La Reserva Natural del Bosque Mbaracayú cumple 30 años como área protegida este domingo 27 de junio. Fue la primera reserva privada creada en Paraguay. Hoy es uno de los principales remanentes de bosques del país y afronta serios desafíos para lograr su conservación, vital para toda la Región Oriental.

Por Aldo Benítez / aldo.benitez@gruponacion.com.py

Fotos: Pánfilo Leguizamón

El 27 de junio de 1991 se creó oficialmente la “La Reserva Natural del Bosque del Mbaracayú”, un extenso territorio de 64.405 hectáreas, ubicado en el departamento de Canindeyú, a pocos metros de la frontera seca con Brasil. Se trató de un proyecto que nació con la idea de lograr la conservación de todo el área, a través de un proyecto de ley que ya entonces unía por primera vez, una alianza público-privada.

Este acuerdo –que mediante una ley tiene carácter de perpetuidad– establece que el Estado paraguayo se hace cargo de brindar apoyo para resguardar el área de la reserva, mientras que la Fundación Moisés Bertoni está a cargo de generar los recursos para promover dentro de la reserva proyectos de investigación, de sustentabilidad, de desarrollo comunitario sostenible, entre otros.

“El Mbaracayú es una de las zonas con mayor biodiversidad del país. Por lo menos el 90% de especies de mamíferos del Paraguay viven en esta área” dice Raúl Gauto, fundador de la reserva y presidente del Consejo de Administración de la Fundación Moisés Bertoni, organización que se encarga del funcionamiento de esta área protegida.

La Reserva Mbaracayú tiene al menos 64.000 hectáreas. Es el último remanente de bosques de Canindeyú.

Agrega que hay dos manera de mirar lo que se ha tenido en estos treinta años. Por un lado, el éxito en la conservación del núcleo que hace a la reserva y por el otro, la gran deforestación que ha sufrido toda la región y que, definitivamente, resulta también una amenaza.

La reserva está ubicada dentro de lo que se conoce como Reserva de la Biosfera del Mbaracayú, un extenso territorio que abarca unas 340.000 hectáreas y que representa el 23% de todo el departamento de Canindeyú (1.466.700 há). Esta biosfera es la primera en Paraguay reconocida por la Unesco como patrimonio natural de la humanidad. La Biosfera del Chaco también logró este reconocimiento, siendo las dos únicas del país.

Además, esta reserva forma parte de lo que se conoce como el Bosque Atlántico Alto Paraná (Baapa), una de las últimas ecorregiones de bosques de Sudamérica que abarca territorios de Paraguay, Argentina y Brasil. Esta área es considerada por la WWF como uno de los 200 sitios ambientales más importantes del mundo.

La degradación

Las imágenes satelitales son elocuentes con respecto a cómo se fue degradando los bosques en esta zona del país. Según datos de Global Forest Watch, desde el 2001 hasta el 2020, Canindeyú perdió 260.735 hectáreas de cobertura arbórea. Gran parte de esta pérdida de bosques se da justamente dentro de la biosfera del Mbaracayú.

Las actividades agroindustriales a gran escala son una de las partes responsables de esta situación en Canindeyú. Según datos del Ministerio de Agricultura (MAG), solamente la plantación de soja pasó de tener 238.100 hectáreas en el 2000, a ocupar 660.000 hectáreas en el 2020. Un aumento de 421.900 hectáreas, lo que representa a 36 ciudades de Asunción juntas.

Toda la región de la biosfera del Mbaracayú soporta fuertes presiones. Gracias al trabajo que se realizó en la Reserva, este remanente de bosques aún resiste.

Las plantaciones llegaron incluso al núcleo de la Reserva Mbaracayú y en muchos casos ni siquiera han respetado los cordones de amortiguamiento –bosques naturales que rodean a las áreas protegidas– que en grandes pasajes de los alrededores de Mbaracayú, hoy día ya son plantaciones.

A todo esto se debe sumar la cuestión de los asentamientos humanos que se van sumando con los años en los alrededores de la reserva, una situación que amenaza a los animales por las cacería furtiva y también la extracción de madera de los bosques. Sin embargo, el factor más preocupante para los trabajadores de la reserva en la zona ha sido la proliferación de plantaciones ilegales de marihuana, que se convirtió en un verdadero peligro.

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Gauto apunta, sin embargo, a una cuestión mucho más amplia sobre todos estos puntos: “La amenaza más grande que tenemos es la pobreza. Porque alienta de todo, a las invasiones, a las plantaciones ilegales. Entonces, la respuesta que nosotros hemos ideado a eso fue apostar en proyectos. Por ejemplo, el de crear el colegio de mujeres de Mbaracayú, donde están teniendo una educación de alta calidad, con la idea de que cuando sean 500 o 1.000 las graduadas, sean ellas mismas las que van a cambiar la socieconomía de la región”, asevera Gauto.

Canindeyú, en efecto, aparece dentro de los departamentos con mayor índice de pobreza. Según la Encuesta Permanente de Hogares del 2015, se ubica con el 33,24% de su población en pobreza total, en el quinto lugar de 17 departamentos, por detrás de Caazapá (47,89%), San Pedro (44,89%), Caaguazú (40,07%) y Concepción (37,62%). Se entiende por pobreza total a las personas que no pueden comprar una canasta básica (alimentos y servicios esenciales) para su subsistencia.

Para Gauto, Mbaracayú es un patrimonio invaluable de todos los paraguayos y paraguayas, por lo que se necesita del apoyo de toda la sociedad para seguir velando por su conservación.

Yan Speranza es directivo también de Moisés Bertoni y resalta el trabajo comunitario que hace la reserva dentro de su entorno. “Nosotros trabajamos con las comunidades campesinas e indígenas. Con los gobiernos locales. Tenemos un colegio. Se amplía el modelo para integrar elementos sociales y económicos al sistema ambiental”, expone Speranza.

Señala que en toda la zona de influencia de la biosfera viven al menos unas 35.000 personas. Asegura que la fundación trabaja en proyectos que generan sus propios recursos para poder sostener toda la estructura, que incluye a 21 guardaparques y otros trabajadores, como por ejemplo los que están en la escuela.

Los cazadores furtivos también son uno de los graves problemas que atraviesa la Reserva.

Desde la fundación consideran que la mejor forma de lograr que el entorno entienda que se debe instalar la conservación como algo necesario para mantener la vida y la biodiversidad en la región, es mediante la educación y la participación de la gente que vive en el lugar.

Speranza cuenta que la fundación desarrolla proyectos donde se involucra a las familias que viven en la zona de influencia. “Es necesario lograr que esta gente se involucre y aprendan que necesitamos cuidar de lo que tenemos, de lo importante que es mantener los bosques”, dice el directivo.

El drama de los cultivos ilegales

“El problema que tenemos es que los cultivos ilegales está creciendo y ahí necesitamos el apoyo de las autoridades nacionales para cuidar eso” expone, por otro lado, Yan Speranza. Recuerda que justamente, dentro de la propia ley que crea la reserva se deja establecido que el Estado se encargará de dar la protección requerida. “Nuestro gran pedido es que el Estado pueda hacerse cargo de esa protección, porque realmente es muy necesaria”, señala el directivo de la fundación.

Al igual que otras áreas protegidas de la región, los narcos han encontrado en los bosques de estas reservas las zonas más apetecibles para sus plantaciones de marihuana, ya que trabajar en estos territorios les asegura un elemento muy importante: Impunidad.

Las parcelas de marihuana abundan en el núcleo mismo de la Reserva. Quienes trabajan en la conservación de esta área natural piden la presencia del Estado para resguardar el bosque del Mbaracayú.

La Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) incautó entre 2015 y 2020, unos 421 kilos de marihuana procesada dentro de la reserva, además de destruir 107 hectáreas de plantaciones ilegales que estaban activas. La organización ambiental WWF identificó según registros satelitales, que esta área protegida perdió 1.900 hectáreas dentro de su propio núcleo. Prácticamente toda el área se destinó a la marihuana, mientras que la madera arrasada se llevó de contrabando al Brasil, cruzando la frontera, según los propios investigadores.

Una escuela en medio del bosque

El Centro Educativo Mbaracayú funciona desde el 2009 y nació con la idea de reducir la inequidad existente con respecto a la falta de acceso a la educación que tienen las mujeres en la región. Así sostiene Sonnia Sanabria, directora de este centro educativo.

El colegio funciona con el sistema de internado y está enfocado en la educación ambiental. Además, está estrictamente destinada a jóvenes de escasos recursos, que son mayoría justamente en la zona donde converge esta reserva. La mayoría son hijas de familias campesinas que están en los alrededores.

Unas 342 adolescentes mujeres ya se han recibido en el Centro Educativo Mbaracayú, que ofrece una educación ambiental.

Sanabria dice que la mejor forma de lograr que las cosas cambien, es cambiando la forma de pensar de la gente, y sobre todo de las generaciones que vendrán. “Las alumnas desarrollan un bachillerato en ciencias ambientales enriqueciendo sus actividades atendiendo que están en forma permanente. Además, el ciclo es con énfasis en hotelería y turismo. Aprenden todo el manejo de un hotel”, expone Sanabria.

El colegio cuenta con 152 alumnas, distribuidas en primer, segundo y tercer curso de la Educación Media. Hasta ahora, han egresado 342 jóvenes de este centro educativo. Sanabria habla de la importancia que tiene ejercer una educación ambiental en una zona con grandes problemas a la hora de necesitar la conservación. “Es fundamental para el aprendizaje en el cambio de actitud. Y eso se logra por la oportunidad que ellos tienen de estar viviendo en un área protegida”, expone la directora.

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Agrega que el objetivo es lograr que estén comprometidas en la conservación de la reserva y que las que ya se han recibido hoy se conviertan en embajadoras y principales aliadas de dar un mensaje a la comunidad de la importancia del Mbaracayú.

Justamente, ese es el objetivo que tiene la fundación. Establecer ese mensaje y lograr trasladar posteriormente ese mismo mensaje a nivel país. “Tenemos que enseñar a salir de esta situación de bastante contaminación y destrucción de nuestros recursos. Y esto solamente vamos a lograr cuando todos nos demos cuenta de que el cuidado de la naturaleza es un asunto de supervivencia de la raza humana. Nos falta mayor compromiso de todos para tener un verdadero cambio de actitud”, asevera Sanabria.

La reserva cumple 30 años con muchos logros, siendo la educación de toda una generación quizás el más importante. Aún así, el desafío por mantener con vida quizás el último remanente de bosque de Canindeyú sigue siendo muy grande para un área que soporta decenas de conflictos y amenazas.

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