Txai Suruí tiene 24 años, está a punto de licenciarse en Derecho y pertenece a la tribu brasileña de los paiter suruí. En la COP26 de Glasgow los indígenas no son parte negociadora, pero gracias a su discurso en la inauguración, Txai se convirtió en una de las estrellas de la reunión.
Desde hace diez días, Txai salta de entrevista en entrevista, los ministros de países ricos piden reunirse con ella y recibe llamadas del Vaticano. También recibe amenazas de muerte y mensajes “racistas”, declara en entrevista a la AFP.
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Pero ella confiesa que en el fondo le gustaría no tener que estar en Glasgow. “Espero no tener que venir más por aquí. Espero que la gente se reúna aquí (en la COP) para hablar de las cosas lindas que consiguieron, de la justicia climática”, declara en entrevista a la AFP.
Txai proviene de una familia muy activa en la lucha por los derechos del pueblo suruí en el estado brasileño de Rondonia, en pleno Amazonas. Su padre, Almir Narayamoga, se convirtió en cacique de la tribu con apenas 17 años, combatió a los taladores ilegales, fue amenazado de muerte y tuvo que salir durante meses de su Estado, como su madre.
Txai sigue ahora los mismos pasos. Este año interpuso una demanda junto a otros jóvenes contra el Estado brasileño, por incumplimiento de sus objetivos climáticos. Y por ello también fue amenazada.
Mensajes racistas, de odio
“Tenemos ideas para aplazar el fin del mundo. Acabemos con las mentiras”, pidió en inglés ante la audiencia de líderes mundiales en la COP26. Txai denuncia que el presidente Jair Bolsonaro la criticó luego de su discurso. “Estoy recibiendo mensajes racistas y mensajes de odio, porque no les gusta que venga aquí a hablar de la realidad del Brasil”, asegura.
“No tengo miedo porque la realidad de los pueblos indígenas del Brasil es mucho más peligrosa que los mensajes en internet”, añade. Pero a su vuelta a Brasil deberá contar con protección, explica, sin dar muchos detalles. “Mi Estado es uno de los más bolsonaristas y uno de los más peligrosos para los activistas de los derechos humanos y del medio ambiente”, explica.
Txai luce una sonrisa tranquila en los pasillos de la sede de la COP26. Ataviada con un traje típico de su pueblo, con una corona de plumas, la mascarilla de rigor que solo se quita cuando tiene que hablar, que es muy a menudo. Y sin morderse la lengua.
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“Yo perdí a un amigo a causa de esta lucha, la gente ya ha perdido muchos líderes indígenas a causa de esta lucha”, asegura. “El gobierno brasileño practica una política asesina”, declara. Txai asegura que, en la reserva de los suruí, en Sete de Setembro, más de 6.000 cabezas de ganado pastorean sin permiso. El territorio tiene que ser vigilado constantemente, las invasiones son incesantes.
“Pero hablar del Amazonas también es hablar de una situación mundial”, explica. “La gente de los pueblos indígenas están abiertos a recibir ayuda”, añade. La COP26 reúne tan solo a Estados parte. Los indígenas apenas lograron en otro foro reciente, el Congreso Mundial de la Naturaleza celebrado en Marsella, contar con su propia categoría de miembros.
Txai dice que no cuenta con volver a otra COP, pero sí que le gustaría ver a los indígenas como parte integrante de las negociaciones. “Los otros países tienen que entender que pueden ayudar a los pueblos indígenas del Brasil sin ofender nuestra soberanía”, dice.
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Txai se considera tan indígena como brasileña. A la pregunta de por qué escogió estudiar Derecho, responde sin vacilar: “el Derecho me escogió a mí”. Sus padres la alentaron a inscribirse en la facultad de Porto Velho, en Rondonia. Explica orgullosa que el centro le autorizó a inscribirse cuando aún no había acabado sus estudios de secundaria.
Le falta un semestre para terminar. La demanda judicial contra el Estado apenas inicia su andadura, a su regreso a Brasil tiene mucho trabajo por delante. Y también planea casarse, le gustaría volver a vivir su aldea de Lapetanhia. Glasgow le gustó, pero “hace mucho frío”, admite con su sonrisa desarmante.
Fuente: AFP.