Juez en Afganistán, Omar dice haber encarcelado de “500 a 1.000 talibanes” y su mujer Farhat, diplomática, los critica por sus violaciones de los derechos humanos. La pareja, refugiada en París, encarna la imposible cohabitación de las élites afganas con los nuevos líderes del país.

Su historia se une a la del Afganistán moderno, con un desenlace trágico. Veinte años de presencia internacional permitieron a esta pareja de clase media de Kabul acceder a una buena educación y luego a un estatuto social elevado. Pero esos mismos logros les impiden ahora quedarse en su país, controlado por los talibanes.

Lea más: No vacunados tienen el doble de posibilidades de reinfectarse con COVID

Como ellos, miles de miembros de la élite intelectual del país se fueron al exilio, aterrorizados de verse de nuevo bajo el yugo de los fundamentalistas, cuyo primer paso por el poder (1996-2001) estuvo caracterizado por innumerables atrocidades.

De 39 años de edad, Omar --que como su mujer pide aparecer bajo seudónimo para evitar represalias contra su familia, que permanece en Afganistán--, estudió durante ocho años para alcanzar su “sueño” de convertirse en magistrado.

“Al comienzo, trabajaba como intérprete para el ejército francés durante el día, y estudiaba derecho en la noche. Luego pasé un concurso para convertirme en juez. De 10.000 candidatos, fueron escogidos 125. Yo era uno de ellos”, recuerda orgulloso.

Lista negra

Su primer puesto en 2011 lo llevó al sureste de Afganistán, cuna de la red Haqqani, grupo afiliado a los talibanes y calificado de terrorista por Estados Unidos. La red Haqqani es acusada de estar detrás de los ataques más sangrientos que han afectado al país en los últimos años.

“Los talibanes me amenazaban. Estaba en su lista negra porque condenaba a su gente a 15 o 20 años de cárcel”, señala. De etnia pastún, se quedó tres años en el sureste, antes de casarse con Farhat, mujer de etnia tayika, que creció en la capital. Su matrimonio es una muestra de apertura, en un país donde las comunidades se mezclan poco y todavía menos en las zonas rurales.

Lea más: Misión imposible: encontrar el equipaje robado de Tom Cruise

“Nuestros padres nos presentaron. Ella tenía educación. Nos casamos un mes más tarde”, relata. Y agrega con orgullo que “ella es más inteligente que yo”. Farhat, de 35 años, es también una hija de la meritocracia afgana. La menor de una familia de cuatro hermanas, de las cuales dos son diplomadas y otras dos todavía estudian, ella logró ganar con brillo las oposiciones de entrada al ministerio de Relaciones Exteriores. Fue la única mujer entre 31 laureados, de un total de 800 aspirantes.

En un país donde la función pública está gangrenada por la corrupción y el nepotismo, recuerda que para conseguir la plaza no tenía “ningún apoyo político”. “Solo obtuve el puesto por mis propios méritos”. En 2016, Farhat es enviada a un cargo en Europa. Omar la sigue. Tendrán un primer hijo. Otro nacerá en 2020, tras el regreso de la pareja al país, cuando los insurgentes se hacían cada vez más amenazantes.

“Un desastre para Afganistán”

Omar siguió juzgando a talibanes, esta vez en Kabul, y Farhat los denunciaba por el desprecio que tienen a los derechos humanos. Pero Kabul cae el 15 de agosto y los talibanes liberan a los presos que había en la ciudad. “La gente que llevé a la cárcel es una amenaza directa para mi vida. No podía quedarme allá”, dice Omar.

El jueves pasado, la pareja y sus dos niños consiguieron huir de Afganistán hacia Francia. Otros miles de altos funcionarios, médicos e ingenieros han tomado el camino del exilio, pues no confían en los nuevos líderes del país, aunque afirmen haber cambiado.

Omar conoce a unas veinte personas que huyeron al extranjero con sus familias, entre ellos diez jueces. Farhat dice que de “treinta a cuarenta” colegas del ministerio también se fueron y otros seguirán sus pasos. “Es un desastre para Afganistán. Veinte años de logros fueron barridos en diez días, porque toda esa gente se fue”, añade. “Es ahora muy difícil tener esperanza en mi país”, concluye Omar.

Fuente: AFP.

Dejanos tu comentario