Aliyu Mariam Oyiza documentó más de 200 denuncias de violación en 2020 en un solo barrio de Maiduguri, la gran capital del noreste de Nigeria. “Hay tantas, que ni siquiera puedo contarlas”, lamenta.

Al frente de una oenegé que ayuda a las mujeres y a los niños vulnerables en esta región devastada por más de diez años de conflicto y una miseria endémica, la joven se ocupa actualmente de un asunto urgente que la “obsesiona”.

Una madre le pidió ayuda para su hija de 12 años, violada por un vecino de 63 años. Ahora está embarazada de cuatro meses. “Es tan joven”, dice la fundadora de la oenegé Learning Through Skill Acquisition Initiative (LETSAI).

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La agresión tuvo lugar en una zona “que cuenta con el mayor número de casos de violencia sexual y sexista”, testimonia Mariam Oyiza, con su rostro rodeado por un velo color chocolate. Junto con la policía, visitó el lugar de la agresión, pero no se encontró al autor. “Es un expolicía y un líder comunitario, así que la gente lo cubre, lo esconde”, explica enfadada.

Mariam Oyiza, con solo 26 años, quiere sacudir el norte de Nigeria, conservador y en gran parte musulmán, donde las mujeres, sometidas a los pesos de las tradiciones, a menudo se casan muy jóvenes o se ven obligadas al silencio cuando son agredidas.

Huérfana desde los 17 años, Mariam Oyiza también fue víctima de violencias. “En momentos de mi vida en que no tenía qué comer, fui abusada físicamente”, explica. “Dando a estas mujeres el apoyo que no tuve, espero encontrar un poco de consuelo”, explica.

Aprender un oficio

Todavía era estudiante de radiología cuando la joven creó su oenegé desde la universidad de Maiduguri, la capital del estado de Borno, epicentro de la insurrección yihadista. Un grupo de mujeres que vivían en un campamento de desplazados internos mendigaban en el campus y Mariam Oyiza decidió enseñarles a fabricar jabón. Luego les dio 5.000 nairas (12 dólares) y les ayudó a crear su propia pequeña empresa.

Su filosofía es dar trabajo a las mujeres enseñándoles un oficio para favorecer su emancipación. Actualmente, su ONG, con sede en Maiduguri, emplea a 15 personas a tiempo completo, y uno de sus programas está financiado por las Naciones Unidas. También apoya a las mujeres que han vivido bajo el control del grupo yihadista Boko Haram. Al regresar a sus comunidades, la mayoría de ellas se enfrentan a la estigmatización y a menudo son víctimas de abusos.

Acompañó a una joven que había intentado en varias ocasiones cometer un atentado suicida, afirmando haber recibido “amor” por parte de los insurgentes. Los yihadistas reclutan a mujeres y niños, les dan una ilusión de pertenecer a una comunidad, antes de adoctrinarlos y convencerlos para que se conviertan en kamikazes.

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“Nuestro desafío es también intentar comprender su dolor, ser capaces de tenderles la mano y ponernos en su lugar”, afirma Mariam Oyiza. Pero la defensa de estas mujeres y de sus derechos no siempre es bien vista en la sociedad donde se aplica la sharia, la ley islámica. Incluso a las mujeres a las que ayuda se les dificulta confiar en ella. “Algunas no entienden cómo una mujer de mi edad, que no está casada ni tiene hijos, puede comprenderlas”, explica.

Tenaz, no se desanima. Unas semanas después de la llamada para ayudar a la joven víctima de la violación, Mariam Oyiza envió un mensaje: “Logramos reubicar a la niña y a su familia lejos de su vecindario. Estoy muy feliz”. En esta región donde el hombre todavía escapa a la ley, cada pequeña victoria representa un verdadero triunfo.

Fuente: AFP.

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