A más de un año del inicio de la pandemia, quienes han cumplido al pie de la letra todas las medidas de higiene son los niños. ¿Quedan dudas de que ellos son la esperanza del futuro?
Por: Micaela Cattáneo @micaelactt
“El día que le expliqué que el coronavirus es un bichito que está en el aire y es muy pequeño, le dije que debíamos usar tapabocas para que no entre por la nariz y nos haga daño”, cuenta Vanesa Ayala sobre la primera vez que le habló del virus a su hija.
Ella es mamá de Luciana, quien tiene 3 años y medio de edad. A su corta edad, entendió que para no enfermar a nadie, debe mantener distancia y no tocarse la cara. Además, “sabe que si se lava correctamente las manos, ese bichito ya no puede hacerle daño a nadie”, dice Vanesa, sobre lo aprendido por su hija.
Gabi Rojas, mamá de Mati (10 años) y Juanse (5 años), admira cuán responsables y conscientes han sido los niños en toda esta situación. “Son súpermetódicos con el lavado de manos, el alcohol en gel y el uso del tapabocas. Ese paso a paso lo incorporaron a su rutina de una manera manera muy comprometida y natural”, señala y comenta que sus hijos son los primeros en recordarles los cuidados sanitarios.
“Me dicen: ‘¿te lavaste las manos, mamá?’; ‘¿te pusiste el tapabocas?’, o si estamos caminando, aunque sea en un lugar al aire libre, me piden: ‘mamá, ahora vamos a pasar entre gente, ponete tu tapabocas’”, menciona.
Gabi asegura que Juanse y Mati, al principio de la pandemia, tenían muchísimo miedo, pero “con su papá les explicamos que con los cuidados, estaban protegidos. De hecho, hicimos pruebas en casa sobre cómo usar tapabocas, les mostramos videos sobre cómo lavar correctamente las manos, etc., pero todo el éxito fue gracias a sus ganas tremendas de aprender”, confiesa.
Cristel Pereira dice que Maxi, su hijo de 6 años, es cumplidor con todas las medidas sanitarias, incluso “le exige” a su hermanita de 2 años que use tapabocas y “hasta cuando vamos en el auto, él se pone la mascarilla”, cuenta su mamá.
“Y cuando llegamos a un lugar, él es el primero en lavarse las manos y pedir que le pongan alcohol en gel. Nunca tuvo miedo, pero sí entiende que es un virus que está en la calle. Le enseñamos también que si quiere estornudar, debe hacerlo en el codo”, revela.
La vuelta a clases
Cristel cuenta que a Maxi, la primera semana de clases en la nueva normalidad, le costó, “le fue difícil adaptarse, sobre todo porque su colegio es de doble escolaridad, y antes comía con todos sus compañeros juntos en una mesa, ahora cada uno está en la suya; no le ve a todos sus compañeros porque están divididos por grupos, en clases burbujas, pero después de una semana se acostumbró, y ahora está feliz. Hasta el momento, no hubo ni un sólo contagio en su grado”, relata.
Gabi confirma que sus dos hijos también vuelven felices del colegio, “ellos van a clases híbridas y es impresionante cómo los profesores los cuidan. A Mati, un día, le picó la garganta y, ni bien le contó a su profesora, lo llevaron a la enfermería y nos llamaron para que lo busquemos. Finalmente, no fue Covid-19, pero él fue sincero con lo que le pasaba, y su maestra actuó rápido. Parece exagerado, pero así se cuidan entre todos”, comenta.
Vanesa destaca cómo a Luciana y a sus compañeritos, las profes les hablan de la importancia del distanciamiento social desde una mirada lúdica, “y aunque les dicen que deben estar lejos de las personas, les enseñan que es una distancia física y no emocional, que esa distancia es una manera de empatizar con los demás, de cuidar al otro”, señala.
Y así, los niños, con su saludo de puñito, son un ejemplo para todos los adultos en esta nueva era.