y cada una de las solicitudes, ya sean personales o profesionales, y la cultura de urgencia refleja una expectativa de estar bajo demanda en todo momento.
Es similar en muchos aspectos a “la cultura de la rutina”, que dice que siempre debemos estar haciendo, dejando poco tiempo para descansar. Pero la verdad del asunto es que las personas en realidad no están constantemente libres y disponibles, por lo que la cultura de la urgencia no ha causado mucho más que estrés, especialmente para aquellos que son propensos a los hábitos agradables a las personas. Además, tiempo libre no es sinónimo de disponibilidad, y aprender a aceptar ese matiz es clave.
Por lo tanto, para protegerse de las demandas innecesarias de la cultura de la urgencia y el estrés que puede causar, los límites son claves. Y como nuestros dispositivos funcionan como herramientas para facilitar la conexión humana, los límites entre la vida laboral y la personal, puede ser borrosa. Con esto en mente, se necesita mucha asertividad y trabajo duro para hacer frente a la urgente necesidad de responder.
Tu tiempo libre no es sinónimo de disponibilidad
Entonces, por muy importante que sea establecer límites con los demás, también debemos estar dispuestos a establecer límites con nosotros mismos. A menudo, estamos esperando que las personas que nos causan estrés cambien sus comportamientos y hábitos, en lugar de aprovechar nuestra propia agencia y cambiar la forma en que interactuamos con las personas que causan dicho estrés. Los límites son para nosotros, tanto como para los demás. Entonces, en lugar de esperar a que otras personas tomen decisiones que nos beneficiarían, tenemos que estar dispuestos a tomar decisiones por nosotros mismos que enseñen a las personas cómo interactuar con nosotros.
1.Desconectarte y desvincularte cuando trabajes desde casa
El hecho de que estés en casa no significa que tengas que ocupar tu tiempo con las necesidades de otras personas. Aprender a desconectarse y desconectarse es importante para respetar sus límites. Por lo tanto, cuando trabajes desde la casa, considerá desactivar las alertas por correo electrónico o colocar tu computadora portátil en una habitación diferente cuando hayas terminado por completo con el trabajo.
Cuando estés afuera o de vacaciones, recordá configurar una respuesta automática. A menos que sea un requisito especial, no estás obligada a responder a las solicitudes de otras personas en un asunto urgente. Y recordá, la única persona que puede hacer cumplir la regla de desconexión sos vos.
2.Poné tu teléfono en modo “No molestar”
Si no queres que te molesten, hay opciones disponibles en nuestros dispositivos que permiten que eso suceda. No hay nada más molesto que tratar de dedicar tu tiempo, energía y atención a algo mientras escuchas el zumbido de tu teléfono de fondo.
Está bien hacerles saber a tus amigos y familiares que no estás disponible durante ciertas horas, ya sea comunicándote o permitiendo que tu dispositivo te comunique que no estás disponible en este momento.
3.Comunicá tus límites
La única forma en que podemos esperar que las personas satisfagan nuestras necesidades es si les comunicamos cuáles son nuestras necesidades. Las personas pueden suponer que estás disponible porque siempre estás respondiendo llamadas o correos electrónicos, y es posible que no se den cuenta de que se debe a que te sentís presionada a responder, no porque tengas la energía o la capacidad para responder.
Así que hablá y comenzá a expresar tus necesidades. Debemos estar dispuestas a defendernos a nosotras mismos y a respetar los límites que establezcamos.
Hasta que podamos desmantelar completamente la cultura de la urgencia, podemos reunir las herramientas necesarias en nuestras vidas para resistirla a nivel individual. Entonces, comemzá a practicar los límites con los demás, pero lo más importante, con vos misma.