En la oscuridad de la ciudad de San Francisco, un taxi sin conductor frena mientras figuras enmascaradas lo rodean como un animal acosado. Uno de los hombres coloca un cono en el capó: desconcertado, el coche autónomo enciende las luces de emergencia y se detiene en medio del carril. Esta semana, este curioso incidente se ha repetido decenas de veces en la capital estadounidense de la tecnología. Un grupo de activistas se divierte inhabilitando taxis robot por la noche para protestar contra su proliferación, una fuente de fricciones entre el estado de California (oeste) y concejales locales.
“Creemos que todos los autos son malos, no importa quién o qué los conduzca”, declara a la AFP Alex (nombre ficticio), un idealista del colectivo Safe Street Rebel, radicalmente propeatón y prociclistas. Para él, este vehículo futurista “no es un nuevo modo de transporte revolucionario”, sino que “otra forma de establecer el dominio del automóvil” en la sociedad moderna.
Con unos sencillos conos como los usados en la construcción, el grupo consigue inmovilizar varios minutos los taxis robot de Waymo y Cruise, las dos empresas autorizadas a operar en San Francisco, hasta la intervención de un técnico. Su acción acumula millones de visualizaciones en las redes sociales y despierta polémica, justo en momentos en que California estudia permitir que estas empresas ofrezcan un servicio pago en la ciudad las 24 horas del día.
La Comisión de Servicios Públicos de California, responsable de la supervisión de los vehículos autónomos, pronto podría permitir que Waymo y Cruise amplíen sus servicios. Entonces funcionarían como las aplicaciones de Uber o Lyft, pero sin conductores al volante.
Parte de la vida cotidiana
Esa perspectiva hace temblar al municipio. Puede que San Francisco sea la cuna de los coches autónomos -los primeros empezaron a circular por allí en 2014 con un conductor “de seguridad”-, pero actualmente preocupa la multiplicación de incidentes con taxis sin chofer.
Desde hace un año, su puesta a prueba ya no requiere legalmente tener un humano en el vehículo para casos de imprevistos. Encontrarse con un Jaguar sin nadie detrás del volante es parte de la vida cotidiana, no un relato de ciencia ficción.
La robotización total de esa experimentación viene acompañada de inconvenientes. Autos detenidos en la carretera, bloqueando la línea de autobús o chocando en medio de la escena del crimen frente a policías enojados: en esos casos se destacan los vehículos Cruise y Waymo, incluso aunque no se hayan registrado accidentes fatales para seres humanos.
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A principios de junio, un taxi robotizado de Waymo atropelló y mató a un perro que apareció repentinamente en la calle. Días después, Aaron Peskin, concejal del legislativo de San Francisco, denunció “la decisión apresurada de la CPUC de permitir un aumento masivo del tráfico (de taxis autónomos) en nuestras calles”.
La ciudad se opone a la iniciativa del estado de California, único que adopta esas decisiones. Este invierno boreal, la Autoridad de Transporte del Condado de San Francisco envió una carta a la CPUC destacando el registro de 92 accidentes automovilísticos de este tipo.
Y la polémica parece quedar instaurada: la CPUC, que a finales de junio iba a autorizar a Waymo y Cruise a ampliar sus servicios, aplazó dos veces su decisión, ahora prevista para el próximo 10 de agosto. Actualmente, Cruise solo puede cobrar por sus servicios entre las 22:00 y las 6:00 locales; Waymo no puede facturar sin contar con un humano detrás del volante. Bajo este régimen experimental, sin embargo, las dos empresas han conservado clientes.
La seguridad, centro de debate
Jaeden Sterling se traslada diariamente a bordo de un taxi robot. “Los uso principalmente por conveniencia y seguridad”, alega el joven de 18 años. Desde el asiento trasero de un automóvil Waymo, monitorea en una pantalla los vehículos, peatones y otros ciclistas detectados en tiempo real por el software de comando.
Esto le inspira más confianza que la conducción “peligrosa” de muchos choferes de las empresas de aplicaciones que “tienen prisa porque su salario se basa en la cantidad de viajes que hacen”. Las paradas intempestivas de vehículos autónomos le parecen más bien una acción de cautela. La seguridad también es el principal argumento de Waymo y Cruise.
Los taxis robot de Waymo han recorrido “más de un millón de kilómetros” sin “ninguna colisión de peatones o ciclistas”, subraya la compañía a la AFP. En cuanto a las colisiones con otros vehículos, fueron casos que “implicaron violaciones de las normas o conductas peligrosas por parte de los conductores humanos”.
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Pero algunos ciudadanos siguen teniendo una postura cautelosa. “Incluso si fueran realmente más seguros, ¿cuál es la garantía de que un error realmente peligroso no aparecerá en su producción la próxima semana?”, se pregunta Cyrus Hall, de 43 años.
Para este ingeniero informático, los incidentes actuales son demasiado importantes para ignorarlos. Sobre todo, porque San Francisco sirve de ejemplo en un país en el que están expandiéndose, con la llegada de coches autónomos a ciudades como Los Ángeles, Phoenix o Austin. “Conocemos sus defectos. ¿Por qué deberíamos permitir que a una empresa que produce software que provoca ese comportamiento se le autorice ampliamente el uso de sus vehículos sin solucionar el problema?”, sentenció.
Fuente: AFP.