Condiciones de aproximación difíciles entre montañas escarpadas, riesgo de ataques, despegues arrojando señuelos para desviar misiles, refugiados exhaustos y hacinados... Varios pilotos que participan en las evacuaciones desde Kabul relatan las dramáticas operaciones realizadas “bajo su propio riesgo”, como les advierte la torre de control cada vez.

“Hice vuelos poco convencionales, pero este fue exigente y excesivamente largo”, asegura el “comandante MM”, piloto de un A319 de la Fuerza aérea checa, que evacuó a 62 personas el miércoles.

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Un aeropuerto ubicado en un valle con escarpadas montañas a 1.800 metros sobre el nivel del mar, con una sola pista, rodeada de insurgentes y custodiada por infantes de marinas y un intenso tráfico aéreo a pesar de la ausencia de sistemas de ayudas para la navegación preanuncian lo complejo de cada aterrizaje y despegue.

“Fue una experiencia”, relata en el sitio web del Ministerio de defensa checo. “Teníamos que mantener la distancia y aterrizar uno detrás del otro. Buscábamos frecuencias para comunicarnos entre nosotros”, cuenta.

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El control de tráfico aéreo era apenas audible y las decisiones quedaban a cargo de la tripulación, ya que los controladores solamente daban informaciones, seguidas de un “bajo su propio riesgo”. Para el carreteo y el despegue de la única pista del aeropuerto, el piloto checo siguió las instrucciones del TCAS, el sistema automático de alerta de colisión.

“Podíamos ver la distancia entre nosotros en el monitor del TCAS y era, además de las comunicaciones directas entre tripulaciones, la principal forma de coordinar”, explica, refiriéndose a una situación “realmente complicada”.

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Los estadounidenses, que desplegaron 5.800 hombres en el aeropuerto, “realizan todo el control del tráfico aéreo” explica Stephen, comandante de un transporte militar francés A400M y a quien sólo se puede citar por su primer nombre.

“Con un avión como este, estamos muy asistidos por nuestros sistemas, pero terminamos aterrizando a ojo”, dijo a la AFP en la base francesa 104 de Al-Dhafra en los Emiratos Árabes Unidos, donde hacen escala los vuelos de evacuación franceses procedentes de Kabul.

“Hormiguero bien organizado”

Para protegerse de un posible disparo de misiles, el A400M puede lanzar señuelos infrarrojos, que emiten calor para engañar un eventual misil, como lo muestra un video de un avión francés despegando de Kabul y difundido en las redes sociales.

Al acercarse a la pista, el avión desciende bruscamente para “escapar de la amenaza durante nuestra aproximación”, explica el piloto francés. Las llegadas y salidas están “reguladas como el papel musical”, según el comandante Stephen. “Hay tal tráfico de todas las naciones que, si no se organiza, no sería posible”.

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Los pilotos deben respetar “absolutamente” las franjas horarias impuestas: “media hora entre el aterrizaje y el despegue”. En el suelo, “parece un hormiguero de grandes aviones, pero bien organizado”. En 12 horas durante la noche de lunes al martes, 15 aviones militares estadounidenses y 34 de otros países evacuaron a cerca de 11.000 personas.

La caída de Kabul ante los talibanes el 15 de agosto precipitó a miles de civiles al aeropuerto Hamid Karzai, la única puerta de salida del país. Cuando aterrizó allí esa mañana, todo era normal, recuerda Maqsoud Barajni, piloto de Pakistán International Airlines (PIA). Luego, “noté que había pánico afuera, que la situación era anormal. Cada vez más gente entraba corriendo al aeropuerto y se escuchaban disparos”.

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Le dijeron que los vuelos comerciales estaban suspendidos, por lo que no estaba autorizado a despegar. “La seguridad del avión y de los pasajeros era el objetivo principal (...), decidimos despegar pasara lo que pasara”, dijo a la AFP el piloto del A320. A pesar de la falta de control del tráfico aéreo en ese momento.

“Después de observar la situación durante una hora, finalmente despegué. La visibilidad era buena, lo que me permitió evitar el tráfico militar”. Él cree que fue el último avión comercial en despegar.

“Saber mantener la cabeza fría”

Justo antes, su colega Uzair Khan, piloto de un B777 de Pakistán International Airlines, también tuvo que “manejar la situación” con pasajeros en estado de pánico, lo que “también afectó a la tripulación”.

“La mayoría eran miembros del gabinete del presidente (Ashraf) Ghani o de su gobierno. Huían del país con sus familias y nos instaban a despegar lo más rápido posible”, dijo a la AFP. “Estaban dispuestos a salir de Afganistán a cualquier precio”.

Desde entonces, los afganos han seguido acudiendo en masa a las puertas del aeropuerto con la esperanza de abordar un avión. Los que lo hacen, a menudo viajan amontonados. Para el coronel francés Yannick Desbois, comandante de la base 104, “hay que saber mantener la cabeza fría, analizar técnicamente el rendimiento del avión y embarcar solamente a las personas que se pueda”.

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Normalmente, un A400M tiene una capacidad de 110 personas. “Allí se han embarcado hasta 235. La gente se sienta en el suelo, en condiciones seguras”, explica. Los C-17 estadounidenses están diseñados para transportar hasta 400 personas sentadas en el suelo, pero uno de ellos en las primeras horas del puente aéreo embarcó a 829.

A bordo, “la gente está cansada. La presión cae (...). En general, ellos duermen y nosotros hacemos nuestro trabajo”, dice el comandante Stephen. Más de 58.700 personas han sido evacuadas por avión desde julio, más que durante el puente aéreo establecido desde la base de Tan Son Nhut durante la caída de Saigón en 1975.

Fuente: AFP.

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