Juan Carlos Dos Santos
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En los medios de prensa paraguayos de 1932, la mayor parte de las publicaciones hacían referencia a los partes de guerra emitidos por el Ministerio de Guerra y Marina. Las historias eran contadas en primera persona, con lujos de detalles, por los heridos que eran atendidos en los hospitales y las noticias que hacían llegar las agencias internacionales sobre lo que sucedía en los países limítrofes, siempre relacionado al conflicto que comenzaba a tomar forma en el Chaco.
La confrontación bélica más importante y próxima, que servía como referencia para lo que se desarrollaba en el Chaco, fue sin dudas la que, en ese entonces, era conocida por todos como la Gran Guerra (1914-1918) o la Primera Guerra Mundial, como es conocida ahora.
Aquel sangriento conflicto mundial se caracterizó por la lucha de trincheras, el cuerpo a cuerpo, el intenso fuego de artillería, la aparición del avión como elemento de guerra, pero lo que más aterrorizaba a los combatientes eran las granadas con gases tóxicos.
Bolivia adquirió gases asfixiantes
La Batalla de Boquerón, iniciada entre el 7 y 9 de setiembre de 1932, era sin dudas la primera de real magnitud de otras tantas que vendrían luego en los sucesivos años hasta junio de 1935, durante la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay.
Por aquellos días, las agencias de noticias internacionales informaron del decomiso en la Argentina de un cargamento conteniendo 30 cajones de granadas de aviación, cargadas con gases tóxicos, todas destinadas al Ejército boliviano. Casi al mismo tiempo en Bolivia, la maquinaria propagandística del gobierno de Salamanca, presidente boliviano, hacía conocer a la población reportes que hablaban de la barbarie paraguaya.
En esos reportes se daba cuenta de las torturas a las que eran sometidos los prisioneros, en su mayoría heridos, así como los supuestos ataques a los que eran sometidos por parte de la aviación paraguaya, algunos hospitales de campaña de la Cruz Roja boliviana en pleno teatro de operaciones.
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Asunción debe ser bombardeada
Estas informaciones buscaban apoyo para el gobierno presidido por Daniel Salamanca, quien por contar con una imagen tan impopular y desgastada, más de una vez tuvo que retirar regimientos del Chaco para regresarlo a La Paz, en salvaguarda de su seguridad. Toda esta situación se sumaba a la derrota sufrida por los bolivianos en el fortín Boquerón.
La propaganda boliviana hizo efecto en la población y un cable internacional publicado en los medios de prensa asuncenos informaba que durante las manifestaciones en La Paz, la población exigía al gobierno el bombardeo de la ciudad de Asunción así como también de la ciudad de Concepción y Puerto Casado, en represalia por la muerte de prisioneros, heridos y enfermeros bolivianos por parte de los paraguayos.
Los suscriptores del diario El Orden de Asunción solicitaron al medio que publicara recomendaciones para la población en general en caso de producirse un ataque, tanto con explosivos como con gases tóxicos. El material, publicado el 12 de setiembre de 1932, llevaba por título a grandes letras “En caso de un ataque aéreo sobre Asunción” y en él se explicaba las dificultades que tendrían los bolivianos para realizar tal acción.
A construir un refugio antiaéreo
Sin embargo, y a pesar de los cálculos optimistas que presentaba el artículo referente al poco efecto destructivo que tendría sobre nuestra ciudad capital un ataque aéreo boliviano, se aconsejaba a la población sobre cómo construir su propio refugio antiaéreo.
¿“Qué coraza tendremos”?, la mejor que nos da la naturaleza misma, tierra y rollizos (troncos); ¿Cómo utilizar estos medios?: cavando una trinchera de canto recto, de dos metros de profundidad y uno de ancho, colocando encima un techo de rollizos de cuatro metros de largo y además una capa de tierra de cincuenta centímetros de espesor, luego otro techo de rollizo y una capa más de tierra. Esta construcción debería ser suficiente para soportar las bombas de 105 mm, las más poderosas y grandes que un avión puede transportar. Lo único que lastimará será el ruido de la explosión", explicaba el artículo periodístico.
Máscaras antigases a 50 pesos
Pero luego de enseñar al lector cómo construir el refugio seguro, aconsejaba correr y buscar refugio lo antes posible, apenas se escuchara “el grito estridente de las sirenas”. En cuanto a las bombas con gases tóxicos, pidió no preocuparse porque la exigua cantidad de aviones y bombas que pudieran lanzar los bolivianos no afectaría a los pobladores de los sitios urbanos atacados.
El viernes 30 de setiembre de 1932, en un espacio denominado “Breves noticias de interés”, el diario Crítica publicaba el siguiente anuncio: “Cincuenta pesos es el precio de las caretas contra gases asfixiantes, y que están a la venta en el local de la Cruz Roja”.