Qué pensamos del amor, cómo vivimos el sexo, por qué los procesos burocráticos en este campo nos resultan tediosos, entre muchas otras preguntas, nos responde la socióloga paraguaya Ali Elías. Un análisis para entender por qué para nosotros, los jóvenes de entre 20 y 35 años (o más), los tiempos cambiaron.
Texto: Micaela Cattáneo
Tengo 24 años. Y constantemente leo y escucho, en conversaciones con amigos y en redes sociales, que el amor, para mi generación, tiene formas de ser muy distintas a las de antes. A ciencia exacta no se sabe, pero se dice que los millennials somos aquellos nacidos entre el año 1980 y 2000; jóvenes adultos que estamos rompiendo reglas y proponiendo nuevos esquemas de trabajo y sociedad, con más apertura y diversidad.
También se dice que ese cambio de perspectiva lo estamos trasladando a nuestras relaciones personales. Lo cual es cierto. Pero esa afirmación no parte solamente de mí. Lo dicen mis amigos, lo escribe la gente en Twitter, lo analizan otras generaciones y lo explican a profundidad los especialistas, como la socióloga paraguaya Ali Elías. “Las promesas de amor eterno, que llevaron a nuestros padres a casarse cuando tenían poco más de veinte años, hoy nos resultan lejanas”, reflexiona, incluyéndose en el grupo.
Elías sostiene que esta revolución deviene por los fenómenos sociales, económicos y políticos que ocurrieron durante nuestra niñez. “La caída del Muro de Berlín, el ataque a las Torres Gemelas, la Dictadura de Stroessner, la democracia y las crisis económicas, todo esto pasó en nuestra infancia. Fuimos los primeros niños en acceder a Internet y en nuestra adolescencia, a un smartphone. Estos eventos hacen que nuestra generación sea muy distinta. Desde la revolución tecnológica, los tiempos son más acelerados y las gratificaciones, más instantáneas. Por supuesto que esto afecta a nuestra forma de vivir el amor”, agrega.
¿Qué buscamos, entonces, en una relación? “Lo mismo que todas las personas: sentirnos amados y acompañados”, responde la profesional. Y continúa: “Lo que creo que es diferente a otras experiencias previas, es el espacio que le damos a la individualidad. Es decir, ya no se nos hace atractivo el modelo de madre-esposa abnegada que sólo vive para los demás, o de hombre proveedor cuyo único lugar de satisfacción es el trabajo. Además del amor y la compañía, necesitamos momentos para explorar, aprender y conocernos a nosotras mismas”.
Según Elías, estos cambios son directamente proporcionales a la mayor independencia económica e intelectual que conquistó la mujer joven, en los últimos años. Lo que permitió también liberar al hombre de su destino único de proveedor. “Las relaciones pueden tomar diversas formas y ser saludables, siempre que no se basen en la dependencia y sí en las ganas de estar juntos”, señala.
Para nosotros, los millennials, el matrimonio no es una prioridad, pero sí lo es nuestra realización profesional y personal. Y aunque estemos atravesados por la idea del amor romántico, presente en las historias de princesas de nuestra infancia y en las películas hollywoodenses de nuestra adolescencia, no vivimos pendientes del “vivieron felices para siempre” o de la fórmula mágica para encontrar una media naranja que complemente nuestra vida.
¿Y qué pasa con la soledad?, ¿no le tenemos miedo? “Sí, creo que todos le tenemos miedo a la soledad”, contesta la especialista. Y aclara: “Lo que esta generación cuestiona es que la pareja o el matrimonio sean la única forma de tener compañía”.
Para la especialista, la revalorización de los vínculos familiares y amistosos es muy importante en este proceso de cambio, tanto así como el desarrollo de la autonomía económica, intelectual, afectiva y sexual. “Tener un empleo formal solía asegurar una casa propia y una jubilación en la adultez; nosotros sabemos que esa relación ya no es tan directa como pareciera. Así como un trabajo ya no representa necesariamente un futuro financiero estable; tampoco las relaciones de pareja significan de por sí amor y compañías eternas”, comenta.
Disfrute pleno de la sexualidad
Con el estreno de la serie Sex Education, en Netflix —la comedia dramática que cuenta los conflictos que atraviesan los adolescentes de una secundaria en plena etapa de descubrimiento sexual– es posible ver cómo el sexo, para las nuevas generaciones, progresivamente, deja de ser un tabú. “Ver otras formas de relacionamiento con la sexualidad, abre espacios a preguntas y a cambios. Pero el entorno y los valores culturales vividos en él, siguen teniendo mayor peso en nuestra toma de decisiones”, explica Elías.
“La virginidad y la castidad son valores que vienen encontrando oposición abierta en las sociedades occidentales desde antes de la década del 70. Por lo tanto, el hecho de ser una persona en activa búsqueda de una pareja sexual no es visto con la misma severidad que antes, sobre todo en círculos sociales urbanos”, añade.
El amor libre, el poliamor, la soltería permanente, las relaciones sin compromisos, las citas a través de aplicaciones como Tinder y las experiencias con personas del mismo sexo, son conceptos a los que nuestra generación dio apertura. “No es que no podamos amar, claro que sí podemos, sólo que el amor puede tomar formas distintas al mandato único del amor eterno”, reflexiona.
Elías piensa que nuestra forma de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos, está altamente influenciada por los algoritmos de nuestras apps favoritas, y que esto tiene importantes consecuencias a nivel emocional e interpersonal. “Por la forma inmediata de comunicación que establecemos y lo pendientes que estamos de que el check del WhatsApp se ponga azul, y por cómo nuestras redes sociales construyen nuestra subjetividad a través de los likes a nuestras fotos y pensamientos, todo lo que no sea un stream de cosas que nos gratifiquen, nos parece mucho esfuerzo. Nuestros deseos no deben tardar tanto en cumplirse, porque si no, pierden el atractivo”, recalca.
Según un estudio de la Universidad de San Diego, los millennials tenemos menos relaciones sexuales —una vez cumplidos los 18 años— que nuestros padres a esa edad. “Para el millennial, el deseo no está influido por la presión social. Ser joven no le exige tener el deseo alto. Por el contrario, valora y defiende el deseo sexual personal”, declaraba el sexólogo argentino Walter Ghedín, en una entrevista al diario Clarín.
La libertad sexual propia de nuestra generación no siempre se traduce a un aumento en la cantidad de relaciones, sino tal vez, a esa capacidad que tenemos de elegir el cómo, el cuándo y el porqué. Sin imposiciones, sin estructuras a seguir, pero con mucha más información a mano. Si nos preguntan: “¿Cómo entendemos el amor los millennials?” Y, definitivamente, no hay una única respuesta. Porque el amor —así como la vida misma— puede tener múltiples interpretaciones.