Pasamos mucho tiempo de nuestra vida comprometidas a un régimen de dieta estricto, que solo nos mantiene controlando todo lo que comemos para finalmente no funcionar, pero ¿por qué?
Por: Verónica Giménez
Cuando hablamos de dieta, plan de alimentación o régimen alimenticio, nos referimos principalmente a hacer una restricción, ya sea de un alimento o grupos de alimentos. Por lo general, partimos de la premisa “estoy gorda o no me gusta mi cuerpo”, que nos lleva a limitarnos en las comidas.
La nutricionista Camila Ortiz explica que al desconectarnos de nuestras señales de hambre y saciedad, empezamos a pensar obsesivamente en comida, sobre todo en la que tenemos prohibida o limitada. “Cada vez rechazas más tu cuerpo porque “no te deja” comer sin culpa, y el estrés que ocasiona la restricción hace que se incrementen las hormonas inflamatorias”, señala.
Y agrega: “La mente no sabe que hacemos eso porque queremos entrar en una talla o pasear el cuerpo deseado por la playa. Entonces, entra en un estado de escasez de alimentos que percibe como hambruna, a lo que responde elevando la insulina y acumulando más grasa, mientras que el metabolismo disminuye para ahorrar energía”.
Muchas mujeres empiezan con las dietas creyendo que así encontrarán éxito y felicidad. En promedio, pasan unos 35 años de sus vidas bajo dietas, regímenes y restricciones alimentarias, controlando todo lo que comen y perdiendo libertad, espacio mental, tiempo y dinero.
“Las dietas se sostienen a base de “fuerza de voluntad” y eso es algo que se acaba, porque tiene una fecha de vencimiento. Por lo tanto, no podés cuidar tu salud a base de fuerza de voluntad”, sostiene.
Finalmente, todo esto puede inhibir por completo que alcances tus objetivos de pérdida de peso.
Efectos rebotes que desarrolla la presión de las “dietas”
La licenciada en Nutrición menciona que cuando las dietas te ayudan a llegar a tu peso deseado, una empieza a comer todo lo que antes no se permitió, todas esas ganas acumuladas en meses o años. “Hay personas que creen que son adictas a la comida, al azúcar, a las harinas y en realidad no existe la adición a una comida”, sostiene.
Aclara que más bien es el deseo no atendido a tiempo, que se fue acumulando durante meses o años que estuvieron a dieta. Sin embargo, esto no sucede cuando comemos intuitivamente.
“La persona que come intuitivamente toma decisiones alimenticias sin experimentar culpa o un dilema ético, honra el hambre, respeta la plenitud y disfruta del placer de comer. Y es que la alimentación intuitiva es un proceso personal orientado a cuidar la salud, poniendo atención a los mensajes del cuerpo y atendiendo las necesidades físicas y emocionales”, indica.
Beneficios de la alimentación intuitiva
Cultiva la conexión con el cuerpo, la capacidad para percibir las señales corporales aumenta y elimina el juicio a los alimentos. También erradica los pensamientos, creencias y reglas acerca de qué, cuánto y a qué hora tenemos que comer.
Además, disminuye la idealización de la delgadez, triglicéridos, estrés, conductas alimentarias de riesgo, vergüenza y culpa con la alimentación. A su vez, aumenta la apreciación corporal, variedad de alimentos, autoconfianza, placer, conciencia de señales corporales e interoceptiva, autoestima, bienestar, optimismo y el colesterol bueno.
“Para empezar con esta practica tenemos que estar listas para decir adiós de una vez por todas a las dietas, la restricción, esas ganas por modificar nuestro cuerpo a toda costa. También tenemos que tener ese deseo de reaprender a conectar con una misma, con nuestro cuerpo y nuestras verdaderas necesidades, ya que es un viaje interior y personal”, aconseja.
Esta práctica no está asociada a disminuir el peso corporal. “La mayoría tiene miedo de comenzar la alimentación intuitiva porque cree que se va a pasar comiendo de todo y a todo momento, y en realidad la restricción de las dietas es lo que hace que tengas esos periodos de blanco o negro, como muchísimo o no como nada”, expresa.
Destaca además que cuando aprendemos a escuchar a nuestro cuerpo y dejarnos guiar por lo que necesita es cuando realmente podemos instaurar en nuestra vida lo que son hábitos sanos. “Todo alimento te aporta algo, todo alimento nutre; ya sea a tu cuerpo, mente, corazón o espíritu”, finaliza.