Antaño, “cuando nacía un bebé con la piel más clara, era motivo de celebración”, recuerda Bianca Santana. Pero hoy, a los 37 años, esta mestiza brasileña se reconoce plenamente como mujer negra. Cuando era pequeña, su abuela, originaria de Bahía (noreste) y con la piel más oscura que ella, le pidió que se recogiera el pelo en un moño muy apretado “para no parecer una negrita”.
“Ella ponía su brazo junto al de mi madre y al mío para mostrar cómo el tono se tornaba cada vez más claro” como producto de las uniones y el mestizaje, confía a la AFP. No fue hasta los 30 que Bianca finalmente decidió usar un peinado afro. Autora del libro “Quando me descobri negra” (Cuando me descubrí negra), publicado en 2015, Bianca señala que cada vez más mestizos brasileños adquieren esta conciencia.
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“Los mestizos se sienten cada vez más negros, se alisan menos el cabello y asumen cada vez más su identidad negra”, analiza. Brasil, un enorme país de 213 millones de habitantes con la mayor población negra fuera de África, celebra el sábado el Día de la Conciencia Negra.
Esta nación, la última de América en abolir la esclavitud en 1888, está plagada de racismo estructural, con menos del 5% de ejecutivos negros en las mayores 500 empresas brasileñas, pese a que estos representan la mayoría de la población. Además, hay diferencias salariales significativas con los blancos, incluso con las mismas calificaciones. Los negros son asimismo la gran mayoría entre los desempleados y los que viven en favelas.
El mito de la “democracia racial”
Para el instituto de estadística IBGE, la población negra incluye tanto mestizos (llamados “pardos”) como negros de piel más oscura (“pretos”). Estos datos se basan en la “autoidentificación”, la forma en que las personas se definen a sí mismas en los formularios oficiales.
El último censo oficial, de 2010, mostró por primera vez que la población negra era mayoritaria en el país, con un 43,4% de mestizos y un 7,5% de negros. En el censo del 2000, más del 53% de los brasileños dijeron ser blancos.
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Las encuestas trimestrales que realiza el IBGE con una muestra representativa de la población confirman esta tendencia en los últimos años. La más reciente, del segundo trimestre de 2021, reporta un 45,9% de mestizos, un 8,8% de negros y un 44,2% de blancos.
“Hubo un trabajo muy importante de los movimientos negros para crear conciencia sobre la negritud en Brasil, porque el país se fundó sobre el mito de la democracia racial, que indica que no hay racismo, que estamos todos mezclados”, dice Djamila Ribeiro, filósofa y autora del libro “Pequeño manual antirracista”. Ese mito “dificultó a las propias personas negras verse como tales”, añade.
“El color del pecado”
Para Roberta Calixto, del Instituto de Identidades de Brasil (ID_BR), que trabaja por una mejor inclusión de la población negra en el mercado laboral, las políticas de cuotas implementadas gradualmente durante los últimos 15 años han marcado un “punto de inflexión”.
“Antes había una ideología para blanquear a la población, crecimos con la idea de que teníamos que identificarnos con los blancos y que ser negro era algo peyorativo”, explica.
“Con las cuotas hubo una inversión de valores. Pasamos a tener un reconocimiento mayor de personas negras; por primera vez, se vuelve interesante decir que somos negros”, insiste esta mestiza de 30 años, que recuerda haber escuchado a su madre decirle que tenía que “ser tres veces mejor que cualquiera para ser considerada igual”, en una sociedad marcada por el racismo.
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Henrique Vieira, un pastor evangélico mestizo de 34 años, hijo de una mujer blanca y un hombre negro, reconoció tarde su negritud, como Bianca Santana. “En mi infancia, tenía un libro de catecismo que decía que el color negro era el color del pecado y el color blanco el color de la santidad”, recuerda.
“Hasta mi adolescencia, no me identificaba como negro, sino como ‘moreno’. Pero reconocerme un hombre negro fue una conquista a lo largo de mi vida (...) y pude identificar mejor el peso del racismo en mi cuerpo, mi memoria y mi subjetividad”, reflexiona.
Fuente: AFP.