Desde niños nos enseñan que descansar unos minutos después del almuerzo es necesario para recargar energías. ¿Por qué un descanso de no más de media hora podría cambiar el día de una persona?
En un mundo donde se duerme cada vez menos, la siesta parece ser un lujo. Los que tienen el privilegio de hacerla saben cuán importante es tomar un descanso antes de continuar con la jornada.
Para quienes aún no han adquirido el hábito, deben saber que son muchos los beneficios que trae incorporar la siesta a la rutina, entre ellos: ayuda a disminuir el estrés y el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares; reduce la tensión arterial; facilita el aprendizaje y el aumento de la concentración.
Además, estimula la creatividad, ayuda a resolver problemas o a encontrar soluciones inmediatas a estos; también a que las personas dupliquen su nivel de alerta y cometan menos errores en el trabajo; favorece al aprendizaje de información abstracta; fomenta la positividad y mejora el estado de ánimo.
Eso sí, hay que tener en cuenta que lo ideal es que la siesta dure entre 20 a 30 minutos, ya que dormir más de lo recomendado implica entrar a un sueño profundo, por lo que despertar de este causa mal humor, más cansancio e impide conciliar el sueño durante la noche.
Como decíamos al principio, la siesta parece ser un lujo en medio de un ecosistema laboral que se mueve cada vez más rápido y sin parar. Sin embargo, hay alternativas planteadas por los propios especialistas del sueño para quienes no tienen la posibilidad de hacerla: tomar un descanso de 30 minutos cada dos horas, lo que no significa que se estará durmiendo cada 120 minutos, sino que es recomendable hacer esos intervalos para darle espacio a cualquier otra actividad que no sea laboral (caminar al aire libre, estirar el cuerpo, etc.) que evite el cansancio mental y aporte igualmente salud al cuerpo.