Se trata de un plan de alimentación que alterna entre ayunar y comer en un horario regular, tanto para controlar el peso como para revertir enfermedades, pero ¿es bueno para la salud y cómo se hace?
Por: Verónica Giménez
Esta estrategia nutricional lleva por nombre fasting que traducido al español significa “ayuno”, sin embargo, popularmente se conoce como “ayuno intermitente”, siendo su expresión completa en inglés intermittent fasting.
La nutricionista y antropometrista certificada, Olga Peralta, explicó que consiste en abstenerse voluntariamente de ingerir alimentos sólidos por un tiempo determinado, es decir, se intercalan los horarios en los que sí se consumen ciertos alimentos y otros en los que no.
“Durante la ingesta de alimentos debemos asegurarnos que los mismos contengan no solo las calorías necesarias para afrontar las actividades cotidianas, sino también los nutrientes requeridos para mantener un cuerpo sano”, puntualizó en conversación con la VOS.
Los alimentos que se ingieran por medio de este plan de alimentación deben ser de calidad nutricional, por eso resulta imprescindible la ayuda de un profesional, ya que se hace el cálculo de las necesidades energéticas y nutricionales de cada paciente.
También se planifican las comidas que pueden ser realizadas en el lapso de ingesta a fin de adecuarlas en función a los objetivos que se tenga, sea para descenso de peso o mejorar los indicadores de salud como la diabetes y cardiopatías, señaló.
Peralta, quien también es especialista en alimentos y obesidad, destacó que el agua y ciertas bebidas como el té y café no interrumpen el ayuno, por lo que pueden ser consumidos siempre y cuando no se les agregue azúcar ni otros productos que puedan representar un aporte calórico, como cremas, aditivos grasosos u otros que requieran un proceso de digestión, por ejemplo, edulcorantes.
Entre sus beneficios mencionó que contribuye al descenso de peso, ya que cuando uno tiene un ayuno superior a 6 horas el organismo empieza a utilizar las reservas energéticas almacenadas como glucógeno en el hígado y el músculo, pero cuando la abstinencia es de entre 12 y 16 horas el organismo recurre a los depósitos de grasa para utilizarlos como fuente de energía.
“Esto no solo ayuda a adelgazar o a evitar la obesidad, también puede prevenir o mejorar la condición de pacientes afectados por enfermedades tales como la diabetes tipo II, ya que al ayunar mejora la sensibilidad de la insulina, hipertensión arterial, la arteriopatía coronaria y ayuda a combatir el estrés oxidativo, incluso hasta mejora el microbiota intestinal”, explicó.
¿Cómo se realiza el fasting?
Para aplicar el ayuno intermitente como plan de alimentación se debe intercalar un lapso de 8 horas de dieta equilibrada y variada, que sea rica en frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, frutos secos y proteínas de origen vegetal y animal; y 16 horas de ayuno donde no se consume ningún alimento sólido, según indicó la nutricionista Olga Peralta.
Por ejemplo, se puede realizar la cena temprano, alrededor de las 18 horas y luego iniciar el periodo de 16 horas sin ingerir alimentos, para interrumpirlo con un desayuno a las 10 horas del día siguiente. “Si las 16 horas de ayuno parecen muy desafiantes o directamente resultan imposibles, una opción es iniciar con 12 horas de ayuno e ir aumentando progresivamente hasta alcanzar las 16 horas usualmente utilizadas”, detalló.
¿Es recomendable? ¿Cuáles son sus efectos secundarios?
La especialista afirma que es recomendable toda vez que se realice de forma controlada y bajo la supervisión de un profesional de la nutrición, ya que si se hace sin asesoramiento médico pueden presentarse errores en cuanto al aporte calórico y nutricional.
“Aquí hablamos tanto de micro como de macronutrientes. Puede provocarse una deficiencia nutricional en micronutrientes como el magnesio, lo que causará otros inconvenientes a mediano o largo plazo, a su vez puede generar una deficiencia nutricional en macronutrientes, como los carbohidratos, la grasa o la proteína, dado que las proporciones de los mismos deben ser determinadas en función a las actividades de cada paciente”, indicó.
Mencionó además que no es igual la combinación de macronutrientes que requiere una persona que hace ejercicios físicos buscando el incremento de masa muscular con la combinación de macronutrientes que precisa aquella que realiza ejercicios cardiovasculares, o la combinación que necesita alguna de trabajo sedentario y no puede hacer ejercicio físico con frecuencia.
“Se deben considerar otros aspectos que exceden lo puramente fisiológico. En el caso de los pacientes que sufren ansiedad, su condición puede verse empeorada porque el ayuno puede representar un estrés, por ende, puede resultar ansiógeno, es decir, le genera aún más ansiedad”, sostuvo.
Sobre los efectos secundarios que se pueden presentar citó: mareos o sensación de falta de energía, dependiendo del organismo de cada persona. “Para aplicar cualquier cambio de hábitos en la alimentación es sumamente importante consultar con un profesional, quien será el encargado de determinar si el organismo habrá de beneficiarse o no con lo planteado. Así de ser necesario se realizan las adecuaciones para llegar a los objetivos establecidos a corto o largo plazo”, concluyó.