Por Joel Sandino, @jsandinopy.

No en vano con sublime idolatría cantan “Ay, che valle Pirayu-mi, mombyry reime chehegui”, del gran Herminio Giménez, aquellos que forjaron camino lejos de su ciudad natal, como también los que siguen despertando, día tras día, bajo el bendecido cielo pirayuense.

La suave y fresca brisa mañanera junto al cielo con vestido celeste es una clara señal de que la jornada se presentará más que agradable para conocer una ciudad con más de 252 años de protagonismo histórico en el suelo guaraní, a tan solo 50 kilómetros de la capital del país. La imponente Cordillera de Altos, como escudo protector, a lo lejos observa cómo Pirayú, orgullosamente, fortalece sus cimientos y permite a su gente desarrollarse positivamente.

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Sorprendió la simpleza en su organización barrial, sin más preámbulos enumeran a sus barrios del 1 al 4; todos y cada uno de ellos tienen un contenido singular por conocer para quienes se permiten dar un paseo por sus calles; algunas del centro aún conservan lo que los lugareños llaman el “empedrado bolí”, en las cercanías a la antigua estación de tren, construido por prisioneros bolivianos de la Guerra del Chaco a lo largo de la década de 1930.

Desde hace unos años viene siendo un pedido a las autoridades el mantenimiento del histórico empedrado que, ante la sobrecarga por el paso de camiones, se va deteriorando al formarse baches importantes, además del polvo, consecuencia del relleno con ripio.

Una parada imperdible es Ña Antonia Chipa Pirayú. Foto: Joel Sandino/GEN.

El desayuno pirayuense

Unos sesenta años atrás, las mujeres recorrían los barrios o las ciudades aledañas, ofreciendo las conocidas Chipa Pirayú. El Barrio 1, o barrio Estación, alberga el fruto de los kilómetros recorridos y las toneladas de chipas amasadas por doña Antonia Giménez Vda. de Medina: el conocido parador Ña Antonia Chipa Pirayú.

Es el lugar favorito para degustar el tradicional “pan” paraguayo junto a un suculento cocido con leche; además de contar con exquisitas empanadas y sándwiches de todo tipo, actualmente bajo la administración de Lidia Medina, hija de doña Antonia.

Jazmín Jara dirige el proyecto Mandu’ara Arte & Deco. Foto: Joel Sandino/GEN.

El arte como símbolo de la ciudad

Este pensamiento es inherente a cientos de pirayuenses que dedican su vida y su tiempo en retratar las maravillas de su tierra en piezas valiosísimas de arte.

Jazmín Jara, a sus 27 años, logró volcar su talento y pasión en murales, cuadros alegóricos a los distintos paisajes, sombreros, llaveros, tazas y hasta pequeñas piezas del pesebre tradicional de nuestro país, atendiendo a la llegada de las fiestas de fin de año, siendo así uno de los múltiples atractivos de Mandu’arã Arte & Deco, con originales y exclusivos diseños.

La iniciativa comenzó siendo una tienda virtual que, luego, se convirtió en un espacio físico dedicado a propios y extraños que pasan por el Barrio 1, a escasos doscientos metros de la emblemática estación del tren, teniendo así la opción de llevar llamativos e ingeniosos recuerditos de Pirayú.

Tiempo atrás, Jazmín tomó la decisión de abandonar la carrera de Biología para dedicarse exclusivamente al arte; pero su interés por la naturaleza la motivó a incluso crear el proyecto Mandu’arã Ñangareko consistente en la creación de cuadros alegóricos a los árboles nativos del Paraguay, a modo de resaltar la importancia de conservar la biodiversidad a través del arte.

Local de la artista Marcela Delvalle. Foto: Joel Sandino/GEN.

El Ñandu Rape de Pirayú

Otro de los circuitos interesantes de la ciudad es el conocido Ñandu Rape, singular referencia atribuida a los hogares que comparten la dicha de trabajar por y con el ñandutí. En la ocasión, doña Marcela Delvalle, de 47 años, cariñosamente conocida como “la Sobri”, abrió sus puertas para mostrar su labor como tejedora.

Desde los 8 años creció viendo tejer a su abuela Francisca y a su mamá Rufina, cuya ayuda le sigue siendo útil cuando tiene la bendición de desbordar de pedidos de vestidos para bautismos, sombreros con apliques o polleras de danza paraguaya, manteles y una infinidad de productos con el encaje que imita a la telaraña.

Son las ferias realizadas cada fin de semana, de 7:00 a 17:00 horas, frente a la estación del tren, las que ayudan a vender su trabajo cultural. Si usted desea adornar su vida con ñandutí, no dude en llamar al (0982) 140-375.

Alcides Cabrera, trabajador del museo, entrevistado por el periodista de GEN. Foto: Joel Sandino/GEN.

Museo Nacional Cerro León

Quien visita Pirayú y no va al Campamento Cerro León se pierde gran parte de la identidad histórica de la ciudad. Alcides Cabrera, trabajador del museo, dependiente de la Secretaría Nacional de Cultura, enfatizó la importancia que representaba el campamento, erigido como base central de operaciones desde 1864 hasta 1869 por petición del mariscal Francisco Solano López.

La ubicación estratégica del valle de Cerro León motivó a ser este el lugar escogido para instalar un vasto campamento de instrucción de tropa, donde los propios reclutas participaron de la construcción siendo, probablemente, Elizardo Aquino quien dirigió el trabajo.

Los registros históricos cuentan que el campamento tenía capacidad de adiestrar a 30.000 soldados, aunque solo albergó a poco más de 23.000, organizados en cerca de doscientas casonas cuyos cimientos, increíblemente, pueden ser divisados aún en la plataforma Google Earth.

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La jefa de cocina y chef Rosana Benítez. Foto: Joel Sandino/GEN.

Gastronomía histórica

Con el paso del tiempo, los ciudadanos fueron creciendo en opciones gastronómicas con miras a atraer a turistas. En el 2015, el matrimonio conformado por Diana Benítez y Francisco Daniel Medina decidió apostar por un lugar donde la historia y la gastronomía paraguaya sean protagonistas.

Así nació Eduvigis Restó Bar, como homenaje al héroe pirayuense Gral. José Eduvigis Díaz, destacado en la Batalla de Curupayty. Lo hermoso del lugar es que respeta la esencia misma de la historia, ya que la casona tiene más de 100 años y fue cuidadosamente adaptada a las necesidades de un restaurante.

Condimentos especiales: historia y originalidad

Entre sus ofertas destacadas está “trinchera de Curupayty”, un sándwich de lomito con salsa y pan especiales de la casa. Como homenaje al dúo cómico pirayuense conformado por Juan de la Cruz Estigarribia y Nelson Benítez, nació el plato “jagua ha pirãi, una exquisita cazuela de pescado o verduras, queso y vino blanco, servido con pan especial y mandioca con limón.

También los postres tienen nombres alegóricos, como “la cascada Madama”, en referencia a los saltos del arroyo del Cerro Verá, donde Eliza Alicia Lynch se refrescaba durante los veranos de la Guerra Grande.

La jefa de cocina y chef Rosana Benítez encuentra un trabajo satisfactorio al ver que los comensales salen gustosos del local, ubicado sobre la ruta Ypacaraí-Pirayú, centro mismo de la ciudad.

Pirayú es una ciudad con 252 años de historia. Foto: Joel Sandino/GEN.

Crecimiento exponencial del turismo

Además de la historia, el arte, la gastronomía y la naturaleza, Pirayú tiene para ofrecer la generosidad y amabilidad de su gente. Un pueblo construido con cimientos poderosos de identidad que busca desarrollarse día a día ofreciendo lo propio de su tierra.

Todas las personas conocidas en este viaje coincidieron en la misma expresión al ser consultadas sobre qué le causa más orgullo de su ciudad: el crecimiento exponencial del turismo por los valores ya expuestos con anterioridad.

Habiendo conocido esto, es así que uno logra comprender por qué los hijos de esta tierra exclaman con ímpetu constantemente: “Soy pirayuense, con mucho orgullo”. Y no pueden tener mayor bendición.

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