Nos adentramos en la vida, experiencia, cocina e incluso casa, de los chefs más admirados del mundo, para descubrir cómo dan vida a las recetas por las cuales sus restaurantes tienen lista de espera. Así de apasionante es Chef's Table en Netflix.

Por: Jazmín Gómez Fleitas

De chica siempre me llamaban la atención porque juzgaba a la comida por su apariencia, pero es que el plato nos sugestiona por su presentación, nos predispone a degustarla con expectativa o con una cierta duda de entrada. Es por eso que Chef's Table me conquistó desde el primer episodio. Es una joya para cualquier amante del buen comer, de quien se anima a probar nuevos sabores y se deja sorprender.

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No importa si se sabe poco en materia gastronómica, la serie tiene todas las de ganar al introducirnos al detrás de bambalinas de la cocina. Al explicarnos y mostrarnos en detalle cómo las mentes -y manos- más brillantes de la cocina conciben sus recetas, qué cosas les sirven de inspiración, cómo eligen sus ingredientes, cuáles son sus hábitos, y cómo con el tiempo, sólo el tiempo, les da el crecimiento.

Para quienes no son tan fans de los documentales, esta serie-documental que ronda los 40-55 minutos, no es igual a ninguna otra. La fusión entre food porn (fotografías de comida irresistible) y lecciones de vida, es perfecta. Además de mostrarnos el proceso creativo y de producción de los platos, no se queda solamente ahí, nos muestra el contexto completo. Nos cuenta la vida de los chefs, nos habla de sus familias, de sus ciudades o sus pueblos, y también de los fracasos que tuvieron.

Sabemos que son los mejores del mundo, y la serie nos muestra por qué pero no los deja allá, arriba en el pedestal, inalcanzables; sino que al mismo tiempo que nos enseña lo geniales que son en su materia, también lo hace con su lado más humano. Y es curioso que en algún momento uno sí o sí se plantea ¿debería estudiar gastronomía? Porque uno termina simplemente enamorado de todo y se queda con ganas de más. Comer mejor, apreciar mejor. No es necesario ser un foodie (aficionado a la comida y bebida) para verla, pero quizás te conviertas en uno.

Mi frase favorita de la vida es que "la comida es amor". Nos reunimos con amigos y compartimos comida. Salimos a cenar con nuestras parejas. Disfrutamos de un almuerzo familiar y una larga sobremesa que nos une aun más. La comida es el mejor reflejo del cariño hacia alguien, aún más cuando le cocinamos. Nos conquista con el paladar, y no hay forma de que la comida no nos deje mejor de lo que estábamos, así también, es toda una catástrofe comer algo y que nos decepcione.

Cuando la cocina es arte

El 17 de febrero Netflix estrenó la tercera y más nueva temporada, cada una de ellas consta de seis episodios y cada uno de ellos es enteramente sobre la vida de un chef en específico. El creador es David Gelb y en sus palabras: "Los chefs son artistas. Pienso en ellos más como artistas de teatro, porque lo que hacen nunca es igual dos veces. Cada noche, ellos tienen que asegurarse de estar dando la presentación de su vida. Y cuando la comida está hecha, se va, y sólo queda en la memoria. Es como una obra".

Para el director, todos los chefs que han grabado tienen en común estos tres puntos: que están en lo más alto de su profesión, en término de talento como presentación; que tienen un punto de vista sobre la comida totalmente distinto al de cualquier otra persona y nada los detendrá para llevarlo a cabo, y que tuvieron que hacer sacrificios.

El ingrediente más importante en todas las historias es el personal. La comida es el hilo conductor para disfrutar de algo genuino y cautivador, tanto que no nos damos cuenta de que los capítulos son dirigidos por diferentes directores y nos quedamos prendados del genial trabajo fotográfico de Will Basanta y Adan Bricker, quienes nos hacen agua la boca con las extraordinarias imágenes de los platos.

Y es que si aprendemos algo a lo largo de todo el recorrido, es que la cocina se trata de mucho más que solo el chef que inventa la receta, es todo un trabajo en conjunto. De extraer los ingredientes de la comunidad local hasta todos los que participan en su elaboración, y finalmente, quienes lo disfrutan.

En la primera temporada conocemos a Massimo Bottura -apartado especial para él más adelante-, a Dan Barber, a Francis Mallmann, a Niki Nakayama, a Ben Shewry y a Magnus Nilsson. Barber es jefe de dos cocinas en Nueva York y él se enfoca en mostrar el uso de los productos de temporada, de una cocina responsable. El argentino Mallmann lo impregna todo con su personalidad, su pasión es la cocción al fuego y los increíbles paisajes de la Patagonia nos dejan atónitos.

Para la primera mujer de la serie, la japonesa Nakayama, todo se trata de la atención al cliente. Guarda un registro de los platos favoritos de ellos y en base a eso realiza menús personalizados. En Melbourne, Australia, está la cocina de Shewry, quien apuesta por los sabores del mar y una cocina sostenible. Mientras, para Nilsson en Suecia, su mayor reto se trató de aprovechar una situación desfavorable para reformular la tradición de su localidad.

Dos episodios para atesorar

Mis favoritos de las dos temporadas -la tercera te la dejamos a tu cuenta para que la descubras- se encuentran en Massimo Bottura de Italia y Ana Ros de Slovenia. La historia de Bottura porque inicia dandónos el contexto de su ciudad, de cómo empezó ayudando en una catástrofe que se vivió allí, porque continúa mostrándonos cómo se volvió el visionario reconocido mundialmente por reinterpretar la cocina tradicional italiana, la historia de amor con su esposa y el arte como su inspiración. Sus platos son verdaderas obras de arte y hay uno en especial, que me encantaría probar alguna vez: The crunchy part of the Lasagna (la parte crocante de la Lasagna). Y es que al verlo no pude sino pensar en cómo me peleo con los comensales por el borde crocante del chipa guasu de mi madre. ¿Será lo mismo?

Y la siguiente, la historia de Ana Ros, que simplemente es inspiradora. Ella, contra todo pronóstico, deja lo que sería una prometedora carrera como deportista para casarse con su novio sommelier. Tiempo después, el suegro se jubila y le deja su restaurante al hijo. Sin embargo, como él ya era el sommelier y con años de trayectoria, no lo iba dejar todo para aceptar ser jefe de la cocina, y es ahí donde inicia el desafío de Ana. Sin ningún conocimiento previo acepta el encargo y conocer su historia de crecimiento, desde cero hasta ser una de las mejores, es simplemente alucinante.

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