Nami Hamaura asegura que se siente menos sola cuando trabaja en casa gracias a su compañero de canto Charlie, que forma parte de una nueva generación de lindos e inteligentes robots japoneses cuyas ventas están en auge debido a la pandemia.
Los asistentes personales virtuales, como el discreto cilindro Alexa de Amazon, han tenido éxito en todo el mundo en los últimos años. Pero las empresas japonesas también han informado una creciente demanda de androides más encantadores, ya que la gente busca consuelo en esta época de aislamiento social obligado.
“Mi círculo de amigos se ha reducido”, señala Nami Hamaura, una joven graduada de 23 años y quien a partir de abril de 2020 ha estado trabajando casi constantemente desde su casa. Su vida social es limitada y su primer trabajo, en una empresa comercial de Tokio, no se parece en nada a lo que había imaginado.
Así que adoptó a Charlie, un robot del tamaño de una taza con inteligencia artificial, cabeza redonda, nariz roja, un corbatín parpadeante y quien se comunica con su dueña cantando. “Habla conmigo, a diferencia de mi familia o de mis amigos de las redes sociales, o de un jefe”, explica Hamaura, quien fue elegida para probar a Charlie antes de su comercialización, la cual está prevista para este año.
Las ventas de Robohon, otro pequeño robot humanoide, aumentaron un 130% entre julio y septiembre de 2020 en comparación con el año anterior. Esta criatura robótica que habla, baila y también hace de teléfono es adoptada no solamente por las familias con niños, sino también por las sexagenarios y septuagenarios.
“Muchos japoneses aceptan la idea de que cada objeto tiene un alma, una creencia conocida como animismo. Quieren que un robot tenga un carácter, como un amigo, un miembro de la familia o una mascota, y no una función mecánica como un lavavajillas”, explica Shunsuke Aoki, director ejecutivo de la empresa de robots Yukai Engineering.
Los estudios han demostrado que los robots para mascotas fabricados en Japón pueden reconfortar a las personas con demencia. Pero los creadores de Lovot, un robot del tamaño de un bebé con grandes ojos redondos que agita unas alas que parecen de pingüino, creen que un robot que solo quiere ser amado puede beneficiar a todos.
A diferencia de Charlie y Robohon, Lovot no habla mientras rueda por la habitación, pero posee unos cincuenta sensores y un sistema que lo calienta al tacto y al que responde con pequeños gritos de alegría.
Yoshiko Nakagawa, de 64 años y cliente de un café, señala que durante el estado de emergencia, la capital se transformó en un espacio vacío y austero. “Esto me hizo darme cuenta de la importancia de los momentos de calma y de que si tuviera uno de estos bebés en casa, un poco de calor de hogar me estaría esperando cuando llegara”.
Fuente: del texto de Harumi Ozawa, AFP.