Para su primera exposición dedicada a Walt Disney, el Metropolitan Museum of Art de Nueva York explora las fuentes de inspiración que el creador estadounidense (1901-1966) y sus estudios encontraron en las artes decorativas europeas, especialmente en el rococó francés del siglo XVIII.
¿De dónde vienen la tetera, el reloj y las velas que cobran vida en La bella y la bestia (1991), una de las producciones asociadas al renacimiento de los estudios Disney y sobre la que trabajó en vida su fundador? Probablemente de preciados objetos decorativos antiguos que se muestran en el museo, como porcelanas de Meissen, en Alemania, o de Sèvres en Francia.
Ese paralelismo entre el estilo rococó y el encantador mundo de Disney es uno de los más claros en el marco de la exposición que abre sus puertas el 10 de diciembre y conecta 60 piezas de artes y de decoración del siglo XVIII con diseños y pruebas de los archivos de los estudios estadounidenses.
Para el curador de la exposición, Wolf Burchard, el paralelismo entre las animaciones de Disney y el arte decorativo rococó “es que ambos apelan a nuestras emociones y no a nuestro intelecto”.
También se da un diálogo con la pintura. Una de las obras maestras del pintor francés Jean-Honoré Fragonard (1732-1806), Les hasards heureux de l’escarpolette (“El columpio”), tendría que haber aparecido en La bella y la bestia, pero finalmente se hizo referencia a ella en Frozen (2013).
Con Blanca Nieves y los siete enanos (1937), inspirada en los cuentos de los hermanos Grimm, Cenicienta (1950) y La bella durmiente (1959), adaptadas de versiones del francés Charles Perrault, el Met revisita los grandes clásicos a la luz de un Walt Disney alimentado por sus viajes europeos.
Nacido en Chicago en 1901, Walt Disney viajó por primera vez a Francia en diciembre de 1918, poco después del final de la Primera Guerra Mundial, como voluntario de la Cruz Roja Internacional. Luego vuelve a Europa en 1935, y después varias veces después de la Segunda Guerra Mundial.