• Por Paulo César López
  • paulo.lopez@nacionmedia.com
  • Fotos: Jorge Jara

Un equipo de La Nación/Nación Media visitó el parque nacional lago Ypoá bajo la guía del profesor Herminio Morínigo, poblador de la compañía Achotei del distrito de Quiindy, departamento de Paraguarí, quien se encarga de realizar visitas guiadas al lugar y nos cuenta durante la travesía algunas de las misteriosas historias que rodean a este mítico espejo de agua.

La soleada mañana se trocaba progresivamente en un cielo poblado de nubes amenazantes a medida que abandonábamos Central para adentrarnos al noveno departamento. A la altura del kilómetro 110 de la Ruta PY01 torcimos el rumbo a través del desvío a Valle Apu’a, un accidentado camino de tierra que tras varios días de lluvia se encontraba anegado en varios tramos.

Luego de repetidos e infructuosos intentos de comunicarnos con quien sería nuestro guía, el profesor y técnico pedagógico de la supervisión local Herminio Morínigo, finalmente llegamos a su vivienda. El hombre, de unos 50 años, es un entusiasta poblador de la zona y protector del lugar que realiza visitas guiadas en canoa y lancha a las diversas islas los sábados, domingos y feriados.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Tras los saludos de rigor, se dirige diligentemente a la carrocería de la camioneta para ubicar dos botellas de combustible para el motor que sería adaptado al pequeño bote que ya había sido llevado con anticipación por Carlitos y Bryan, su hijo y un sobrino que lo asisten durante sus labores de guía para los turistas y aventureros que recurren a sus servicios para llegar a este santuario alrededor del cual se han tejido múltiples leyendas y extraños sucesos.

El camino al lugar es arduo y dificultoso, por lo que se recomienda visitarlo con un baqueano para no extraviarse en los caminos vecinales, que en algunos tramos están casi totalmente cubiertos por la vegetación. Para llegar al lago se deben cruzar numerosos arroyos que en temporadas lluviosas se desbordan, por lo que es más seguro ir en vehículos todoterreno.

Lo que prometía ser un día ideal se había convertido repentinamente en una amenaza cada vez más cierta de tormenta. Las olas chocaban con fuerza contra la playa. El agua se alborotaba cada vez más por efecto de los vientos.

ÁREA PROTEGIDA

El imponente complejo acuático está ubicado en el centro oeste del país, entre los departamentos Central, Paraguarí y Ñeembucú. Forma parte del parque nacional Lago Ypoá, que tiene una extensión de 119.000 hectáreas, y fue declarada reserva natural y parque nacional en 1992. El lago está rodeado por el planalto del Ybycuí y tiene en promedio 1,40 metros de profundidad, pero en la parte más honda llega hasta los 3 metros.

Durante el camino, don Herminio, de unos 50 años de edad, nos cuenta que debido a la tierra pantanosa no apta para la agricultura la principal actividad productiva de las fincas y estancias de la zona es la ganadería. Esto ha provocado que grandes parcelas de bosques hayan sido convertidas en pasturas para el engorde de los animales.

Durante nuestra charla, interrumpida a ratos por el descenso de nuestro guía para abrir las tranqueras, sigue relatando que gracias a acuerdos con los diversos propietarios fueron abriendo caminos en los lindes de los establecimientos debido a que varios de ellos ya no permitían el paso por el interior de sus campos. Antes de que estos caminos se construyeran, don Herminio recuerda que llegar hasta el lago les podía llevar incluso hasta tres días.

Mientras avanzamos lentamente nos va contando las peripecias y accidentes sufridos por los aficionados al deporte motor que cada tanto llegan para realizar el tramo al lago. Como muestra apunta hacia el esqueleto incinerado de un auto que ardió en llamas a raíz de que el conductor forzó en exceso el motor en su intento de salir de un lodazal en el que había quedado atascado.

LIMPIEZA

A más de ello, nos dice que se encarga de realizar junto con otras familias de la zona periódicas incursiones para limpiar los caminos y recoger los residuos dejados por algunos visitantes y pescadores que llegan a la playa y muelle para sus respectivos menesteres.

“Lo mitã ohose la lugar ipotîháme, pero la ohohápe omongy’apa hikuái. Mandamos poner letreros, basureros, asientos, parrillitas. Lo mísmonte oipe’apa hikuái” (La gente quiere ir a los lugares limpios, pero a donde va ensucia todo. Mandamos poner letreros, basureros, asientos, parrillitas, pero sacaron todo), se lamenta.

Por ello, su pedido a los visitantes es cuidar el espacio, no dejar sus desperdicios en el lugar al tiempo de subrayar que la caza está prohibida.

De la playa nos dirigimos en bote rumbo al atracadero para abordar una canoa más grande rumbo a la primera de las tres islas del lago, que estrictamente son penínsulas. Así, desembarcamos primero en Marcelo Kue, la más grande, de cuyo origen toponímico no pudo explicarnos más que el primer habitante de la isla fue un hombre con ese apelativo.

LEYENDAS

A renglón seguido nos cuenta que él nació en la isla que es conocida como Pa’i Kue, bautizada así debido a que antes de la Guerra Guasu allí residía un cura. Las historias sobre la guerra son abundantes, así como sobre hallazgos de plata yvyguy, los tesoros enterrados por sus propietarios para que sus bienes no caigan en poder del ejército invasor.

Don Herminio nos refirió la historia de la familia que habitaba la isla Fretes, que alertada por la llama de un árbol ardiente que aparecía durante las noches cuando había amenaza de tormenta siguió el rastro y pudo desenterrar valiosas joyas antiguas gracias a cuya venta se mudó al pueblo de Quiindy. Otra de las narraciones refiere que durante los temporales se escucha el tañido de una campana, que según la memoria popular cayó a las profundidades del lago en ocasión de la huida de unos soldados que escapaban de las tropas aliadas.

Así también, son numerosos los relatos sobre la persistente aparición de objetos brillantes que permanecen en el cielo por largos minutos y hasta horas. Una pobladora incluso recurrió a las autoridades de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil (Dinac), Dirección de Meteorología y con la Agencia Espacial del Paraguay (AEP) para intentar esclarecer los sucesos.

Concurrió al llamado un técnico de la AEP, que con un telescopio intentó seguir el movimiento de las luces, pero no fue posible identificar la naturaleza de los cuerpos luminosos debido a la velocidad a la que se desplazaban, según un reporte del canal El Kaso D, que recoge versiones de los pobladores según las cuales regularmente emergen luces del lago para ascender hasta el cielo y luego desaparecer.

Otro de los hallazgos más comunes eran los restos de cerámica con grabados que habrían pertenecido a pueblos indígenas que habitaron el lugar en una época indefinida. En efecto, se han realizado excavaciones arqueológicas en las que se encontraron más muestras de material cocido, así como restos óseos.

GENIO PROTECTOR

“Ndokymo’ái kóa” (este no va a llover), nos asegura para intentar tranquilizarnos mientras el bote se tambalea por la fuerza del oleaje. Bajamos al muelle, que acusaba rastros de que un animal había sido carneado recientemente. Durante nuestro breve recorrido nos topamos con una confortable cabaña turística deshabitada y tres perros famélicos que festejaron nuestra llegada. Don Herminio desenvuelve su vianda y nos invita unas tortillas de almidón con mandioca. Recargamos combustible en el desembarcadero y mientras nos dirigíamos a la isla Valdez, de unas cuatro hectáreas de extensión y más conocida como la isla flotante, los nubarrones ya se habían cernido completamente a nuestro alrededor.

“¿Esta es la isla que se dice que se mueve?”, le consulto a don Herminio. “Mba’e piko oku’éta ndéve millones de toneladas. (Qué se van a mover millones de toneladas). El agua lo que se mueve”, afirma lanzando una risotada. “Eso dice el mito, pero según la física no se va a ningún lado. Ahí hay toneladas de piedra y hay un pedazo de tierra que lo une al humedal. Entonces es imposible que se mueva, pero eso le gusta a la gente, es lo que atrae. La isla está en la parte angosta del lago, por lo que al movernos hacia algunas partes parece que la isla aparece y desaparece”, añade.

Consultado sobre las versiones de avistamientos de animales extraños y objetos luminosos en el cielo, señala que aunque nunca le tocó ver, sus padres le contaban que en momentos de aguas calmas llegaron a divisar un animal de gran envergadura con cabeza de caballo flotando sobre el agua. Según la leyenda, en 1890 el presidente Juan Bautista Egusquiza llegó a presenciar la aparición de la criatura y obsesionado con la idea del apareamiento mandó construir un corral en donde encerró a un conjunto seleccionado de yeguas para que el extraño ser pudiera reproducirse.

Según algunas versiones que tratan de explicar “racionalmente” la aparición, podría tratarse de un manatí, una especie de vaca acuática, e incluso por las “características del lugar podrían haber sobrevivido varios animales prehistóricos, que se adecuaron al ambiente, como sucedió en otras partes del planeta”, sostiene la historiadora Margarita Miró.

En una compilación de mitos de la zona publicada bajo el título de “Ñe’ê paje. La magia de la palabra”, Miró acota que, en efecto, Ypoá es una adulteración del vocablo Ypóra, que podría ser traducida de manera literal como agua de los fantasmas. Añade que la tradición da cuenta de la existencia de Pirahû, un genio tutelar de las aguas cuyo sobrenombre era Ypóra y que equivalía a una suerte de Poseidón.

RETORNO

De pronto nuestro guía cambia el pronóstico del clima. “Kóa oĝuahêta” (este va a llegar), dice respecto al temporal que en principio parecía haberse detenido hacia el sur. Por ello, poco antes de llegar a tierra desviamos de curso para bordear la isla y evitar cruzar por el centro del lago cuando la lluvia ya se estaba largando sobre nosotros.

Los relámpagos y truenos nos rodeaban en un intermitente círculo luminoso y tronante. El mito de Ypóra dice que este vive oculto en la isla Valdez y que no es posible acercarse a él impunemente, pues agita las aguas generando un fuerte torbellino de agua para ahuyentar a los que buscan profanar sus secretos.

Antes de llegar al atracadero donde debíamos tomar la canoa más pequeña para dirigirnos nuevamente a la playa, el motor se quedó sin combustible. Entonces con una larga tacuara don Herminio dirige la canoa a lancha róga. Una vez llegado aquí, nos negamos a seguir el camino en canoa. Esperamos bajo el cobertizo del muelle con el agua hasta las rodillas a que el temporal acabe. “Este no va a escampar enseguida”, nos advierte y sugiere seguir el camino por tierra.

Mientras nuestro reportero gráfico se quedó a resguardar los equipos y teléfonos bajo el techo del amarradero, nos lanzamos al interior de la selva umbrosa bajo la intensa lluvia rumbo a la playa, donde nos aguardaba Pájaro, el conductor del móvil y a quien no le llegaban nuestro mensajes de pedido de auxilio. Pero uno de los wasaps al fin pudo llegar y cuando nos encontrábamos aproximadamente a mitad de camino vimos la luz de una camioneta que se dirigía hacia nosotros. ¡Era Pájaro que venía a buscarnos!

Subo a la camioneta para dirigirnos al muelle para recoger a nuestro compañero mientras que don Herminio siguió el camino a pie para encontrarse con su hijo y sobrino. Sin guía, bajo la lluvia e incomunicados seguimos hasta un punto donde ya no pudimos avanzar. Habíamos errado el camino. Luego de desandar un trecho de varios kilómetros retomamos el rumbo correcto.

Cuando al fin llegamos don Herminio se nos había adelantado y se aprestaba a finalizar los preparativos de regreso. Subimos la canoa más pequeña al techo de su camioneta y cuando nos disponíamos a partir la lluvia cesó de súbito así como había empezado. El sol destellaba dibujando un arcoiris en el horizonte. En fin, misterios del lago Ypoá.

Ecosistema flotante

El estudio titulado “Dinámica de los embalsados y tendencias” fue elaborado por Fátima Mereles y Danilo Salas, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). El trabajo forma parte del proyecto “Redefiniendo los límites del lago Ypoá”.

La investigación precisa que este complejo está conformado por tres lagunas –Cabral, Verá y el lago Ypoá–, “que se suponen son una sola, separadas por grandes masas de embalsados. Se denominan embalsados a un conjunto de vegetación acuático-palustre que se encuentra arraigada a un sustrato o suelo, el que a su vez, en la mayoría de los casos, flota sobre el agua en general con escasa o ninguna corriente o cuando la misma va perdiendo velocidad a medida que se acerca a su destino final (desembocadura), como es el caso de los que se encuentran en los deltas fluviales”.

El trabajo precisa que los embalsados, cuyo hábitat ideal son las aguas lénticas, constituyen verdaderos ecosistemas flotantes, puesto que en su seno se desarrolla no solo el mencionado tipo de vegetación, sino también microorganismos que permanecen prendidos a los órganos de las plantas. A su vez, las raíces de estas sirven de refugio a alevines y otros organismos acuáticos como insectos, ácaros e incluso sirve para el desove de aves, reptiles y anfibios.

“Estas aguas podrían considerarse como mixtas, porque en superficie mantienen un cierto movimiento producido por el viento, en tanto que hacia las profundidades las aguas permanecen estáticas, dando lugar a la formación de embalsados que no pasan de las primeras fases”, señala un pasaje del informe, que detalla que los embalses se forman por el entrelazamiento de las raíces de las plantas, que al descomponerse y unirse con polvo transportado por el viento van formando un suelo orgánico al cual se unen sustancias inorgánicas que se van solidificando mecánicamente a través de distintas fases, así como a través del desprendimiento del suelo de la orilla del lago.

Inicialmente el complejo acuático era uno solo, pero a raíz de la “geomorfología y la escasa profundidad, la procedencia de los vientos más intensos y, por sobre todo, la descarga de las aguas del lago hacia su inclinación natural, el río Paraguay, sin que haya una diferencia tan pronunciada de nivel, podrían ser razones separadas o conjuntas que influyan sobre el desarrollo de los embalsados”, exponen los autores.


Etiquetas: #visita#Quiindy

Déjanos tus comentarios en Voiz