Es un término acuñado por la filósofa española Monserrat Nebrera y, a diferencia de lo que se cree, no hace referencia a los millennials, tampoco concretamente a los centennials, sino más bien a los hijos de la generación X, los nacidos después de los 2000.

La característica “cristal” que se le atribuye al concepto habla de la fragilidad o la manera en que quedan “rotos” por dentro si algo no les sale como ellos deseaban. El análisis que se hace en torno a estos jóvenes dice que son así de inestables o inseguros porque sus padres de la generación X (quienes abarcan desde los 70 a mediados de los 80), vivieron épocas de mucha carencia, se empeñaron en salir adelante para darles todo y que nos les falte nada como a ellos en su momento.

Sin embargo, así como se les critica por “no aguantar nada y quejarse de todo”, son personas que manejan al dedillo la tecnología, mundo donde incluso todo les resulta fugaz o efímero. Son creativos en lo virtual y desarrollan un alto grado de sensibilidad. Para estos jóvenes que están atravesando la adolescencia, la autoridad familiar o institucional está devaluada y les genera rechazo, ya que es la misma que los acusa de no tener tolerancia a la crítica y la frustración.

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Los textos que describen sus características hablan de que es una generación solidaria con las causas globales y absolutamente sincera. Y este tuit del usuario @NandoGordillo lo confirma: “Nos llaman la generación de cristal, pero son ellos los que se escandalizan viendo un médico con tatuajes, una mujer que no quiere ser mamá, una pareja atea o dos hombres tomados de la mano”.


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