Por: Micaela Cattáneo / @micaelactt
Hay un villancico que define tan bien la esencia navideña de nuestro país: Navidad de flor de coco, Navidad de Paraguay (espero que lo hayas leído cantando). Las espigas de color amarillo de la flor de coco tienen un aroma inconfundible que, apenas entrando a diciembre, se empieza a sentir en el zaguán de los hogares paraguayos y en las avenidas que atraviesan el Mercado 4 de Asunción, donde la venden junto con los pesebres de diversos tamaños y la más variada pirotecnia.
En esta época del año, casi todo tiene un sentido visual o auditivo: la altura de los arbolitos, las luces navideñas, el din din don de las campanas, los villancicos, los fuegos artificiales, etc. Sin embargo, no nos detenemos a pensar en el valor cultural que tiene el olor a Navidad. En un mundo donde los aromas están en peligro de extinción, tal y como lo explica este artículo de BBC Mundo, conservar el patrimonio olfativo de la Navidad es, ante todo, un acto humano, ya que nos permite mantener viva la memoria de nuestra infancia.
¿Y por qué es importante eso? Porque en esa etapa de la vida no nos domina el escepticismo y tenemos una fe ciega al relato fantástico de la Navidad: desde la historia que cuenta que hubo una estrella fugaz que guió a los reyes magos al nacimiento de Jesús hasta el cuento de que hay un señor barbudo que desde el Polo Norte viaja en su trineo para dejar regalos a todo el mundo.
La Navidad siempre fue una época de mucha sensibilidad, y eso involucra el percibir a través de todos los sentidos. En esta ocasión, más allá de lo visual y auditivo, haremos un recorrido por los aromas que despiertan emociones en esta época del año en algunos países de América Latina.
En Uruguay, el olor al jazmín se instala en todas las esquinas del centro de Montevideo y de todas las ciudades. El 25 de diciembre, además del asado y el pan dulce, es típico que los centros de mesa navideños estén adornados por un ramo de jazmines, la flor de la temporada.
En Brasil y en Perú, la Navidad huele a panettone; también a pollo y pavo asado, respectivamente, sólo que en el país experto en ceviche, el panettone va acompañado de una bebida popular del invierno, el chocolate caliente, aun así estén por encima de los 30°C.
En Argentina, el vitel toné marca su presencia en la mesa y conquista a todos los comensales no sólo por su sabor sino por su aroma. En Chile, la Navidad tiene el perfume de un cóctel tradicional de su gastronomía, el colemono o cola de mono, que está hecho a base de aguardiente, leche, café, azúcar y especias. También huele a pan de pascua, ya que suele ser el maridaje perfecto para este trago.
En Colombia, la Navidad huele al postre que prepara (ba) la abuela, la natilla – hecha a base de leche, azúcar blanca y negra, fécula de maíz, mantequilla, coco rallado y canela – y a los buñuelos, que tienen como ingrediente principal el queso costeño. “Es una gran tradición y una deliciosa combinación”, me describió Lina Uribe, una periodista colombiana amiga.
Durante las fiestas, los aromas de la gastronomía y la coctelería lideran en casi toda la geografías, sin embargo, en México, además de la canela, el pavo y el ponche de jamaica, manzana, guayaba, tejocote y caña, pisan fuerte los perfumes que se desprenden del heno y el musgo que decoran los pesebres, y del pino que adorna la casa. Estos dos últimos, junto con las tiras de manzanilla (fruta), son también olores clásicos de la Navidad en Guatemala.
En la Nochebuena de Ecuador no puede faltar el aroma del palo santo y el incienso encendido; en Venezuela, el aroma a pan de jamón recién horneado atrae a todos los comensales a la mesa navideña; en Cuba, la Navidad sabe y huele a lechón asado y flor de pascua; en El Salvador, a una salsa que se cocina con tomate y especias que vienen en una bolsa llamada relajo, la cual sirve para acompañar a los panes rellenos de pollo; en Costa Rica, se sienten las fragancias de los árboles cipreses, del rompope – un ponche hecho con huevo y licor - y de la lana que decora los portales o pasitos (así llaman a los pesebres). La lana es como el pasto del pesebre, la base donde se arma el nacimiento.
El 2020 no nos permitió salir del país y conocer otras culturas, ya que todo se redujo al #QuedateEnCasa. Después de casi nueve meses de pandemia, el panorama sanitario sigue siendo desalentador, sin embargo, más allá de todo eso, queda siempre lo esencial de la vida: el amor de la familia y los amigos. Y esta Navidad, recordaremos especialmente este mensaje, rodeados de todos estos paisajes aromáticos que añoramos de las navidades pasadas; de una normalidad que, de seguro, estará en el deseo de todos cuando marquen las doce. ¡Salud por eso!