Hace unos días me dije a mí misma: ¡Ahora sí que aprendí a cocinar! Fue como uno de esos pequeños momentos reveladores, que de vez en cuando pasan en la vida.
Por: Aura Zelada
No fue después de cocinar una cena sofisticada, sino luego de haber estado sólo 20 minutos en la cocina —arreglándome con los ingredientes que tenía— y aún así haber logrado que los cuatro miembros de mi familia, yo incluida, digamos: ¡Qué rico!
Eso es aprender a cocinar. Porque a seguir recetas ya aprendí hace tiempo (y yo creía que con eso ya había aprendido a cocinar). Entraba a la cocina muy confiada, sólo porque estaba preparada con todos los ingredientes solicitados. Debían estar exactos. Si la receta decía aceite de maíz y yo tenía de oliva, no valía. Y así, un sinfín de autorestricciones.
Con el tiempo fui volviéndome un poco más rebelde y a cambiar los ingredientes que no tenía. Muchas asquerosidades tuvieron que comer angá mis comensales, o al menos probar.
El único amable siempre fue mi marido, que siempre contestaba con un drástico silencio luego del primer bocado, y sólo me decía: “sí, rico está”, después de que yo me quedaba mirándole expectante, la espera de una respuesta.
Así también tuve varios Mmmmmmmm —con los ojos abiertos por la sorpresa—, después del primer bocado. O incluso antes, con solo percibir los aromas en la cocina.
Y aunque esto suene trilladísimo, estoy convencida de que en la cocina hay una conexión emocional muy grande. Definitivamente, lo que sale de ahí es un reflejo del estado de ánimo de las personas.
Dos generaciones de muy buenas cocineras me preceden. Mi abuela y mi mamá fueron aplaudidas por sus buenos platos en la familia, y yo, bueno, puedo decir que nací con una vara muy alta en ese sentido. Tanto que ni siquiera me animé a entrar a esas ligas.
Pero la vida en familia te lleva a esto. No se puede vivir de delivery o de cenas congeladas que preparó otra persona. Y si te digo que no se puede, es porque ya lo intenté.
La única que me resultó fue amigarme con la cocina. Perderle el miedo y animarme a probar. Lo hice primero apostando a lo simple y de ahí empecé a experimentar con ingredientes sofisticados ¡siempre de a uno!
Comencé a detectar las preferencias de mis comensales, pero también a ponerme firme y obligarles a que prueben cosas nuevas. Las videorecetas en internet fueron y siguen siendo una parte muy importante de todo esto.
Mantener el orden en la cocina es primordial. Aprendí a detectar cuáles son mis utensilios favoritos y cuáles están demás. Me amigué también con la canilla, ahora lavo rápido luego de usar, en lugar de agarrar otra y otra cuchara y terminar ensuciando todo.
Saber cocinar es hacer con los ojos cerrados eso que te sale tan delicioso, que te resulta tan rápido y fácil que no dudás en ponerte a prepararlo. A veces incluso te sorprende que a la gente le guste tanto eso que es tan simple, que cuando te piden la receta, les decís casi avergonzada de lo simple que es.
Eso es saber cocinar, un arte que cada día espera reflejar lo mejor y lo peor de vos. Porque así sos y así te quieren.
Aura Zelada
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