Hace 10 años que se dedica de lleno a su pasión. Aunque no fue un camino sencillo, ella fue perseverante. Ahora, con el reconocimiento internacional de Las Herederas, se abren nuevas puertas.
Por: Jazmín Gómez Fleitas
jazmin.gomez@gruponacion.com.py
Fotos: Manuel Meza
Estilismo: Matías Irala
Produción: Juan Ángel Monzón
Antes de hacer de la actuación su carrera, Ana probó otras dos que no concluyó. Primero eligió estudiar Análisis de Sistemas en la Universidad Católica de Asunción, y luego, Auditoría y Contaduría Pública, en La Nacional. ¿Se llevaba bien con los números? "Creo que sí. Mi papá era Ingeniero Civil y fue Campeón Nacional de Ajedrez. Era un tipo muy cerebral al que le gustaba mucho la Literatura, en especial la rusa. De hecho, cuando mis padres se conocieron, ambos estaban leyendo Los Hermanos Karamazov", cuenta con entusiasmo, y revela, que de la literatura rusa también nació su nombre: Ana Ivanova.
De su madre, una docente jubilada con vocación para el trabajo con niños, heredó muchos rasgos, entre ellos la emotividad. "Yo tengo esa mezcla. Lo racional de mi papá y la sensibilidad de mi madre", destaca. De hecho, además de realizar libros de informática y trabajar en institutos de enseñanza, también dio clases de computación a adultos mayores. "Aprendí muchísimo de psicología en ese periodo, porque muchos asistían como terapia, y también porque me ayudaba a entender cómo tratarlos socialmente. Es algo que me gusta muchísimo y que me ayudó a pagarme mis estudios de actuación en los inicios", recuerda.
Es curioso, pero durante la escuela y también el colegio, Ana no participó en obra de teatro alguna, ni siquiera recitó ante la clase. "Creo que una vez bailé y lo hice todo mal. Sin embargo me gustaba ver teatro y cine, y leer. Tuve un conexión que iba más desde lo racional, desde ese universo de mi papá", señala.
Su primer acercamiento al arte se dio en el año 1999, cuando la productora Patricia Masera la invitó a participar de un demo para un comercial de televisión: "Ella trabajaba con Arami Ullón (directora de la película El tiempo nublado) y recuerdo que grabamos en la calle Palma. Fue desde ahí que comencé a leer poemas o alguna cosa en la radio. Y en el 2003, decidí empezar un curso de actuación en el Instituto Municipal de Arte (IMA)".
Aunque la decisión estaba tomada, el curso recién se hizo realidad un año después, debido a responsabilidades laborales previamente asumidas. A partir del 2004, solo respiró teatro. Tras concluir el primer año de estudio, se metió de lleno a hacer danza-teatro con la compañía de Wal Mayans. "Aunque no parezca, soy tímida y en ese tiempo pude trabajar mucho el cuerpo", reconoce.
De forma paralela a sus clases en el IMA, tomó todos los cursos o talleres que pudo, de modo a conocer las diversas áreas de la actuación: clown, dramaturgia, etc. Estudió también en Buenos Aires y en el Teatro de los Andes de Bolivia, con su creador, el argentino Cesar Brie, quien "trabajó con Eugenio Barba y Jerzy Grotowski, que son los grandes padres del teatro universal", asevera con entusiasmo.
En el año 2007 culminó su carrera en el IMA, habiendo protagonizado un unipersonal dirigido por Galia Giménez, tras lo cual recibió una crítica del diario La Nación de Argentina —que aún tiene guardada en alguna parte de su casa— y que decía "brillante". Aquel fue un buen año, porque además obtuvo su primera participación en una película: El invierno de Gunter.
"Mi carrera siempre se basó en esto de experimentar, en la sed de conocer, en tomar todos los cursos que pueda. Me decían: 'Mirá esta persona trabaja así, o trabaja este lenguaje', y yo decía 'yo quiero probar esto'. Así pude trabajar con la mayoría de los que son nuestros referentes en el audiovisual, creo que me faltan dos. Y también me di cuenta de que elijo los personajes en base a que sean desafiantes para mí, algo que no haya hecho aún. Creo que el confort es un poco riesgoso, no es malo —ojo—, hay actores que eligen un género o que tienen su sello, pero en mi caso y con mi personalidad creo que sí es peligroso, porque uno se acostumbra fácilmente a trabajar con alguien o de una manera determinada", señala.
Luego de haber participado en más de 30 cortometrajes (entre institucionales y comerciales) y 7 largometrajes nacionales, Las Herederas le dio la oportunidad de brillar a nivel internacional. "Es muy grande lo que nos pasó y sigue pasando", señala acerca de la película del director paraguayo Marcelo Martinessi, que recibió dos Osos de Plata en la Berlinale este año.
Una carrera de resistencia
Aunque ahora está en el centro de las miradas, Ana reconoce que no siempre fue así:
"Hace 10 años que vivo solo de actuar. Primero hay que sobrevivir, llenar el estómago. La gente cree que esto de repente es muy exquisito, muy selectivo. Y si ganás tu dinero, quizás puedas darte el lujo, pero al comienzo no. En algún momento pasé muy mal porque no tenía trabajo, sobre todo en los primeros años. Pero hice muchas obras y no me arrepentí, porque también me ayudó a hacer cosas nuevas constantemente".
Tras los premios obtenidos con Las Herederas en Berlin, y luego de su estreno en Paraguay, Ana solo disfruta. "Esto que yo vivo ahora, tiene que ser en este momento. Y esto no sólo para mí, es para todos los que somos parte de la película. Todo lo otro, tal vez se pueda repetir, pero lo que le pasa ahora a la película no", señala. Tal es su dedicación a la promoción de la filme, que incluso se vio obligada a rechazar dos proyectos nuevos (una obra de teatro y una película).
"Me ayudó mucho la humildad en el camino. No olvidar de donde uno viene. Yo vengo de una familia que en un momento —en realidad la familia de mi padre— tuvo mucho dinero y después ya no más. Y lo único que heredé de mi familia —además de una pulsera que se perdió por ahí— fue la educación. Y yo creo que eso me abrió un montón de puertas que continúan abiertas y sé que más se van a abrir".
Así como también ama las plantas —tiene un patio lleno de plantas y le gusta regalarlas—, le encanta leer, andar en bicicleta los fines de semana y enseñar. "Tengo el privilegio de trabajar con los chicos. Ellos están empezando y me recuerdan a cuando yo inicié en este camino, sin saber a dónde me iba llevar. Ahora ellos empiezan con una expectativa y es genial. Yo comencé sin expectativas de éxito, más por llenar una sed de exploración de este lenguaje y terminó convirtiéndose en mi vida", reconoce.
¿Qué le depara el futuro? "Ahora mismo estoy viviendo un día a la vez. Y no entro en la angustia de pensar en todo lo que tengo que hacer cada día o lo que vendrá. Voy a seguir viviendo de esto, de la actuación. Y ahora disfruto este momento. Tengo agenda abierta a ver qué pasa. Hay propuestas de Europa, pero estoy tranquila. No me quiero apurar".