Ocurrió en Sopuerta, un municipio de País Vasco que se encuentra a más de 300 kilómetros de Madrid. Un grupo de arquitectos intervino en la Iglesia de Tas, la cual fue construida en la segunda mitad del siglo XVI y fue remodelada en términos neoclásicos a finales del siglo XVIII, época en la que le aumentaron su altura y le añadieron un campanario y un abrevadero.
El proyecto de transformación de esta iglesia abandonada estuvo a cargo de Garmendia Cordero Arquitectos, a raíz de que su cliente les solicitara domesticar un espacio no habitual, respetando la historia previa de la construcción pero adaptándose a los conceptos contemporáneos. “De entender la vivienda como espacio abierto y de plantear el hogar como lugar de encuentro, como oportunidad de socialización de la arquitectura habitacional”, describen en su página.
Asimismo, en la explicación del proyecto relataron cómo se encontraba el edificio en el momento en que tuvieron que actuar por él. “Está sin cubierta, desplomada en el propio interior y en un estado preocupante de inestabilidad estructural. La iglesia está ubicada en el barrio de Las Barrietas, en el municipio de Sopuerta, y está rodeada de una docena de edificaciones aisladas, ocupa una posición privilegiada dentro de un solar rodeado de montañas exuberantes de vegetación”.
El joven que está detrás de esta aventura de vivir en un templo antiguo es Eduardo González (Venezuela, 1984), un diseñador gráfico, informático, fotógrafo, pintor e interiorista que asegura que la idea se le ocurrió luego de estar buscando por horas una casa torre, algo antiguo y con jardín, en las páginas de viviendas Idealista y Milanuncios.
“En esta última apareció un ‘terreno con edificación en ruinas’. Vi que era una iglesia, me pareció un poco raro y llamé. Quedamos, lo vi y me pareció impresionante. Había toneladas de escombros. Llamé a un amigo arquitecto, para ver hasta dónde era una locura mi idea, y me dijo que los muros llevaban 500 años en pie, que ya no se iban a caer”, reveló en esta entrevista con el medio español BI FM.
El grupo de arquitectos hizo énfasis en, que durante la transformación, se priorizó la idea de intervenir de la manera más sensible, tocando la iglesia solamente cuando no existiera otra alternativa. Eduardo, el habitante e impulsor de la obra, dice que es el proyecto más ambicioso de su vida, en el que más ha invertido y trabajado.
Es admirable, y a la vez gracioso, porque – según lo comentó en la conversación con BI FM -, donde hoy hace huevos fritos, alguna vez muchos de sus vecinos de Sopuerta se casaron.