Hay un villancico que define tan bien la esencia navideña de nuestro país: Navidad de flor de coco, Navidad de Paraguay (espero que lo hayas leído cantando). Las espigas de color amarillo de la flor de coco tienen un aroma inconfundible que, apenas entrando a diciembre, se empieza a sentir en el zaguán de los hogares paraguayos y en las avenidas que atraviesan el Mercado 4 de Asunción, donde la venden junto con los pesebres de diversos tamaños y la más variada pirotecnia.
En esta época del año, casi todo tiene un sentido visual o auditivo: la altura de los arbolitos, las luces navideñas, el din din don de las campanas, los villancicos, los fuegos artificiales, etc. Sin embargo, no nos detenemos a pensar en el valor cultural que tiene el olor a Navidad. En un mundo donde los aromas están en peligro de extinción, tal y como lo explica este artículo de BBC Mundo, conservar el patrimonio olfativo de la Navidad es, ante todo, un acto humano, ya que nos permite mantener viva la memoria de nuestra infancia.
¿Y por qué es importante eso? Porque en esa etapa de la vida no nos domina el escepticismo y tenemos una fe ciega al relato fantástico de la Navidad: desde la historia que cuenta que hubo una estrella fugaz que guió a los reyes magos al nacimiento de Jesús hasta el cuento de que hay un señor barbudo que desde el Polo Norte viaja en su trineo para dejar regalos a todo el mundo.
La Navidad siempre fue una época de mucha sensibilidad, y eso involucra el percibir a través de todos los sentidos. En esta ocasión, más allá de lo visual y auditivo, haremos un recorrido por los aromas que despiertan emociones en esta época del año en algunos países de América Latina.
En Uruguay, el olor al jazmín se instala en todas las esquinas del centro de Montevideo y de todas las ciudades. El 25 de diciembre, además del asado y el pan dulce, es típico que los centros de mesa navideños estén adornados por un ramo de jazmines, la flor de la temporada.
Foto: Pexels.
En Brasil y en Perú, la Navidad huele a panettone; también a pollo y pavo asado, respectivamente, sólo que en el país experto en ceviche, el panettone va acompañado de una bebida popular del invierno, el chocolate caliente, aun así estén por encima de los 30°C.
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En Argentina, el vitel toné marca su presencia en la mesa y conquista a todos los comensales no sólo por su sabor sino por su aroma. En Chile, la Navidad tiene el perfume de un cóctel tradicional de su gastronomía, el colemono o cola de mono, que está hecho a base de aguardiente, leche, café, azúcar y especias. También huele a pan de pascua, ya que suele ser el maridaje perfecto para este trago.
En Colombia, la Navidad huele al postre que prepara (ba) la abuela, la natilla – hecha a base de leche, azúcar blanca y negra, fécula de maíz, mantequilla, coco rallado y canela – y a los buñuelos, que tienen como ingrediente principal el queso costeño. “Es una gran tradición y una deliciosa combinación”, me describió Lina Uribe, una periodista colombiana amiga.
Durante las fiestas, los aromas de la gastronomía y la coctelería lideran en casi toda la geografías, sin embargo, en México, además de la canela, el pavo y el ponche de jamaica, manzana, guayaba, tejocote y caña, pisan fuerte los perfumes que se desprenden del heno y el musgo que decoran los pesebres, y del pino que adorna la casa. Estos dos últimos, junto con las tiras de manzanilla (fruta), son también olores clásicos de la Navidad en Guatemala.
Foto: Pexels.Foto: Pexels.
En la Nochebuena de Ecuador no puede faltar el aroma del palo santo y el incienso encendido; en Venezuela, el aroma a pan de jamón recién horneado atrae a todos los comensales a la mesa navideña; en Cuba, la Navidad sabe y huele a lechón asado y flor de pascua; en El Salvador, a una salsa que se cocina con tomate y especias que vienen en una bolsa llamada relajo, la cual sirve para acompañar a los panes rellenos de pollo; en Costa Rica, se sienten las fragancias de los árboles cipreses, del rompope – un ponche hecho con huevo y licor - y de la lana que decora los portales o pasitos (así llaman a los pesebres). La lana es como el pasto del pesebre, la base donde se arma el nacimiento.
El 2020 no nos permitió salir del país y conocer otras culturas, ya que todo se redujo al #QuedateEnCasa. Después de casi nueve meses de pandemia, el panorama sanitario sigue siendo desalentador, sin embargo, más allá de todo eso, queda siempre lo esencial de la vida: el amor de la familia y los amigos. Y esta Navidad, recordaremos especialmente este mensaje, rodeados de todos estos paisajes aromáticos que añoramos de las navidades pasadas; de una normalidad que, de seguro, estará en el deseo de todos cuando marquen las doce. ¡Salud por eso!
Todos los años, al llegar octubre, pesebres de los más diversos estilos ocupan los espacios del Centro Cultural del Lago, en la Ciudad Creativa. Foto: Gentileza
La tradicional Feria Navideña, en su edición 2024, ya tiene abiertas sus puertas en el Centro Cultural del Lago, en Areguá, ofreciendo a los visitantes las creaciones con motivos de las fiestas religiosas de fin de año, elaborados por artesanos de distintas ciudades de Central y alrededores. Desde la apertura del CCDL en 2010, los últimos meses del año están dedicados a los pesebres y adornos navideños que realizan los alfareros de Areguá, principalmente, así como también los de Tobatí e Itá.
En esta edición, el arbolito de la feria lleva adornos de arte indígena
EXPOSITORES
Se suman cada año a la tradicional Feria Navideña artistas plásticos y artesanos de ciudades vecinas, que con mucho color y alegría se integran con su espíritu navideño. Participan de la presente edición Bienvenida P. Monges, Juan Carlos Giménez y Gustavo Rolón, Elizabeth Rejala, Agustina Rejala, Luciana y Limpia Concepción Cáceres, Gladys y Teresa Vera, Carlos Echeverría, Emelita Maqueda, Rogelia Romero, Roberto Aguayo, Arsacia Monges, Teresa Barrientos, todos de Areguá.
Además, Raúl Brítez y Celso Benítez, de Itá. Junto con ellos también exponen sus versiones del Portal de Belén: María Mercedes Esquivel, Carolina Noguera y Ediltrudis Noguera, de Tobatí; Esperanza y Carlos Rodríguez, y Adelaida Colmán, de Capiatá; Jazmín Jara, de Pirayú; Fátima Páez y Apolonio Portillo, de Luque, y Julio Insfrán, Martín Spinzi y Marijó Veiga, de Asunción.
Pesebre de frutilla de Elizabeth RejalaRogelia Romero, artesana de Areguá, es una de las destacadas expositoras
Tras atentado con bíperes Maduro pide evitar regalar electrónicos en Navidad
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El presidente venezolano, Nicolás Maduro, recomendó a miembros de su gobierno y partidarios, no aceptar equipos electrónicos como regalos de Navidad, a propósito de las explosiones de bíperes y walkie-talkies en Líbano que dejaron decenas de muertos.
“No reciban regalos electrónicos (...) cuidado con los teléfonos, celulares, mosca (atento) todo el mundo”, dijo el mandatario durante un acto en Caracas transmitido en cadena obligatoria de radio y televisión.
Maduro, que “decretó” el inicio de la Navidad desde el 1 de octubre, pidió además que “en todos los ministerios, institutos y empresas del Estado” se priorice la compra de “artesanías y juguetes fabricados en Venezuela” para el intercambio de regalos en “las navidades venezolanas”.
Crisis política
Su pedido ocurre en medio de una crisis política desatada por su reelección para un tercer período consecutivo de seis años (2025-2031) que la oposición tacha de fraude, al reivindicar el triunfo de su candidato, el exdiplomático Edmundo González Urrutia, asilado en España desde el 8 de setiembre.
Dos oleadas de explosiones de bíperes y walkie-talkies, entre el martes y el miércoles, dejaron 37 muertos y unos 3.000 heridos con el objetivo de atacar a miembros del grupo Hezbolá, apoyado por Irán.
El alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Volker Türk, recordó ayer viernes que el derecho internacional “prohíbe” el uso de artefactos “explosivos” que parezcan objetos “inofensivos” y consideró “un crimen de guerra cometer actos de violencia destinados a sembrar el terror entre la población civil”.
El ministro libanés de Asuntos Exteriores, Abdallah Bou Habib, calificó ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la explosión de los dispositivos de comunicación como un “atentado terrorista”, por “su brutalidad”.
Uno de los problemas más frecuentes con el que muchas personas nos encontramos a la hora del lavado correcto de nuestras prendas es que no sabemos cuál producto elegir para que mantengan su color, no se dañen y mantengan un rico aroma. Foto: Ilustrativa
¿Cómo lograr que el suavizante perdure en tus prendas?
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Uno de los problemas más frecuentes con el que muchas personas nos encontramos a la hora del lavado correcto de nuestras prendas de vestir es que no sabemos cuál producto elegir para que las ropas mantengan su color, no se dañen y lo más importante, que mantengan un rico aroma incluso estando puestas.
Si bien, elegir un buen jabón es fundamental en este proceso, también resulta imprescindible utilizar un buen suavizante para completar el proceso de lavado. Sin embargo, no bastará solamente con tener buenos productos (bueno no generalmente es sinónimo de caro), también hay un proceso que debemos seguir para lograr el resultado esperado. A continuación te contamos cuáles son los tips a seguir.
De acuerdo a un artículo publicado por cleanipedia, utilizar las medidas correctas de los productos (por lo general viene establecida en la etiqueta) es un factor clave, ya que no solo dejará las prendas como nuevas, sino también le dará un toque especial con una fragancia perdurable. Caso contrario sucede si nos excedemos con los productos, ya que los tejidos de las prendas se estropearán más fácilmente.
Otro dato importante es que tenemos que utilizar el ciclo de lavado adecuado, teniendo en cuenta que un ciclo muy extenso para ropas no muy sucias, podría, además de deteriorarlas, hacer que el perfume no quede impregnado en ellas. Se recomienda usar ciclos de lavados comunes para perdurar el perfume. Un consejo adicional es colocar un poco del suavizante sobre las prendas antes de iniciar el lavado.
Una vez completado el ciclo, se recomienda guardarlas adecuadamente, de manera a que no adquieran humedad, ya que esto podría generar un olor poco agradable que superará al aroma del suavizante.
Otros trucos que podemos utilizar es colocar una tasa de arroz en el ropero o placar, para que absorba la humedad. Tampoco está de más echar un poco de perfume sobre las prendas una vez que estas ya estén bien planchadas y dobladas. Siguiendo estos pasos empezarán a notar la diferencia y además de mantener la calidad de los tejidos tu ropa mantendrá un agradable aroma incluso horas después de traerla puesta.
Ricardo Rivas, periodista, Nueva York, EE. UU., X: @RtrivasRivas - Fotos: AFP/gentileza
Muchos sostienen enfáticamente que la Navidad vive en la Ciudad de Nueva York. No es sorprendente. Tal vez, el cine y la tele produjeron sentido sin descanso para que esa idea trocara -también para muchos- en sentido común.
Desde hace algunas décadas no faltan quienes sostienen -muchos enfáticamente- que la Navidad vive en la Ciudad de Nueva York (NYC). No es sorprendente. Tal vez, el cine y la tele produjeron sentido sin descanso para que esa idea trocara -también para muchos- en sentido común. Mitos y leyendas urbanas atraviesan Manhattan, Brooklyn, el Bronx, Queens y Staten Island. Ninguno de esos barrios se parece. Son bien diferentes. Contrastan. Y siempre es posible descubrir, entre lo de siempre y lo que llega desde la historia, zonas nuevas que se potencian de la mano de emprendedores que en cada esquina descubren oportunidades que no siempre benefician a todos.
Después de un largo período regresé a NYC con tiempo y en Navidad que en este año, como en el anterior no fue blanca ni tampoco exageradamente fría. En mayo pasado también estuve aquí, pero una muy compacta agenda de trabajo me impidió reconocerla y partí con la decisión de regresar pronto porque me fui sin recorrer más que lo imprescindible sus avenidas, calles y callejuelas.
La decisión estaba tomada. Por ello, desde que arribé un par de días atrás al aeropuerto John Fitzgerald Kennedy, como alguna vez –seguramente– le pasó a Sinatra, “estos zapatos vagabundos / anhelan irse por ahí / precisamente en su corazón / Nueva York, Nueva York”. ¿Cómo no comprender a Frankie y desear, como él, “despertar en esta ciudad / que no se duerme”, aunque en estos días invernales minutos después de las 5:00 PM es noche cerrada.
Cuando repaso los días más recientes –con nubes bajas, nieblas espesas y algunas lloviznas– descubro que en cada uno de ellos apenas poco más de nueve horas fueron para que el sol ocupe el firmamento. Solo los neones y las pantallas led en Brooklyn y Times Square aportan brillo en la noche de la vieja Nueva York que, pese a las prácticas sociales de siempre, los comportamientos de sus 8,6 millones de habitantes hacen que todo sea o parezca diferente.
Tribeca Grill, el restaurante de Robert de Niro y Drew Nieporent, en 375 de Greenwech St.
GENTRIFICACIÓN
“Tribeca y Dumbo son lo nuevo y los resultados de los procesos de gentrificación más relevantes de los últimos años en NYC”, me dijo a poco de andar a bordo de una poderosa SUV Cadillac de RELIER, Ariel Rodríguez, conductor y guía de excelencia para explicar los secretos neoyorquinos, que disfruta profundamente de cada una de sus jornadas de trabajo. Es un profesional apasionado que –con apenas 20 años recién cumplidos– llegó aquí desde Buenos Aires pocos días después del 11 de setiembre de 2001, cuando el ataque terrorista contra las Torres Gemelas del WTC aún asombraba y apenaba a miles de millones en la aldea global.
“TriBeCa es un acrónimo con el que se menciona a un área de Manhattan a la que se denomina Triangle Below Canal Street”, explica Ariel. La zona crece con ímpetu. Los hípsters parece que todo lo pueden y son cientos los jóvenes bohemios de alto poder adquisitivo así categorizados que se instalaron allí. Crecen y se expan- den. Son la contracultura, la rebeldía, la crítica contra el consumo, contra los valores establecidos, pero no trepidan en exhibirse fanáticos de Apple y de las marcas más costosas.
En algunos casos, son y marcan tendencia.
Tal vez por ello, en el 375 de Greenwich Street, Robert de Niro y Drew Nieporent se instalaron con Tribeca Grill, uno de los más recientes éxitos gastronómicos en Manhattan. En la esquina opuesta, Locanda Verde, el restaurante donde la escritora Rosario Oyhanarte ambienta su novela “El libro más bonito del mundo. Una historia de amor” –notable éxito editorial– también está allí. Muy cerca, pero del otro lado del Hudson, Ariel me invita para conocer en Dumbo –Down Under the Manhattan Bridge Overpass (Bajo el paso elevado del puente de Manhattan), otro nuevo barrio en Brooklyn– y me permite descubrir en torno del teatro St. Ann’s Warehouse vistas sorprendentes con imágenes de alto impacto de Manhattan y sus edificios más emblemáticos mientras recorremos Domino Park.
Locanda Verde, en el 377 de Greenwich St., la escritora Rosario Oyhanarte ambientó su novela “El libro más bonito del mundo. Una historia de amor”, un éxito editorial
MEMORIA
Nueva York estremece. Ground Zero (Zona Cero) –donde hasta el 11S de 2001 estaban las Torres Gemelas– ha cambiado a partir del horror. Una nueva torre allí se erige con un diseño arquitectónico que tomó nota de los datos que aportaron los desaparecidos edificios colapsados como consecuencia del ataque criminal en el que fueron asesinadas unas 4.500 personas. En su entorno también todo es diferente desde entonces. Mucho para ver, recordar y pensar. En la plaza Memorial dos piscinas marcan la localización exacta de cada uno de los dos edificios destruidos. Simbolizan las huellas de las gemelas que el mundo vio colapsar luego de ser atacadas. Enormes cascadas artificiales y 415 árboles que allí fueron plantados enmarcan el cenotafio en el que están escritos los nombres de las víctimas del ataque. Dos alas blancas gigantes de material que se levantan por sobre el Oculus –donde se encuentran la estación del metro y el centro comercial World Trade Center (WTC)– completan el área.
Con Ariel nos retiramos en silencio. Siento que la obra, además de constituir un ejercicio de memoria, desde algún lugar es también una clara muestra de resiliencia social para seguir adelante. Ground Zero quedó atrás. En el audio de la SUV de RELIER suena la voz de La Voz. “New York, New York / I want to wake up / In a city that never sleeps / And find I’m a number one / Top of the list / King of the Hill / A number one…”. Cierro mis ojos para escuchar su entonación sin que nada ni nadie pueda distraerme. “Lo conseguiste, Frank”, pienso y digo solo para mí. Con audacia e impunidad sueño que junto con él hacemos un dueto. “These little town blues / Are melting away / I’ll make a brand-new start of it / In old New York”.
Manhattan queda atrás. El Bronx está cerca. Las escaleras de Joker –Shakespeare Steps, muy cerca del Yankee Stadium– me sorprenden. Aún no hay nadie que las recorra. Sin embargo, siento que Joaquin Phoenix sí está y que baila sobre ellas. Me detengo frente a su imagen inmortalizada sobre un lienzo callejero. Empatizamos. ¿Qué iguala y diferencia Ciudad Gótica de Nueva York? No tengo la respuesta. La producción de sentido que procura el cine me puede. ¿Cómo pensar NYC sin las historias del cine y la tele? No son pocos los títulos que activan los recuerdos. El puente de Manhattan en “Érase una vez en América”. Cientos de policiales que en las noches tenebrosas desde la inhóspita esquina adoquinada de Water St y Washington St muestran el Empire State Building iluminado y centrado en uno de los arcos del Manhattan Bridge. “Hombres de negro”, en torno de las torres y un globo terráqueo gigante en Flushing Medows Corona Park, en Queens cuando Tommy Lee Jones y Will Smith perseguían a un extraterrestre.
Ground Zero, donde estaban las Torres Gemelas hasta el ataque terrorista del 11S. Memoria y resiliencia
DONDE VIVE LA NAVIDAD
¡Esto es Nueva York!, me dije. La tarde es muy breve en el invierno neoyorquino. El tiempo navideño gana espacio con el avance de la noche. Ariel inicia la marcha hacia la nocturnidad de Brooklyn. “Vamos hacia Dyker Heights, donde vive la Navidad”, explica. Nunca estuve allí hasta la noche pasada. Llegar hasta la avenida 10 en la esquina de 83 y, luego, desde allí caminar hasta la avenida 12 y 84 no fue sencillo. Cientos de automóviles, miles de caminantes, policías, patrulleros y grupos de personas en familia recorren cada una de esas arterias a lo largo de las cuales el paisaje semeja una película transitable. Solo unas pocas casas de las que allí se encuentran no tienen luces navideñas. Jardines, ventanas, balcones están ocupados en plenitud por imágenes de ciervos, de trineos, de Papá Noel, de Santa Claus o simplemente de Santa. Enormes equipos de audio amplifican con fuerza villancicos una y otra vez. Algunas máquinas instaladas dentro de muñecos y trineos tirados por renos regularmente lanzan nieve artificial porque tanto este 2023 como en el pasado 2022 aquí para la Navidad no nevó.
“Decorar cada casa tiene un valor estimado que en promedio se ubica entre 10.000 y 20.000 dólares”, detalla el guía de RELIER. “Las luces se encienden cada año en el Día de Acción de Gracias y así permanecen hasta enero”, agrega. Precisa, mientras caminamos, que “las casas más conocidas –las más famosas– son las de la señora Lucy Spata, en el 1152 de la calle 84 y, justo enfrente, en el 1145, la de la familia Polizzotto”.
Se necesita ayuda para poder mirar todo. Miles de apretujados transeúntes empuñan sus teléfonos inteligentes con los que apuntan a todo lo que brilla y cautiva. Algunos residentes –sí, que viven en esos chalets todo el año, aunque parezca increíble– visten ropas con motivos navideños. Alguien explica que “la señora Spata fue la primera en iniciar este tipo de celebraciones”. Otros relatores sostienen enfáticamente que “los que empezaron todo fueron los Polizzotto”.
En el Bronx, las escaleras de Shakespeare pasaron a ser las escaleras de Joker, el film que en 2019 protagonizó Joaquin Phoenix
PROMESAS
En ambos casos los memoriosos coinciden en señalar que en el inicio fueron promesas que esas personas realizaron para pedir la sanación de familiares que estaban en tratamiento médico por graves padecimientos. ¿Cómo saber con exactitud la verdad? ¿Tendrá importancia saberlo? Los que todo lo saben añaden y destacan que “son todas iniciativas privadas”. Dan cuenta de que “cada casa paga –durante el tiempo que mantienen las luces encendidas cada día– unos 8.000 dólares mensuales por el consumo de luz”.
Sin embargo, y pese a tanto detalle, nadie sabe decir con algún fundamento por qué hacen esas inversiones tan importantes. En ese contexto, tampoco nadie sabe nada de los vecinos que no acuerdan –por la razón que fuere– con ese tipo de prácticas festivas tan extendidas. Solo se sabe que se oponen a ello porque sus viviendas se mantienen en total oscuridad, como si no se encontraran en ellas.
Sorprendentes costumbres neoyorquinas. Pero aun sin comprender algunos de los fenómenos comentados, me animo a decir –como lo sostienen miles– que, en Brooklyn, Nueva York, en el barrio Dyker Heights, es donde la Navidad en su forma menos religiosa parece una película, aunque NYC y su gente, cada una y a su modo, son historias reales.
Nueva York (NYC), desde Dumbo, uno de los nuevos barrios de la ciudad junto a Domino Park