Texto: Jazmín Ruiz Diaz (@min_erre)
Periodista especializada en cultura, género y moda
No quiero hablar de amor, sino de deseo porque siento que de amor ya hablamos demasiado pero no aprendimos nada. En cambio, el deseo ha sido un tema tabú que no nos dejó explorar otras posibilidades. Y cuando digo deseo quiero decir placer, y también sexo. Esos temas que se han considerado malas palabras, especialmente cuando somos las mujeres quienes hablamos de ello. Mi educación en ese ámbito estuvo marcada por la contradicción, que es el caso de la mayoría de las mujeres paraguayas, me atrevería a decir.
Asistí a un colegio católico donde conocí amigas que se volvieron hermanas de la vida, y con las que transitamos juntas un aprendizaje y desaprendizaje del amor romántico, con caminos y perspectivas muy diferentes, pero siempre acompañándonos, apoyándonos, secándonos las lágrimas unas a otras cuando hizo falta y celebrando el amor del bueno cuando este aparecía. Nosotras pasamos de leer Cosmopolitan en versión impresa y ver Sex and the city a los 15, a tener profundas discusiones cuasi filosóficas sobre estos temas via Whatsapp a nuestros 30, cuando nos encontramos con la tercera oleada del feminismo que llegó para salvarnos y para coincidir en que ya no nos vamos a callar nada. Pero así también, la casi nula educación sexual que nos dieron en el colegio estuvo siempre ligada con la culpa, y creo que en ese sentido, poco ha avanzado nuestro sistema educativo.
Por suerte para las nuevas generaciones, como contrapeso a lo que la educación formal prohíbe, restringe, censura y desinforma, hay una enorme producción teórica, cultural y literaria que reivindica una búsqueda del placer, y lo hace hablándole a las mujeres en primera persona. En ese sentido, son las autoras feministas latinoamericanas quienes están llevando la batuta en esta redefinición del deseo desde la mirada femenina. Un deseo que ya no está sujeto a la aprobación masculina, que deja de lado las culpas, que nos invita a vivir, explorar, sentir, fantasear de todas las formas posibles. Dos autoras para empezar a adentrarse en el tema, que hablan desde su experiencia y en un lenguaje claro, pero también con una profunda formación teórica, son la argentina Luciana Peker y la colombiana María del Mar Román. La primera nos regaló el texto que ya es fundamental Putita golosa: Por un feminismo del goce; mientras que la segunda lanzó recientemente Coger y comer sin culpa: El placer es feminista.
En la revolución del placer que plantean estas escritoras, aceptamos nuestras contradicciones, pero no nos limitamos por ellas. Somos conscientes que la mayoría crecimos odiando nuestros cuerpos porque así nos lo enseñaron; pero hoy nos rebelamos contra las dietas y cirugías porque reivindicamos el derecho a disfrutar de nuestros cuerpos sin censura. Nos animamos a dar el primer paso pero no renunciamos a la responsabilidad afectiva por eso. Redefinimos las relaciones a nuestra manera: el amor y el deseo no tienen por qué ser solo de a dos. Entendemos que “lo personal es político” y que, en ese sentido, nuestras pequeñas grandes batallas se pelean en lo cotidiano, desde incomodar en la mesa familiar cuando nos preguntan por el novio hasta perderle el miedo a palabras —y prácticas— como la masturbación. Como escribe Peker: “Si en nuestra revolución no hay abrazo, sexo y postre, no es nuestra revolución”. Hoy lo queremos todo. Ya era hora.