Observando con prismáticos los icebergs mientras se aproxima al Polo Norte, Diana Kidji grita al timonel: “¡10 grados a babor!”. Con solo 27 años, esta joven es la segunda autoridad a bordo del gigantesco rompehielos nuclear “50 años de la Victoria”.
Encargada de la navegación, da órdenes a hombres más veteranos, decidiendo el rumbo a seguir para romper la banquisa ártica. En el puente del buque, está rodeada de pantallas y radares. En la lente de sus binoculares aparece de repente una mancha blanca: un oso polar. Diana, de pelo oscuro, uniformada y con una pulsera con un timón, ordena aminorar la marcha para no asustar al animal. Tanto por su edad, por ser mujer y su función, Diana Kidji es una excepción en la flota nuclear ártica.
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Es la mujer de mayor grado en los rompehielos de la agencia atómica Rosatom, una pieza estratégica de Rusia para imponerse como la primera potencia en esta región rica en hidrocarburos. A bordo del “50 años de la Victoria”, bautizado así en honor de la derrota de Alemania nazi, es uno de los tres oficiales de cubierta, la segunda autoridad a bordo después del capitán, rompiendo estereotipos en un país donde algunas profesiones son complicadas o inaccesibles para una mujer.
En la tripulación hay otras nueve mujeres, pero están destinadas a la cocina, la enfermería o la limpieza. Los restantes 95 miembros son hombres. Y algunos no esconden su descontento por recibir órdenes suyas. Diana se resiste a hablar de sexismo o machismo y prefiere concentrarse en su determinación para cumplir con sus tareas.
Durante sus turnos de cuatro horas, esta joven marinera se deleita en el “poder que siente” dirigiendo el navío. Como muchos de sus camaradas, Diana procede de San Petersburgo, cuna de la flota rusa. Desde niña ya soñaba con el mar. Para llegar a la marina, se inscribió en una universidad especializada en flota comercial que acababa de abrir una formación para mujeres, que no podían acceder a la vía militar. “Lo percibí como una señal. De nada sirve llamar a puertas cerradas si una vía se abre ante ti”, dice.
Oposición y recelo
Después de diplomarse, fue invitada a integrarse a la flota de rompehielos rusos. Inmediatamente “se enamoró” de estos gigantes de los mares. Ascendió rápidamente, a la par que cruzaba el Ártico decenas de veces y alcanzaba en nueve ocasiones el Polo Norte. Cuando se integró en 2018 a su buque actual, reconoce que algunos compañeros mostraron su recelo.
Otro oficial de cubierta, Dmitri Nikitin, de 45 años, reconoce que la carrera de Diana sienta un “precedente”. “Hay gente firmemente en contra de tener mujeres dentro de la flota. Existe la creencia de que una mujer a bordo de un barco trae mala suerte”, asegura este compañero, quien cree que estas supersticiones “desaparecen poco a poco”.
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Nikitin recuerda que en el pasado ya hubo mujeres capitanas y que las flotas extranjeras cuentan cada vez con más mujeres entre sus oficiales. Pero para él, aunque asegura respetar las decisiones de su compañera, el lugar de “las mujeres (es) esperar sus maridos en el puerto”. Según Rosatomflot, filial de Rosatom, la flota de rompehielos nucleares rusos cuenta con otra mujer oficial, pero con un rango inferior al de Diana Kidji.
Serguéi Barinov, oficial de 56 años, explica que es la juventud de Diana y no su condición de mujer lo que tornan su carrera excepcional, y confía en que la ampliación de la flota de rompehielos en curso permita emplear más jóvenes rusas. Para Diana, su ambición está muy clara: un día quiere ser capitana.
Fuente: AFP.