Texto: Jazmín Ruiz Diaz
En estos días, llamó mi atención una noticia titulada: “Mujeres sin esposo ni hijos son más felices, afirma experto”. Acostumbrada a que este tipo de titulares sean noticias falsas para generar clics, tuve que detenerme a releer para entender que se trataba de un informe real publicado por The Guardian —medio británico que respeto por ser bastante serio—, así que continué con la lectura.
El estudio analizó diferentes subgrupos y concluyó que las mujeres solteras y sin descendencia alcanzan los niveles de realización más elevados y que, además, viven más tiempo. Por otro lado, durante las entrevistas las parejas casadas demostraban ser más felices que otros subgrupos, pero cuando se separaba a las mujeres de sus maridos, la gran mayoría respondía sentirse insatisfecha con su situación. El autor de esta investigación es Paul Dolan, científico del comportamiento y autor del libro Happy Ever After, quien concluye: “Si sos hombre, probablemente deberías casarte; pero si sos mujer, no te molestes en hacerlo”. Explica que el matrimonio beneficia a los hombres porque les reduce la ansiedad al darles estabilidad; mientras; para ellas, el marido y/o los hijos aumentan los niveles de estrés, entre otros factores que a la larga reducen tanto su calidad como expectativa de vida.
Ahora bien, es en esta última parte del estudio donde me interesa detenerme para sumar otro concepto: trabajo emocional. Así como hace unos años la noción de “relación tóxica” fue el término popular que nos regaló la academia, prepárense para escuchar, leer y discutir sobre trabajo emocional más que a menudo, y a familiarizarse con este concepto que ya está generando discusiones al respecto. Trabajo emocional implica tanto evocar como suprimir emociones de acuerdo a las demandas de una profesión. Algunas requieren un alto grado de gestión, como es el caso de las azafatas, las maestras y las niñeras, por citar algunos ejemplos.
El término no es nada nuevo; ya que aparece por primera vez en 1983 y se lo debemos a la socióloga Arlie Hochschild, quien lo desarrolla extensamente en el libro The Managed Heart. “El punto es que al mismo tiempo de llevar a cabo un esfuerzo físico y mental, una persona es contratada y monitoreada fundamentalmente por su capacidad de producir y gestionar ese sentimiento”, detalla la autora en una entrevista reciente. El boom del “trabajo emocional” se debe a una serie de artículos que empezaron a relacionarlo con la gran cantidad de labores que una mujer debe realizar en la casa. Y la polémica empezó cuando la misma Hochschild explicó que no se puede usar este concepto como un paraguas para labores que no necesariamente involucren la gestión de sentimientos de por medio. Sin embargo, no se puede negar que cuando hablamos de trabajo emocional, hay una clara diferenciación por género. ¿O acaso podemos negar que hasta el día de hoy en las oficinas se espera que las mujeres ocupen cargos que impliquen estar con una sonrisa constante, como en el caso de las recepcionistas? ¿O que, más allá del cargo, cuando una mujer decide no mostrarse simpática, será tildada por sus colegas de “histérica”, “hormonal” o “intensa”, por citar solo algunos de los motes más comunes?
Pero volviendo al plano doméstico, lo que me quedó resonando de la investigación de Dolan y que conecto con la definición de Hochschild es que en esta época en la que se cuestionan las narrativas del “vivieron felices para siempre”, se vuelve necesario explorar —a nivel personal y académico— el cómo estamos viviendo nuestras relaciones; así como dar un paso de ambos lados para cuestionarnos a nosotros mismos, deconstruyéndonos en ese proceso, todo lo que haga falta. Además, ya es hora de entender como sociedad que el camino de los hijos y el matrimonio, antes que un deber, es una opción tan válida como elegir la soltería o una vida en pareja, pero sin hijos (y no puedo creer que tenga que escribir estas líneas en pleno 2019). Pero en todos los casos, son caminos que requieren repensar los modelos que venimos heredando. En ese ejercicio, lo que deja entrever el estudio de Nolan es que ya es momento de dejar la mayor carga del trabajo emocional en los hombros de ellas. La pregunta sería entonces: ¿Qué herramientas estamos brindando tanto a hombres como mujeres para hacerlo posible?
Fuentes: The Guardian / The Atlantic / Harper’s Bazaar US / BBC