Por Juan Carlos Dos Santos G.

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Cuando el 15 de agosto pasado se consumó el control de Afganistán por parte de los talibanes, una organización política y militar islámica radical, el mundo entero comenzaba a murmurar con preocupación, recordando como dos décadas atrás el mismo grupo radical hacía gala de situaciones de barbarie humana y cultural.

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Pero es importante conocer, sin tantas vueltas, por qué esta vez podría ser diferente el actuar de los talibanes en este país mediterráneo de poco más de 650.000 km2 de extensión, con 38 millones de habitantes y que sirve de nexo geográfico entre el lejano y el medio oriente, teniendo como vecinos a las ex repúblicas soviéticas de Tayikistán y Turkmenistán, Irán, China y Pakistán, el principal apoyo logístico de los talibanes.

Pero igual de importante también es entender por qué se llegó al mismo punto de partida tras 20 años de miles de millones de dólares gastados en una guerra, aparentemente sin resultados y poco más de 170.000 muertos entre todos los intervinientes, incluyendo trabajadores civiles.

Combatientes talibanes recorren las calles de Kabul. Foto: AFP.

Nacidos de una lucha fratricida

La invasión a Afganistán por parte de la desaparecida Unión Soviética, entre 1979 y 1989, fue el principio del nacimiento de este grupo de estudiantes islámicos (Talibanes, en idioma pastún, la lengua más hablada en Afganistán), formado en las escuelas islámicas sunitas de Pakistán, todas ellas financiadas por Arabia Saudita.

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Los victoriosos ‘muyahidines’, luchadores de la guerra santa, expulsaron finalmente a los soviéticos del territorio afgano, en uno de los más grandes fracasos de su historia y que aceleró finalmente la caída del imperio bolchevique.

Los vencedores se hicieron con el poder y pronto comenzaron los abusos de estos, lo que hizo que los estudiantes islámicos radicales se rebelen, generando un enfrentamiento interno que culminó con el triunfo de los Talibanes en 1996, asumiendo el control del Estado y siendo reconocido por la comunidad internacional.

Las estatuas Budas de Bāmiyān, Patrimonio de la Humanidad, destruídas por los talibanes en marzo de 2001. Foto: Archivo.

Golpe publicitario

La elevada popularidad que ganaron los talibanes en Afganistán se basó en los ataques frontales contra la corrupción y las mejoras en los servicios públicos e infraestructura de las localidades remotas en el montañoso país, todo a cambio de implantar una versión propia de la sharia, la ley islámica, relegando a la mujer a una situación prácticamente de esclavitud.

Fue obligatorio el uso del burka, una prenda que cubre todo el cuerpo de la mujer dejando solo una rejilla a la altura de los ojos. También decretaron prohibiciones para salir de la casa salvo que esté acompañada de su esposo o de su hermano, no podían asistir a las escuelas las niñas mayores de 10 años y por supuesto, les estaba prohibido trabajar o asistir a cualquier lugar, sola.

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Las denuncias de estos atropellos a los Derechos Humanos fueron realizadas una y otra vez en organismos internacionales sin lograr que la situación para las mujeres afganas cambiaran, pero lo que despertó la indignación de la comunidad internacional fue el anuncio y posterior realización de un hecho desde todo punto de vista aberrante, pero no mayor al sistema de esclavitud que los talibanes imponían a todas las mujeres, en abierta contraposición a lo establecido por el Islam.

Las dos estatuas Budas de Bāmiyān, patrimonio cultural de la Humanidad, talladas en los acantilados del Valle de la Seda, en la parte central de Afganistán, a 2.500 metros sobre el nivel del mar y con una antigüedad de 1.500 años, fueron destruidas sin mediar palabras, mediante sendas explosiones, a pesar del ruego de la comunidad internacional, algo que poco importó a los talibanes, el 11 de marzo de 2001.

El líder del grupo terrorista Al Qaida, Osama Bin Laden, planificó desde Afganistán el ataque del 11 de setiembre de 2001 en los Estados Unidos. Foto: Archivo.

Tras los pasos de Al Qaida

Al momento de la destrucción de estas dos joyas del arte antiguo, el grupo terrorista islámico sunita, Al Qaida, liderado por el millonario saudí Osama Bin Laden, ya estaba asentado totalmente en territorio afgano, con el apoyo talibán, por supuesto y comenzaba a planificar un ataque que cambiaría al mundo, al punto que muchos historiadores contemporáneos lo ubican como el comienzo de una nueva era.

El ataque sufrido el 11 de setiembre de 2001, fue el evento que obligó al gobierno de George W. Bush, quien llamó a una coalición militar con varios países occidentales y el 7 de octubre de ese mismo año, comenzaron los ataques aéreos a Afganistán e Irak, ambos países posteriormente invadidos.

Un helicóptero de los Estados Unidos en el desierto afgano. Foto: Gentileza.

El plan norteamericano era primeramente exterminar al grupo terrorista, algo que lo logró sobre todo tras la muerte de Bin Laden en mayo de 2011 en Pakistán y luego consolidar un gobierno democrático, consolidar las instituciones y sobre todo dejar una sólida fuerza militar afgana que no permita la proliferación de grupos terroristas que podrían desequilibrar no solo al país, sino a toda la región.

Este segundo objetivo nunca estuvo ni cerca de cumplirse. Las disputas internas y la corrupción generalizada, debilitaron al gobierno afgano y a sus fuerzas armadas, que en los papeles y para el pago de salarios, contaba con 300.000 soldados pero en la realidad esta cifra era enormemente inferior, lo que llevó a los militares norteamericanos a llamarlos “soldados fantasmas”, por su inexistencia en la realidad, pero no en la planilla de pagos.

Ciduadanos de todos los países que tenían presencia en Afganistán están siendo evacuados de manera urgente. Foto: AFP.

Reunión en Doha

En julio de 2018, representantes del gobierno de Donald Trump se reunieron en Doha con los líderes talibanes, quienes hallaron refugio en Qatar tras la invasión y posterior derrota militar ante las fuerzas occidentales aliadas, a finales del 2001.

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Convencidos que no podrían instalar jamás un gobierno y un ejército sólido que garantizara una paz duradera en Afganistán, sumado a la irreversible victoria de los talibanes ante el actual gobierno, los norteamericanos decidieron que era hora de marcharse, tal como lo tenían pensado, pero pusieron dos condiciones a los talibanes.

Una vez asentado en el poder de nuevo, no permitir la presencia de grupos terroristas en su territorio, tal como sucedió con Al Qaida y permitir que tanto los militares norteamericanos y sus aliados, así como los civiles de varios países occidentales, pudieran salir sin ser atacados.

Las promesas quedaron firmadas y siendo un plan estratégico del Departamento de Estado, el actual presidente Joe Biden refrendó aquel acuerdo manifestando que se continuaría tal como había quedado trazado originalmente.

Los rostros de mujeres que están en vallas publicitarias han sido borrados por los talibanes. Foto: AFP.

Una veloz caída

Quizás la ansiedad de los talibanes o la facilidad con la que fueron tomando aldeas, pueblos, ciudades y provincias en Afganistán apresuró la caída final de Kabul, la capital, algo que se esperaba para octubre o un poco más, ya cuando los extranjeros habían dejado el país.

Salvo algunos bolsones de resistencia en ciertas provincias, los talibanes no tuvieron resistencia e ingresaron prácticamente caminando a Kabul, generando una situación de descontrol por parte de los extranjeros y colaboradores afganos que se encontraban en la capital.

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De ahí que el cuestionamiento que se realiza a la administración Biden por parte de propios y extraños, no es acerca de la salida o no de Afganistán de las fuerzas norteamericanas, algo que ya estaba previsto, ni la caída del país nuevamente en manos de los talibanes, algo que era irreversible, sino el desastre en que se vieron sumidos los aliados al momento de salir de Afganistán, generando escenas de pánico, caos y todo tipo de violencia, por la desesperación de quienes temían por sus vidas en un país nuevamente controlado por los talibanes.

Los talibanes no tuvieron mucha resistencia para tomar rápidamente todo el país. Foto: Gentileza.

Esta situación vivida sobre todo en el aeropuerto de Kabul y en sus inmediaciones fue aprovechado por los enemigos de los Estados Unidos para poner en funcionamiento la maquinaria de propaganda tratando de obtener beneficios de la situación.

Los medios de comunicación y de redes sociales asociados al gobierno chino, comenzaron a lanzar advertencias dirigidas de manera velada a la República de China (Taiwán). Una de ellas decía: “Los Estados Unidos no están en condiciones de ayudar a sus amigos, los abandonan”.

Las personas aguardan por el siguiente vuelo para huir del país tomado por el grupo radical. Foto: AFP.

Promesas y más promesas

A los aliados liderados por los Estados Unidos, con el apoyo de Gran Bretaña, Francia, Canadá, España, Alemania o Australia, le bastaron menos de dos meses para desalojar a los talibanes del poder en Afganistán en el 2001, por lo que todos están seguros que esta situación se repetiría si Estados Unidos decide volver a intervenir.

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Esta es una de las razones por lo que los talibanes prometen una y otra vez que, los errores de albergar a grupos terroristas en su territorio, y apoyarlos logísticamente, ni las faltas a los derechos humanos volverán a repetirse, sin embargo explican que todo será llevado a cabo bajo la ley islámica, lo que podría suponer que la situación volvería a repetirse porque cada grupo islámico tiene su propia interpretación de los preceptos del profeta Mahoma.

La imposibilidad de acceder a casi 9.500 millones de dólares que pertenecen al Estado afgano y que se encuentran depositados en bancos de los Estados Unidos, es otra de las razones por la que los talibanes no incurrirán en similares hechos de violencia hacia sus propios ciudadanos, sobre todo hacia las mujeres, pero controlar esa situación sería altamente improbable en las zonas rurales donde la cuestión cultural se mezcla con las religiosas.

Un soldado talibán recorre las calles de Kabul durante la festividad chiita, de Ashura. Foto: AFP.

Califato e ISIS

Estas promesas ante la comunidad internacional, son las únicas esperanzas con las que ahora cuentan las mujeres en el país, para no volver a una condición de esclavitud como la vivida entre 1996 y 2001 bajo el anterior régimen de los talibanes, quienes buscan establecer en su territorio un califato, un sistema de gobierno establecido por el Islam tras la muerte del profeta Mahoma en el año 682 de nuestra era.

Los talibanes no solo acogieron con gusto a Al Qaida en su territorio sino sirvieron de fuente inspiración y algo más para el grupo terrorista Estado Islámico, ISIS por sus siglas en inglés, quienes a diferencia de los afganos, buscaban establecer un califato mundial y conquistaron con las mismas estrategias que los talibanes, vastos territorios e importantes ciudades en Siria e Irak entre el 2013 y el 2018.

Los talibanes tomaron el control de Kabul luego del colapso del gobierno afgano apoyado por los Estados Unidos. Foto: AFP.

Momento de saldar cuentas

Actualmente, aunque oficialmente no se diga o se sepa, los talibanes se encuentran realizando lo que podría considerarse como una purga en contra de los afganos quienes colaboraron con el anterior régimen del presidente Ghani y con las fuerzas de ocupación aliadas, entre ellos periodistas e intérpretes.

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Fueron estas personas, junto a sus familiares y miles de ciudadanos extranjeros, quienes coparon el aeropuerto de Kabul, luego de las primeras horas de la caída de Kabul en manos de los talibanes. Cuando esta purga de enemigos culmine, las cosas parecerán estabilizarse en el país y los talibanes irán por el reconocimiento internacional, algo que países como China, Turquía, Siria, Arabia Saudita, Qatar, Irán, Venezuela o Cuba, serán tal vez los primeros en aprobar.

“No entiendo por qué huyen”, dijo desde Doha, el portavoz oficial de los talibanes mientras los pocos medios de comunicación que podían seguir informando desde Kabul, mostraban el rostro borrado de mujeres en vallas publicitarias o en las tiendas en la ciudad.

“Nos comprometemos a dejar trabajar a las mujeres de acuerdo con el respeto de los principios del islam”, dijo el portavoz Zabihullah Mujahid. Foto: AFP.







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