Qué conocer en Costa Rica, el país sin militares y uno de los más biodiversos del planeta.
Texto: Micaela Cattáneo
Si a algún centroamericano le preguntás: “¿Cuál es el país más seguro de la región?”, este, sin duda, responde: “Costa Rica”. De hecho, el año pasado ocupó la posición 40 del ránking de los países más seguros del mundo, según el Instituto de Economía y Paz (IEP), ubicándose 10 lugares más arriba que su país vecino, Panamá.
La frase popular que revolotea por los aires cuando uno pisa tierra tica es: “Costa Rica es la Suiza centroamericana”. Este titular atemporal que se escucha en boca de su gente, e incluso de extranjeros, se heredó de las últimas décadas del mil novecientos y se debe a la paz y estabilidad que compartía con el país europeo.
Y es que el único verde que se esparce por este territorio ubicado entre dos océanos es el de la selva, ya que el camuflado militar no convive con sus habitantes desde hace más de 70 años. Sí, hace siete décadas más uno que Costa Rica no tiene fuerzas armadas, por lo que su frase popular “pura vida” es mucho más que sólo la biodiversidad que la caracteriza.
Pero alcanzar ese estado en reposo lleva entre una a cuatro horas de viaje en carretera, ya que es en las afueras de San José, su capital, donde la calma resulta un imán de turistas. San José no está exonerada de la calaña que sintoniza a todas las médulas urbanas de América Latina: el congestionado tránsito vehicular. Una mañana es tiempo suficiente para tener una primera impresión de ese caos. Cuando el tráfico está en su punto más álgido, los conductores no parecen molestarse en bajar la ventanilla para vomitar insultos; sin embargo, su rabia se vuelca en el estómago del volante, lo que provoca una orquesta de bocinas, una suerte de alarma estridente que no se pospone ni se apaga.
Esta sensación de hora pico permanente repercute en los peatones, ya que cruzan a su suerte cuando no hay franjas blancas que pisar. Pero todo este alboroto no comprime las luces, su encanto de país tropical y su paisaje de contraste, porque la panorámica de volcanes que rodea San José es un letrero implícito que dice: “Bienvenidos a Costa Rica”.
Cultura viva
Es domingo. El vuelo aterriza en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, de Costa Rica, en medio de una lluvia no tan intensa. Después de 12 horas de vuelo y dos escalas, esperaba encontrar el calor del que tanto me hablaron. Sin embargo, aquella recepción húmeda se mantuvo a lo largo de los siete días de mi estadía.
En Costa Rica no existe verano o invierno, sino temporada seca o de lluvia, siendo esta última de mayo a noviembre. Lo increíble de esto es que las gotas caían estratégicamente al mediodía. Al menos durante toda esa semana hubo aguaceros de no más de 15 minutos.
Otra experiencia inesperada durante las primeras horas en San José fue un temblor leve de cinco segundos que se sintió como un pequeño mareo, similar a esos que sobrevienen al levantarse de golpe de la cama. Para los centroamericanos, esto del baile de la tierra es pan de cada día, pero para un sudamericano que vive en un país sin salida al mar es como un suceso turístico más (siempre que no represente peligro, claro).
La cultura en Costa Rica es tan diversa como su clima. En este país no hay grupos guerrilleros, pero la inseguridad en las calles obliga a los ciudadanos a repetir la advertencia: “por esta zona no camines”; un taxista expone una versión mejorada de la economía local, pero en la tapa de un diario dice que el desempleo afecta a casi 340.000 personas y el lío del tránsito supone que no hay lugar para ni un auto más, pero pese a esto el tren vuelve a funcionar y cruza la ciudad todas las mañanas.
En este escenario, el país del café fuerte, del Uber a dos dólares y del colón costarricense —moneda local— teje una ruta indispensable para disfrutar de su esencia aún cuando los días están contados con los dedos de la mano. Si un sudamericano me pregunta: “¿Qué hacer en el país más seguro de Centroamérica?”, ya sé qué responder:
Comer un casado en el Mercado Central
El casado es la comida típica de Costa Rica. Tiene arroz, frijoles, plátano, carne, ensalada y tortilla. Es un plato fácil de encontrar, ya que cualquier bar, restaurante o soda (lo que en Paraguay conocemos como copetín o comedor) lo incluye en su menú. La comida en la Suiza centroamericana es cara, pero cuando uno busca algo bueno, bonito y barato, el Mercado Central es el lugar ideal.
Ahí el casado no supera los 1500 colones (casi tres dólares) y es tradición acompañarlo con un jugo de piña o de arroz, ambos con sabores muy dulces. Otro punto de encuentro para probar este plato es Chelles, una soda que está desde 1909 en el centro de la capital. En este copetín, a la comida popular por excelencia se le suma un detalle: la cerveza Imperial, de producción nacional.
La parada obligatoria para quienes prefieren una cena más íntima es el restaurante Nuestra Tierra. Mi sugerencia: la parrilla campesina. Tiene “de todo”: carne, pollo, arroz, frijoles, plátano, tortillas, choclos, chorizos, verduras cocidas, entre otras cosas. Es un poco costosa, pero es perfecta para compartir entre cuatro personas.
Por último, si van a la zona de bares, además de cervezas, les recomiendo probar una empanada de frijoles con queso. ¡Es riquísima! Viene acompañada de una ensalada de repollo y una salsa especial. Es quizás la opción más económica (1500 colones) porque las pizzas y hamburguesas están por arriba de los 4500 colones (8 dólares).
Tomar un café en el Teatro Nacional
El Teatro Nacional de Costa Rica es un viaje al siglo XIX, una pintura renacentista hecha arquitectura. Una actividad dentro de este, además de asistir a las obras que están en cartelera, es merendar en la cafetería Alma de Café, donde sirven café gourmet preparado con granos de las mejores zonas cafeteras del país. Una taza no supera los 2000 colones y hay para todos los gustos: café siete provincias, café montañas altas, expresso, latte, etc.
Visitar una playa
Costa Rica tiene salida a los dos océanos, por lo que resulta muy “difícil” elegir con cuál de todas sus playas quedarse. Las que más recomiendan los ticos son las de Guanacaste, hacia el Pacífico, y las de Limón, hacia el Caribe. El viaje hasta ambas provincias puede durar cuatro horas, así que conviene visitarlas si es que te hospedás varios días por la zona.
En cambio para los que planean una escapada fugaz de un día, la playa Jacó es la mejor opción porque es la más cercana. Esta es una de olas poderosas, por eso es común ver surfistas multiplicarse por todos lados, tanto en el mar como en las calles, con tabla en mano. Lo encantador de Jacó es la tibieza del agua y su arena volcánica, un recuadro distinto de lo que entendemos por “playa” hacia nuestro polo.
Son dos horas de viaje en bus hasta Jacó, desde San José. La página yoviajocr.com es súper práctica porque indica los horarios de salida de los buses, el costo y de qué terminal parten.
Conocer un volcán
Los dos volcanes más conocidos son el Arenal y el Irazú, pero este último es el que está más cerca de la capital, a dos horas en bus. A las 8:30 am sale el bus de la parada que está frente al Teatro Nacional. Este es su único horario, ya que es el mismo bus el que regresa a las 12:30 pm del Parque Nacional Volcán Irazú.
El acceso a este, para extranjeros, es de 15 dólares. La temperatura baja cuando el bus está por llegar a destino, e inmediatamente, la neblina cubre parte del paisaje que se ve desde la altura. Una vez dentro del predio, el volcán tarda en mostrarse. Luego de una llovizna, la neblina busca otro escondite. Al instante, las fotos con el cráter provocan un pogo en el mirador, ya que en cualquier momento todo eso volverá a ser algodón.
Comprar en el Mercado de la Artesanía
Desde que uno pisa este lugar, sabe que no saldrá con las manos vacías. En parte por el nivel de venta que manejan los que están al frente de los negocios. Hay café, remeras, tazas de madera, llaveros, bolsos, platos, cuadros y todo el merchandising que uno se pueda imaginar sobre Costa Rica. En este lugar, y en una tarde, resolvés todos los regalos para los que esperan ansiosos en casa.
Bailar salsa en una disco
Se escucha mucha ranchera en las discotecas de San José, así como los hits actuales de reguetón. Sin embargo, cuando suena salsa, la pista de baile tiene otra impronta, otro color. ¡Se enciende! De todas formas, entre semana las discotecas no están repletas de gente, por eso la música para a las 2 am. Fui a una llamada Castro’s y no había más de 20 personas bailando, pero se disfruta mucho porque sentís que, más allá de la diferencia cultural entre un país y otro, hay una esencia latina que siempre nos mantiene conectados.