Shirlei Aparecida de Souza aplasta a pisotones las latas vacías que recolectó por las calles de la periferia de Sao Paulo para convertirlas en sustento familiar y en el inicio de un ciclo de reciclaje del que Brasil es modelo. Para el medioambiente, la reutilización del aluminio evitó la emisión de 15 millones de toneladas de gases de efecto invernadero en la última década.

Esta mujer de 38 años es una entre un millón de recolectores en Brasil, parte fundamental de un proceso que en 2022 igualó por primera vez la cantidad de material reciclado al total de latas producidas, según Recicla Latas, asociación de fabricantes y recicladores brasileños. Y sirve de sustento para personas en situación de pobreza, cuya búsqueda entre los desechos se ha vuelto una escena cotidiana en todo el país.

“Cada día de colecta puede rendir unos 20 reales (USD 4) que alcanzan para lo básico: un paquete de arroz, frijoles o alguna carne”, dice a la AFP la recolectora, que vive con su esposo y una de sus cinco hijas en una casa sin acabar en Jardim Lapenna, barrio del este paulista. Vestida con camiseta, pantalones cortos y chanclas, sale de recorrida temprano junto a su madre, quien la introdujo en esta “tradición familiar” a los 15 años.

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Shirlei arrastra una bolsa de consorcio negra, que espera llenar: por cada kilo de latas, unas 67 unidades, recibe 6,20 reales (USD 1,3). Agrupados en cooperativas o de forma independiente como Shirlei, los recolectores venden el aluminio a chatarreros o centros de recolección, que a su vez abastecen a las grandes recicladoras.

Comparada con otros materiales, como el cartón, “la lata tiene mayor valor, y menor volumen para cargar, por eso hay mucha competencia entre los recolectores”, explica Aline Sousa da Silva, articuladora social de la Asociación Nacional de Recolectores (Ancat).

Pedro, de 31 años, comienza a las cuatro de la mañana para llegar primero. “Cuesta y no sobra nada, pero se gana dinero honestamente”, dice, sentado al volante de una camioneta desvencijada, con una montaña de bolsas en la parte trasera que juntó cerca de la Avenida Paulista, símbolo de poder de la ciudad.

Reciclaje 100 %

En otro punto de Sao Paulo, dentro de un galpón de la empresa de reciclaje Latasa-Garimpeiro Urbano, un camión vuelca toneladas de latas de colores junto a una máquina que las compacta en cuadrados. Estos se trasladan a una planta de fundición, donde el aluminio -que puede reciclarse infinitamente- queda listo para reinsertarse en la producción de las empresas, un proceso llamado “logística reversa”.

Este ciclo alcanzó un récord en 2022, al reciclar el 100 % de su producción de envases de aluminio, posicionando a Brasil como referente global. “Los recicladores procesaron 390.000 toneladas de latas desechadas, equivalente a los 31.850 millones de unidades comercializadas por los fabricantes”, detalla Renato Paquet, secretario ejecutivo de Recicla Latas.

De acuerdo con los datos de la industria utilizados por el gobierno, el gigante sudamericano supera, por ejemplo, a Estados Unidos, donde se recicla alrededor del 60 %, o la Unión Europea, con 73 %, según las últimas cifras difundidas por los respectivos sectores.

De vuelta a las góndolas

Desde que dejan las góndolas en manos de consumidores, las latas vuelven renovadas al supermercado “en un promedio de 60 días”, estima Danilo Machado, supervisor y responsable de logística en la sede de Latasa-Garimpeiro Urbano.

Ese centro del Grupo ReciclaBR, dice, alcanzó en los últimos años sus “mayores volúmenes de procesamiento”, acompañando el crecimiento del reciclaje en la mayor ciudad de Latinoamérica, de 11,5 millones de habitantes. La recuperación de latas viene avanzando desde 2010, cuando los fabricantes sellaron un compromiso con las autoridades. Y excedieron ampliamente la tasa de 4 % de reciclaje general de residuos.

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Según Paquet, las cifras se explican por un alto consumo, de 156 latas per cápita anual; una recolección selectiva creciente; y una estructura nacional de centros de colecta, que abastecen a gigantes como Novelis, la mayor recicladora del mundo.

Además de los beneficios medioambientales, la actividad inyectó en la economía 6.000 millones de reales anuales (unos USD 1.250 millones). Aunque la mayoría de los recolectores todavía trabaja en la precariedad, esperan que un día eso cambie. En un acto sin precedentes, Luiz Inácio Lula da Silva dio un lugar privilegiado a los recolectores en su toma de poder este año, al incluir a Aline Sousa da Silva entre los “representantes del pueblo” convocados para entregarle la banda presidencial.

Fuente: AFP.

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