Un álbum debut no siempre trae conformidad a un artista. Sin embargo, como todo en su carrera, Patti Smith es una excepción a la regla.
Por: Micaela Cattáneo
Muchos artistas, después de años de carrera en la música, suelen confesar la inconformidad de sus primeros trabajos discográficos. De hecho, los álbumes debut no siempre son los más recordados por el público, sin embargo, hay excepciones a la regla. Una de ellas: Patti Smith y su entrada triunfante a la industria titulada Horses.
Es 1975 y Smith tiene ganas de rockear. Y “rockear” en el sentido más completo de la palabra: la de llevar su actitud rebelde a todos lados. El álbum que editó ese año es música y literatura punk que buscaba hacerse un espacio en la tan artística Nueva York, ciudad que – decía - la seducía, inspiraba y pervertía.
En ese contexto de libertad, volcó su caos artístico, convirtiendo a Horses en uno de los discos más influyentes de la historia del rock. Con letras catárticas y sonidos híbridos, entre atrevidos y reflexivos, Patti Smith armó los cimientos de su carrera, la misma que la instituyó como “madrina del punk”.
Con una portada icónica en blanco y negro, fotografiada por su gran amor del momento Robert Mapplethorpe, y en la que se alejaba de las vestimentas tradicionales, la cantante y poeta estadounidense dejó en claro que no buscaba encajar con algo o alguien, sino mostrar lo suyo, rendirle tributo a lo que la inspiraba y declarar lo que aún no estaba dicho en la música.
Siempre pienso que todo álbum debut es solo un ensayo general antes de la función que se viene. Y a Patti Smith, a diferencia de lo que le sucede a muchos artistas, el primero, le salió bien.
Canción necesaria: Gloria, porque desde el primer verso (Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos) la artista marca las pautas de que todo lo que sigue, no es convencional.