Si ir a dormir es más una dificultad que un descanso y cuando conseguimos conciliar el sueño, siempre hay algo que nos despierta, es momento de cambiar nuestros hábitos y cuidar la salud.
El inconveniente para conciliar o mantener el sueño de manera continua está tan normalizado en la vida adulta que muchos toman como parte del crecimiento, sin embargo, es un problema que genera consecuencias negativas a nuestro organismo.
Con el paso de los años nuestro sueño cambia y ya no descansamos como antes, aun así no es normal que cada noche se convierta en una dificultad. Si nos cuesta dormir y nos sentimos más cansados al amanecer significa que nuestro ritmo de vida es todo lo opuesto a lo que necesitamos.
Por lo general, un adulto debe dormir entre 7 a 8 horas para tener una vida saludable, por eso es importante saber cuándo los cambios de nuestro sueño son normales y si existe algo que obstaculiza nuestro descanso, ya que las alteraciones en el sueño pueden ser un síntoma más de un problema de salud que no reconocemos.
El dormir mal puede ser consecuencia de un estresante estilo de vida, mala alimentación, alteración en los niveles de colesterol y azúcar en la sangre, y en parte al uso de celulares antes de descansar porque disminuye la producción de hormonas y no contribuye en nuestro bienestar.
Para descansar mejor es necesario cenar más ligero, alejarnos del celular y otros tipos de pantallas dos horas antes de ir a dormir, colocar solo una luz tenue durante la noche y aunque no siempre es fácil conciliar la vida laboral y personal, es importante no llevarnos preocupaciones a la cama.
Consecuencias en la salud
El buen descanso le otorga a nuestro organismo la pausa necesaria para sanarse y reponerse, y lo deja en condiciones de funcionar normalmente cuando despierta, pero si dormimos poco o mal, exponemos a nuestro cuerpo a padecer otras enfermedades.
Algunos efectos significativos en la salud son el riesgo de desarrollar hipertensión, diabetes tipo 2, infarto de miocardio, obesidad, depresión, ansiedad, e incluso, muerte prematura. Además, también se lo considera un posible un factor de riesgo para desarrollar demencia, en especial la enfermedad de Alzheimer.