Cuando impusieron cursos de patriotismo el pasado septiembre en su escuela moscovita, Tatiana Chervenko se negó a enseñar “propaganda” a sus alumnos, de unos 13 años, en pleno asalto ruso contra Ucrania. En un primer momento, la docente impartía matemáticas en las horas reservadas a educación patriótica pero luego, presionada por el equipo directivo, abordó esa temática, aunque sin reproducir el discurso del Kremlin.
Un acto de resistencia que le costó dos advertencias de la dirección. En octubre, unos hombres con la cara cubierta la arrestaron en su escuela, la metieron en un vehículo de la policía y la mantuvieron detenida varias horas. Al final, en diciembre, fue despedida.
Si Tatiana Chervenko, de 49 años, se negó a someterse a las órdenes de su jerarquía fue porque considera que las clases en cuestión, denominadas “Conversaciones de importancia” son un intento de militarizar la forma de pensar del alumnado. “Quieren producir soldaditos. Algunos irán a la guerra, otros fabricarán municiones y otros crearán programas informáticos para todo eso”, declaró a la AFP.
Vuelta al colegio y kaláshnikov
El objetivo del Kremlin, al lanzar su asalto contra Ucrania el 24 de febrero de 2022, era conseguir una victoria rápida. Pero la feroz resistencia de los ucranianos, apoyados por las entregas de armas occidentales, lo impidió. Ahora, el poder recalca que Rusia es blanco de una guerra por delegación de Occidente y que todos y cada uno de los ciudadanos deben estar preparados para defender la patria, trazando un paralelismo con el combate contra los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Fue obedeciendo esta lógica que el presidente Vladimir Putin ordenó en septiembre la movilización de centenares de miles de reservistas, civiles, que hoy están luchando y muriendo en el frente. Para el sociólogo ruso Grigori Yudin, el Kremlin prepara a la población, tanto adulta como infantil, para una “guerra existencial importante”.
Y las “Conversaciones de importancia” en las escuelas forman parte de esa estrategia, afirma. Los temas que se abordan tratan sobre el glorioso pasado ruso o soviético, símbolos nacionales y cuestiones sociales relacionadas con la familia o la cultura. El Kremlin se erige en defensor de los valores conservadores frente a un Occidente “decadente”.
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En un video sobre el “Lugar de Rusia en el mundo”, difundido en las aulas el 13 de febrero, el ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, responde a un niño que le pregunta sobre lo que “los jóvenes ciudadanos pueden hacer para ayudar a su país”.
“Los dibujos que los niños envían al frente, vemos en los reportajes [...] lo importante que son para los combatientes”, afirma el ministro. Para Grigori Yudin, esto pone en evidencia una voluntad de “transformación completa y radical de la educación, para movilizar a la juventud rusa a hacer la guerra”.
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Además, Rusia prevé que, a partir del próximo ciclo lectivo, que empezará en septiembre, los estudiantes cursen una formación militar básica, que incluya el manejo de granadas y de kaláshnikov, como en la época soviética. “La educación tiene ahora dos funciones: hacer propaganda y dar una formación militar básica”, considera el experto, que no deseó revelar si se había exiliado, como hicieron muchos de sus colegas críticos con el poder.
Además, en las calles del país han aparecido carteles ensalzando al ejército o a “héroes” nacionales. Y, desde marzo, desacreditar a las fuerzas militares puede ser castigado con hasta 15 años de prisión. En televisión, los programas y documentales sobre el conflicto en Ucrania son omnipresentes, recalcando el mensaje de una nación que debe movilizarse cueste lo que cueste.
Glorificación de la guerra
“La vida está muy sobrevalorada”, declaraba por ejemplo en enero Vladimir Soloviev, una de las principales voces de la máquina mediática rusa. “¿Por qué tener miedo de lo inevitable?”. La Iglesia ortodoxa también ha puesto de su parte, con el patriarca Kirill asegurando que morir en el frente compensaba “todos los pecados”.
“Hay una glorificación de la guerra, elementos de un culto a la muerte”, juzgó Grigori Yudin. Andrei Kolesnikov, politólogo del centro Carnegie, apuntó que los dirigentes rusos buscan formar una sociedad que defienda al régimen a capa y espada. “Las futuras generaciones deben aplicar dócilmente la voluntad del Estado”, dijo.
Muchos rusos están de acuerdo con ello, como Nikolai Karputkin, un visitante de un parque de atracciones militar cerca de San Petersburgo, donde las familias pueden observar tanques y los niños aprenden a disparar o llevar a cabo una ofensiva de infantería con armas en la mano.
“No combatimos en una guerra contra Ucrania sino en una guerra contra Occidente, una guerra contra los valores occidentales que quieren imponernos”, declaró el hombre, un padre de familia de 39 años. “Debemos defender los valores tradicionales y la soberanía de nuestra patria”.
Fuente: AFP.