El rock and roll, alguna vez tuvo un rey, y se llamó Elvis Aaron Presley. Con el tupé como corona, el mono blanco como traje universal de su estilo y el micrófono como cetro, creó su propio imperio dentro de la música: el rockabilly. Desde este género, dio sus mejores discursos, en una época donde todo era jazz, Sinatra y canciones de amor. La contracultura era su bandera y estaba seguro de que con ella llegaría lejos.
Tuvo dos revoluciones antes de convertirse en “el mejor cantante de la historia”. La primera la vivió de chico, a los 11 años, cuando sus padres, tras su insistencia, le regalaron una guitarra. Y es que disfrutaba más del blues, el country y el soul, que de las matemáticas, las ciencias naturales y la historia y geografía. Claramente, fama de buen alumno no tenía, pero conseguirla tampoco aseguraba el éxito que hasta hoy día tiene su nombre.
La segunda revolución llegó luego de mudarse de su natal Tupelo, Mississipi, a la musical Memphis, Tennesse; ocurrió incluso tiempo después de su graduación en el Humes Hight School. Todas sus biografías cuentan que su primerísimo disco lo grabó en Sun Records —un sello local de esta ciudad americana—, con la idea de regalárselo a su madre. Su evidente talento y unos cuantos dólares en el bolsillo —para pagar el estudio— fueron suficientes para que su historia con la música comience.
1956 fue el año del “antes y el después”. Elvis trajo ritmo a la década, e hizo del romanticismo una verdadera fiesta. Canciones como Blue Suede Shoes, Tutti Frutti y Rip It Up, transgredían el estilo de vida que se llevaba en la época. Elvis cantó sobre el amor, el desamor y sobre alguna que otra nimiedad, pero siempre a su manera. Sus letras no representaban rebeldía, pero los compases que le pertenecían, sí. En la era Presley, el rock and roll significó baile, movimiento de pies y sacudidas en las piernas. Era pura actitud.
Sus matices de voz en Heartbreak Hotel, una de las canciones que lo hicieron popular, le daban una identidad nunca antes vista. Ya no sólo era el chico del jopo húmedo, de las chaquetas negras y de la cadera inquieta, sino el hombre que instalaba un estilo estético y musical, sin que importara lo que esté sucediendo afuera.
Elvis nunca fue una suma de referencias artísticas existentes. Y, si bien el género de su autoría es una fusión de sus influencias, no contemplaba antecesores que persiguieran la esencia musical que él buscaba. Por eso se dice aquello de que “si él no hubiese existido, no habría Lennon, ni McCartney, ni Dylan”. De hecho, John lo reconoció en su momento: “Si Elvis no hubiera estado, Los Beatles no hubieran existido”.
Su música molestaba a la sociedad más conservadora, y de todas las formas posibles. Cantaba su revolución, pero también la vestía. Su rock era visual y auditivo pero, por momentos, podía percibirse con los cinco sentidos. Era el grito de la otra parte de la sociedad: la que estaba cansada de los tradicionalismos, la que quería romper esquemas y entender a la libertad más de cerca.
Por todo esto y más, la industria del cine lo quiso desde un principio. Sin embargo, la versión de Elvis frente a cámaras era totalmente distinta a la que se veía en el escenario. Para algunos, una faceta “realmente mala”. De todas formas, los años 60 lo sorprendieron protagonizando más de 30 películas. Y todas, con algo que contar.
A fines de los 60, siguió dando conciertos, pero ninguna ecuación era perfecta para superar el éxito provocado por la beatlemanía. Era inminente: el Rey del rock empezaba a convertirse en una leyenda, viva, pero leyenda al fin.
Era otro Elvis
La voz de Can’t Help Falling In Love empezó a apagarse en el 70, siete años antes de su muerte. Su salud empeoró y con ella, su creatividad. Aún así, no bajó los brazos y cantó hasta más no poder. Durante esa última etapa, se mantuvo en pie gracias a las pastillas. A eso hay que sumarle la constante lucha que tenía contra su obesidad. Para entonces, sus presentaciones no eran las mismas; él no era el mismo.
El 16 de agosto de 1977, el mundo se quedó en silencio cuando se confirmó su desaparición física. Las causas de su muerte fueron debate durante mucho tiempo, pero en aquellos días “un ataque al corazón” bastó para cerrar la historia. Desde aquel episodio, Elvis vive en el recuerdo de sus seguidores de siempre, en los ojos de quienes lo buscan por primera vez en una biografía escrita y en el corazón de quienes lo escuchan en el relato de otras generaciones.
Texto: Micaela Cattáneo @micaelactt