Motivadas por su entrenadora, niñas cristianas patean un balón en una cancha en la localidad iraquí de Bartalla, un antiguo bastión yihadista donde el fútbol les permite soñar con un mejor futuro. En 2014, el grupo Estado Islámico (EI) tomó el control del pueblo durante su rápida ofensiva en la provincia norteña de Nineveh, antes de someter a sus niñas y mujeres a su drástica interpretación del islam.
A cuatro años de la derrota de EI, las 1.500 familias que regresaron al pueblo intentan devolver la normalidad a Bartalla, 12 km al este de Mosul, que fue la capital de facto de los yihadistas en Irak. Una academia de fútbol para niñas, con una cancha de césped artificial, abrió sus puertas hace seis meses gracias al apoyo financiero de Lara, una ONG cristiana iraquí.
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“Aquí hacemos todo para enseñarle a las niñas los fundamentos del fútbol”, dijo la entrenadora Joanne Yusef Chaba. La entrenadora de 22 años, graduada en educación física, dijo que su sueño es “comenzar un equipo femenino que pueda competir en el futuro” en una de las dos ligas de mujeres establecidas en Irak.
Usando petos coloridos, las niñas hacen ejercicios de estiramiento en el césped antes de que Yusef Chaba sople el silbato para comenzar la práctica. Después de un intercambio de pases, una de las jugadoras controla el balón, hace un drible y suelta un disparo que estremece el poste.
Sin apoyo
“Venir aquí nos permite olvidar los tiempos difíciles”, comentó la entrenadora, quien huyó a Arbil con su familia dos horas antes de la llegada de los yihadistas a su ciudad. “Ahora cuando la gente nos ve, les da esperanza y confianza”, agregó la joven, que busca un empleo remunerado. “Aquí olvidamos nuestras preocupaciones cotidianas”.
Unas 50 niñas de 10 a 15 años están inscritas en la academia, donde participan en sesiones de entrenamiento dos veces por semana. Miral Jamal tenía seis años cuando huyó de los yihadistas con su familia. Ahora con 13, es una apasionada del fútbol. “El fútbol es un alivio... No hay nada más que hacer en la ciudad. Espero con ansias las sesiones de entrenamiento”, comentó la escolar.
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Los modestos aportes mensuales de las familias, de entre 5.000 y 10.000 dinares (de tres a siete dólares) se usan para alquilar la cancha en el terreno de una iglesia. Para otros gastos, los cuatro fundadores de las familias locales aportan dinero de sus bolsillos. Hala Thomas, quien ayudó a lanzar la academia, viajó recientemente a Bagdad para reunirse con autoridades del gobierno en busca de financiamiento. Salió con promesas, pero nada concreto.
“No tenemos dinero para comprar más balones, trajes o lo que necesitemos para entrenar”, afirmó la mujer de 55 años, quien optó por permanecer en su ciudad en lugar de irse con sus hijos a Holanda. “Pese a la falta de apoyo de las instituciones deportivas, esperamos que podamos tener un equipo femenino de fútbol”, agregó.
Aire fresco
Durante los tres años en que gobernó casi un tercio de Irak, EI sometió a cientos de miles de mujeres a su severa interpretación del islam, usando golpizas y ejecuciones como castigo. En Mosul y sus alrededores, los yihadistas violaron, secuestraron y esclavizaron a miles de mujeres y adolescentes.
La llegada del EI en 2014 hizo que decenas de miles de cristianos huyeran de la provincia norteña de Nineveh, algunos al vecino Kurdistán Iraquí y otros al exilio. A lo largo de las planicies de Nineveh, iglesias y monasterios destruidos por los yihadistas han sido restaurados.
Pero los desafíos de la reconstrucción son enormes en la provincia arrasada. “El fútbol es un soplo de aire fresco para cualquier comunidad”, dijo el dirigente comunal Bassem Metti. “Necesitábamos algo que trajera estabilidad a nuestra vida diaria y que fuera tangible”, agregó.
Fuente: AFP.