La pandemia agravó el aislamiento y la soledad de las personas mayores, reavivando el interés por los robots de compañía, pero los fabricantes intentan moderar las expectativas de quienes buscan humanoides con ruedas y peluches animados cada vez más interactivos.
“La pandemia ha sido un acelerador para nosotros, ¡es casi nuestra razón de ser hoy!”, apunta Antoine Bataille, creador del robot móvil de pantalla, Cutii. Este permite a los usuarios participar en actividades a distancia (juegos, clases de gimnasia, etc.) y hablar con sus seres queridos por videoconferencia, accediendo por comando de voz. Se puede actualizar de forma remota y equiparse con funciones de asistencia o seguridad, alertando en caso de algún problema.
Los especialistas en robótica de hoy son capaces de realizar proezas: los robots articulados de Boston Dynamics están causando revuelo en YouTube con su coreografía rítmica, mientras que los investigadores de la Universidad de Cornell están trabajando en robots microscópicos, capaces de inspeccionar el cuerpo humano por dentro, moviéndose a través de tejidos y vasos sanguíneos.
Pero los robots de compañía deben superar obstáculos más psicológicos que tecnológicos. “Cuanto más dependientes son las personas o más dificultades tienen, más lo aprecian”, apunta Bataille. “Las personas con Alzheimer aceptan muy bien al robot. Con ellos, todo es posible. Pero lo esencial es que puedan comunicarse con su familia, realizar actividades que las acerquen a otras personas”, agrega.
Robot de peluche
El robot de compañía japonés Lovot conmueve con sus grandes ojos de búho, su mirada de oso de peluche y lindas reacciones cuando se le habla o acaricia. No sirve más que para dar cariño. Como Paro, un robot terapéutico en forma de cría de foca, también japonés, utilizado desde hace más de quince años para la atención de pacientes con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
“Cuando una persona mayor sufre de senilidad, es posible que tenga dificultades para comunicarse y ya no pueda cuidar de un animal”, señala Barbara Klein, profesora de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Frankfurt. El robot para reconfortar ocupa el lugar de un perro o un gato pero sin las obligaciones propias de tener una mascota.
“Algunos pacientes seniles pueden sentirse muy decepcionados al sobrestimar las capacidades del robot”, apunta Stefanie Baisch, investigadora en psicología de la Universidad de Siegen (Alemania) y especialista en robots de compañía. “Por lo tanto, es responsabilidad del cuidador asegurarse de que el aparato siga siendo ante todo un mediador que favorece las interacciones humanas”, concluye la investigadora.
Fuente: del texto de Julie Jammot y Rob Lever, AFP.