Amenazas de recurrir a las armas nucleares, riesgo de desastre climático: en 2022 la perspectiva de que el fin del mundo puede estar cerca se hizo de repente más real. Fue a principios de octubre, cuando el conflicto en Ucrania se empantanó, que el presidente estadounidense, Joe Biden, al frente del único país que ha utilizado armas atómicas en tiempos de guerra, mencionó el riesgo de un “apocalipsis nuclear”.
Reaccionaba a las amenazas del presidente ruso, Vladimir Putin, de usar esta arma letal en Ucrania, un país asolado por la invasión ordenada por Moscú en febrero, que trastornó el orden geopolítico y la estabilidad mundial. “No hemos enfrentado la perspectiva del Armagedón desde Kennedy y la crisis de los misiles cubanos” en 1962, dijo Biden.
Algunos evocan el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial e incluso temen una tercera. Y en la mente de todos está además la amenaza de una catástrofe en la planta de energía nuclear de Zaporiyia en Ucrania, la más grande de Europa, peligrosamente asediada por las bombas.
Los llamamientos para crear un perímetro de seguridad allí han quedado en letra muerta. “¡Detengan esta locura!”, dijo a mediados de noviembre el director de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Rafael Grossi, mientras rusos y ucranianos se acusaban mutuamente de ser los responsables de los disparos.
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“Reloj del Apocalipsis”
La caída de un misil en Polonia a mediados de noviembre volvió a hacer temer lo peor: que la OTAN se vea arrastrada contra su voluntad a una guerra contra Rusia de imprevisibles consecuencias. “Gracias a Dios”, susurró un diplomático estadounidense bajo condición de anonimato cuando parecía que el misil, con toda probabilidad, no provenía de Rusia sino de la defensa antiaérea ucraniana.
Y es que en 2022 la amenaza nuclear ha estado omnipresente: la diplomacia se ha estancado con respecto al programa nuclear de Irán y Corea del Norte parece lista para una séptima prueba nuclear. La Global Challenges Foundation, un centro de investigación sueco, advirtió en un informe anual que el mundo enfrenta la mayor amenaza de uso de armas nucleares desde 1945, cuando Estados Unidos destruyó Hiroshima y Nagasaki en los únicos ataques atómicos de la historia.
Si bien un ataque nuclear ruso probablemente involucraría pequeñas armas “tácticas”, los expertos temen una rápida escalada si Estados Unidos responde. “Estamos en una situación completamente diferente”, dijo Kennette Benedict, investigadora de la Universidad de Chicago y asesora del Boletín de los Científicos Atómicos, que en enero entregará las últimas predicciones del “Reloj del Apocalipsis”.
Esta herramienta simbólica -en inglés, The Doomsday Clock- fue creada en 1947 para simbolizar la inminencia de un cataclismo. En enero pasado, señaló que la humanidad se encontraba a solo 100 segundos del fin.
Pesimismo ambiental
En este contexto de zozobra general y de un mundo ya en vilo desde la pandemia de COVID-19 y la inflación disparada, el planeta superó el umbral de los 8.000 millones de habitantes en 2022, según la ONU. Y está amenazado por una catástrofe de otro tipo: la del calentamiento global.
Desde inundaciones históricas en Pakistán hasta incendios en Estados Unidos o en la Amazonía brasileña, pasando por excepcionales olas de calor en Europa y sequía en el Cuerno de África, los desastres naturales se suceden, atribuidos por los científicos al calentamiento global por las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los récords de temperatura afectan tanto a China, como al sur de Francia o a Canadá hasta el borde del Ártico, despertando la conciencia sobre la necesidad de actuar. “Es una cuestión de vida o muerte para nosotros, para nuestra seguridad hoy y para nuestra supervivencia mañana”, advirtió en octubre el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, antes de la conferencia anual sobre el clima (COP27) de noviembre en Egipto.
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La cumbre aprobó la creación de un fondo de ayuda para los países pobres más afectados por el cambio climático. Pero no consiguió avanzar en la reducción de emisiones contaminantes para mantener en pie el objetivo de limitar el calentamiento del planeta en +1,5 ºC, planteado en el Acuerdo de París de 2015.
Los compromisos contraídos en Sharm el Sheij, si se cumplen plenamente, pondrían al mundo en el mejor de los casos en trayectoria hacia un aumento de 2,4 °C en 2100 y, al ritmo actual de emisiones, en el de un catastrófico +2,8 °C.
“Lo que realmente necesitamos son evaluaciones más refinadas de cómo los riesgos (causados por el cambio climático) podrían repercutir en todo el mundo”, dijo Luke Kemp, de la Universidad de Cambridge, quien deplora una relativa “desdramatización” de ciertos actores, incluidos los científicos, por temores a ser tildados de alarmistas.
Sin embargo, no todo ha sido para peor este año en el que las campañas masivas de vacunación han permitido, quizás, pasar la página de la epidemia de COVID-19: la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó recientemente que al menos el 90% de la población mundial tiene algún tipo de inmunidad. Y uno de los críticos más ardientes del “pesimismo” ambiental, Steven Pinker, de la Universidad de Harvard, señala que, en general, la violencia ha disminuido drásticamente en el mundo durante los tiempos modernos.
Fuente: AFP.