Es hair stylist desde hace 15 años. Casada hace 17 y madre de dos hijos, durante mucho tiempo una de sus grandes interrogantes fue: ¿cómo compaginar una profesión tan demandante con la maternidad?
Por: Jazmín Gómez Fleitas
jazmin.gomez@gruponacion.com.py
Fotos: Natha Planás
Producción: Juan Ángel Monzón
Luján tuvo claro algo desde que ingresó a un salón: las horas requeridas por el oficio eran muchas, así como los días a la semana. “Como me casé muy joven, no quería tener hijos muy rápido; la maternidad era un deseo que tenía para el futuro. Y es así que de repente me encontraba pensando: ¿cómo voy a hacer cuándo llegue ese momento? Por eso, cuando me preguntan a quién admiro, yo respondo que a las peluqueras. Ellas salen de madrugada de sus casas y regresan a la noche. Pasan casi todo el día sin verles a sus hijos y es durísimo”.
Su esposo, Sergio Casco, siempre la apoyó en su deseo de hacer carrera en el rubro de la belleza. “Desde que tenía planes de estudiar hasta ingresar a un salón, siempre me bancó. Nunca sentí la presión del ‘llegaste tarde’ que algunos hombres o mujeres dicen constantemente. Es más, él me buscaba a la salida y muchas veces le hacía esperar porque aún no terminaba de trabajar”, recuerda.
Lo bueno fue que con los años dedicados y la experiencia en el rubro, Luján pudo encontrar una solución. “Empecé a manejarme con turnos. Como lo que hago es corte y estilismo del cabello, empecé a mantener una agenda para los turnos. Ahora esto es algo que se usa más en varios lugares; antes nadie se animaba a hacerlo. Esto fue lo que me permitió poder organizarme con mis hijos”.
Formar una familia
“Quería trabajar, desarrollarme, viajar, asentarnos como pareja, etc., como que uno va cumpliendo etapas. Y con los hijos, pasaban los años y yo decía ‘un año más’ hasta que en un momento, mi marido me dijo: hay que pasar a la siguiente etapa. Y fue después de eso que un día lo decidí. No le dije nada a mi esposo, porque él es súper ansioso, me fui al ginecólogo, y fue simpático porque yo quería mellizos, y el ginecólogo me dijo: ‘Flaca tranquilizate, tené uno primero y después hablamos de otro’. Como si fuera que uno pudiera elegir tener mellizos”, relata Luján entre risas.
Ella es muy metódica y organizada con los horarios, con sus planes a futuro, tanto que ya sabía que quería tener dos hijos y los tuvo: Rosario (9) y Genaro (7). “Se llevan dos años y medio, los tuve de seguido, y era algo que también formaba parte de mi plan. Quería que fueran compañeritos, que no haya mucha diferencia. Igual yo sé que los hermanos tienen esa unión que va más allá de la edad, pero para mí era importante que tengan eso para compartir”.
Luján viene de una familia de muchos varones. Ella es la única mujer de cuatro hermanos, su madre es la única mujer de su familia y su papá tiene una sola hermana. Por eso recuerda haber deseado durante mucho tiempo tener una hermana. Se imaginaba que se prestaban ropas y compartían cosas juntas. “Recuerdo que antes decía: solo voy a tener nenas (ríe) pero me vino la pareja y fue genial”.
Las personas de su entorno le dijeron en varias oportunidades que tuviera más hijos y ella se mantuvo firme en su plan inicial. “Llegó un momento, cuando mi hijo menor tenía tres años, que me agarró ganas de tener otro hijo. Me costaba darle espacio a esa idea porque era como aceptar el cambio en la estructura. Recuerdo que le hablé a mi marido y medio que le gustó la idea. Estuvimos entre que sí y que no, tratando de decidirlo y pasó el tiempo. Nunca voy a olvidar lo que me dijo una clienta: ‘Luján, de tener hijos nunca te vas a arrepentir, en cambio de no tener te podés arrepentir’. Y realmente, hoy me arrepiento de no haber tenido uno más, pero siento que ya no es el momento”.
El día a día
Aunque la logística familiar queda a cargo de Luján, las tareas son compartidas con su esposo. Y si bien ella trabaja en la peluquería de lunes a sábado, de lunes a viernes busca a los chicos del colegio para almorzar juntos en la casa. “Me organicé de manera acorde a mis tiempos en el trabajo. Elegir el colegio fue sumamente determinante porque tenía que ser uno sin doble escolaridad para que pudiera pasar tiempo con ellos. El horario fuerte en un salón es de 16 a 20, porque la gente tiene horario ejecutivo y aprovecha para ir después del trabajo”, señala.
Estos momentos compartidos son invaluables para ella, quien en cada conversación, rescata una anécdota y un aprendizaje. Como hace poco, cuando su hija la sorprendió con una reflexión respecto a la maternidad, en este caso a la de su perrita. “Me dijo que no quería que su perrita Koko tuviera cachorritos y le pregunté por qué: ‘Es que viste que ella es tan divertida y loca, y seguramente cuando sea mamá ya no va ser así, porque viste que las mamás son más serias’. Yo pensé: ‘Uy, ¿será que tengo que relajarme más y no ser tan seria o aburrida?”, recuerda.
En otra oportunidad, sus hijos le llamaron la atención respecto al uso del teléfono celular:
“Me señalaron que siempre que les busco del colegio estoy hablando por teléfono, y ¡wow! cierto. No me di cuenta porque es el momento en el que puedo devolver llamadas o responder mensajes, al salir de la peluquería. Pero es genial cómo te hacen caer en cuenta de esas cosas”, reconoce.
Luján no se complica mucho por transmitir las cosas que le gustan a sus hijos, como llevarlos a la peluquería a ver su trabajo, por ejemplo. Simplemente hace lo que a sus hijos les gusta. “Ellos me van guiando y creo que todavía van a ir descubriendo más cosas que les gusten porque aún son chicos y les voy a seguir acompañando con eso”, señala.
Recuerda que cuando ellos eran más chicos le preguntaron por qué tenía que trabajar tanto. “Les dije que lo hacía para que no les faltara nada y después como que reflexioné al respecto. Me di cuenta que estaba muy equivocada en decirles eso, porque como que les estaba creando la idea que el trabajo es sólo para tener cosas materiales y no es así. Sí que tenemos necesidades pero también lo hago porque amo mi trabajo. Y les volví a hablar. ‘Me voy a trabajar porque amo mi trabajo, porque es lo que me encanta hacer, así como ustedes tienen cosas que les encantan”. Y desde esa vez no me volvieron a reclamar nada. Les cambié la idea para que ellos también, el día de mañana, lo hagan porque les gusta, no porque es una obligación no más”.
La maternidad
Luján escucha cientos de historias de vida en su día a día embelleciendo a las mujeres y si algo aprendió, es que los momentos emocionales que van marcando la vida de una mujer son determinantes. “De la niñez a la adolescencia, hay un cambio de look. Para la boda, hay un cambio de look. Después de ser madre, hay un cambio de look. Se cambia de trabajo, hay un cambio de look. Es increíble ver como las mujeres vivimos etapas; y la que más me llama la atención es la maternidad”.
Sin embargo, a ella no le dio por cambiarse el look después de ser madre. “Siempre jugué mucho con los colores, desde adolescente, tenía el cabello largo como la mayoría a esa edad. Mis compañeras me decían ‘arco iris’, porque tuve todos los colores. Y yo no más me hacía (con papel chifón), no me iba a la peluquería a hacerme un arco iris como hoy sí se puede, con todos los mágicos colores de fantasía que existen. Pero cuando empecé en el salón, nunca me repetí un corte, aunque no me corto a menudo, máximo el flequillito. Y mi pelo va cambiando y voy jugando con eso, porque a medida que el cabello crece, se ve diferente”, detalla.
¿Su mayor aprendizaje? Vivir el momento y apreciarlo para guardarlo en la memoria. “Yo me proyectaba tanto que, de repente eso puedo impedir que disfrutes los momentos. Mi bebé tenía tres meses y yo ya quería que camine. Y ahora es como que ya pasaron esos momentos. Ya fueron. Entonces quiero ir con tranquilidad ahora, porque todas las etapas son maravillosas y te podés perder de disfrutarlas. Relajarse y disfrutar con ellos, ya tenemos mucha ansiedad alrededor”.