Paulo César López (paulo.lopez@gruponacion.com.py)
El 15 de julio de 1927 se registró un sangriento episodio que ha quedado casi en el olvido: la matanza de Puerto Pinasco. Al cumplirse 93 años de la masacre contra trabajadores de una taninera, comparto una entrevista realizada vía correo electrónico al investigador británico Andrew Nickson, autor de un artículo sobre este episodio poco conocido de nuestra historia.
En su artículo “Una historia olvidada. La matanza de Puerto Pinasco”, publicado en la revista Novapolis en octubre del 2013, el profesor de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Birmingham reseña la historia de una huelga realizada en la taninera de la empresa norteamericana International Products Corporation (IPC) en la ciudad de Puerto Pinasco, departamento de Presidente Hayes.
La medida en reclamo de mejores condiciones laborales fue respondida con una represión que derivó en una cantidad de víctimas de al menos una docena de personas entre muertos y heridos graves, según Milda Rivarola, y más de veinte, según Juan Alfredo Ramírez, señala el autor.
Nickson subraya que el gobierno de Eligio Ayala logró ocultar el episodio “con mucho éxito”. Por entonces, el ex mandatario Eusebio Ayala, quien volvería a ocupar la presidencia en 1932, se desempeñaba como vicepresidente de la firma en Paraguay y director regional en Asunción.
Las versiones sobre el suceso indican que el levantamiento fue iniciado por los hacheros, los más explotados en la cadena de la industria del quebracho. En una comparación casi obligatoria, el autor señala las similitudes con la masacre de Curuguaty y la operación llevada a cabo por las autoridades con el fin de ocultar la verdad de lo ocurrido. Al igual que en Marina Cué, no fueron investigadas ni la actuación oficial ni la de los directivos de la empresa y todo el castigo recayó en los huelguistas.
Además de las mejoras salariales, jornada de 8 horas, derecho a la sindicalización y turnos rotatorios en la fábrica, los obreros también exigían terminar con el monopolio de la despensa de la IPC y su combo de “vales”, tan bien descrito por Rafael Barrett como una estrategia de esclavización de los mensúes.
– Existe una controversia sobre la fecha exacta en que ocurrieron los acontecimientos. ¿Fue el 4 o el 15 de julio? ¿Por qué esta diferencia en el registro? ¿En qué se basa para sostener que fue el 15 de julio?
– Aunque no es cierto que “la prensa asuncena no se hizo en absoluto eco de estos acontecimientos”, según señala Milda Rivarola, debido a la gran distancia y pésimas comunicaciones al interior del país de entonces, solamente unas magras y muy distorsionadas noticias se filtraron en la capital sobre lo acontecido. Tres periódicos asuncenos de la época (El Diario, El Liberal y La Nación) reportaron sobre los “Sucesos de Pinasco”.
El Diario basaba su informe casi exclusivamente en las declaraciones de Eusebio Ayala, quien había viajado a Pinasco después de la matanza. “Los sucesos de Puerto Pinasco” (El Diario, Asunción, 25 de julio de 1927). Es en esta entrevista con Ayala en la que aparece una fecha exacta (15 de julio): “Los obreros no habían pedido ninguna modificación en las condiciones de trabajo, hasta después de descubrirse el complot. El mismo día de los sucesos, o sea el viernes 15, el administrador, Sr. Scott, recibió una hoja sin firma escrita con visible prisa pidiendo la jornada de ocho horas y otras mejoras”. Por otro lado, Ayala miente cuando dice al inicio de la entrevista: “En Pinasco no hubo huelga”. ¿Quizás tuvo algún motivo de ‘cambiar’ la fecha de la huelga?
Por otro lado, en “Los sucesos de Pinasco” (La Nación, 21 de julio de 1927), se dice lo siguiente: “El gobierno está en el deber de investigar la verdad de los hechos ocurridos. En Puerto Pinasco se ha producido hace unos días una huelga”. Aun cuando es impreciso, “hace unos días” se aproxima más al 15 de julio que al 4 de julio.
Es probable que la fecha del 4 de julio se basa en los informes de la diplomacia francesa de la época (Perrot a Briand) citados en el excelente trabajo de Milda Rivarola, “Obreros, utopías y revoluciones”.
Hasta ahora no existe una fuente definitiva sobre la fecha de la huelga y matanza de Puerto Pinasco. Esto refleja tanto la lejanía del lugar en esa época, pero también sigo teniendo la fuerte sospecha que la magnitud del mismo fue encubierta por razones políticas. Si tuviera que apostar, diría que fue el 15 de julio.
– ¿De qué manera un episodio de la magnitud y gravedad de la matanza de Puerto Pinasco pudo quedar en el olvido?
– Entre los factores figuran el obvio interés por parte de las autoridades de la época de tapar lo ocurrido así como la lucha entre socialistas y anarquistas para el control del movimiento sindical en panales. Para 1927 el liderazgo nacional del movimiento obrero quedó firmemente bajo el control de socialistas, quienes se oponían al liderazgo de la huelga en Pinasco, de tendencia mayormente anarquista. Las escasas referencias a la huelga de 1927 en el segundo tomo de las memorias de Francisco Gaona, fuente principal de la historia sindical paraguaya, son muy llamativas.
Asimismo, a pesar de que cubre el período, el informe –de fuerte contenido antianarquista– presentado por Rufino Recalde Milesi a la Internacional Sindical Roja en Moscú, en el año 1930, no dice nada de Puerto Pinasco. A esto hay que añadir la tradición básicamente oral del pueblo rural de entonces, cuyo idioma fue en un casi cien por ciento el guaraní. Pero aun así, llama poderosamente la atención que la llegada de aproximadamente 500 personas (entre huelguistas y familiares expulsados) en el puerto de Asunción a los pocos días de la tragedia no despertó eco alguno en la prensa local. A mi parecer, el hecho de que los periodistas de la época no hayan buscado testimonios “de primera mano” al entrevistar a los recién llegados nos habla a montones acerca de la enorme brecha social entre la intelectualidad asuncena y el pueblo en ese entonces.
Existe poca información acerca del génesis de la protesta de 1927, aunque probablemente fue liderada por los hacheros, los más explotados del personal, a quienes se les pagaba por destajo, a través de terceros, y con mucha demora. Los huelguistas marcharon al puerto, donde consiguieron la solidaridad de los obreros de la fábrica y del puerto. Sus demandas fueron la apertura del puerto, atención médica a sus familiares y un aumento salarial. Al ser negados sus reclamos, como medida de protesta ocuparon la usina y la comisaría, amenazando con incendiar los depósitos.
La respuesta de la gerencia fue contundente. El comisario local, que en la práctica actuaba como funcionario de la empresa, mandó apresar a los líderes de la “comisión directiva” de la huelga. Pero al serle imposible realizarlo, la empresa envió un mensaje por código Morse pidiendo auxilio del cuartel de Concepción, que envió un pelotón de 30 a 35 soldados quienes, en su intento de desocupar el puerto, ametrallaron a los huelguistas.
También hay una clara explicación política de autocensura por parte de la prensa asuncena, que destapa una carta con fecha 20 de julio de 1927 del cónsul francés en Asunción, Monsieur G. Perrot, dirigida al Ministerio de Relaciones Exteriores en París sobre lo acontecido en Puerto Pinasco. La misiva destaca el hecho de que la prensa haya seguido las instrucciones del gobierno de no hacer ruido sobre el tema y haber demostrado un ejemplo de disciplina periodística.
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– Antes de la matanza se refiere a otras grandes huelgas realizadas bajo la inspiración de las corrientes obreristas de entonces. ¿Sabe de otros dirigentes, además del obrero Esteban Cardozo y el argentino Benigno Castaño, que hayan participado de la huelga?
– De hecho, hubo una creciente militancia de los sindicatos a partir de la segunda década del siglo veinte. El caso más emblemático fue el de los obreros marítimos, cuyo sindicato –la Liga de Obreros Marítimos del Paraguay (LOMP)– fue, sin duda, el más organizado y más fuerte. Como parte de ese auge, una serie de grandes huelgas ya habían sacudido antes a Pinasco –en 1913 y en 1922/23–, cuando hasta se fugó el comisario Wagner y se instaló en su reemplazo una guarnición militar a cargo de un Mayor Barboza. Todas estas luchas apuntaban a la introducción de derechos laborales básicos, tal como las ocho horas diarias (en vez de las doce horas que fue la norma en la fábrica).
Como nos recuerda Milda Rivarola, el segundo quinquenio de la década de 1920 también fueron años de creciente “contestación al orden liberal” y no es de sorprender que, a pesar de su lejanía, estos nuevos vientos hayan soplado también en Puerto Pinasco. No hay que olvidar que el plantel de personal de IPC –en el puerto, la fábrica, el ferrocarril y los hacheros contratados en los obrajes– era del orden de 3.000 personas, de lejos el mayor empleador en todo el país y se estima que la población total de Puerto Pinasco rondaba los 14.000 habitantes.
–A parte de las reivindicaciones relacionadas con los salarios y las jornadas de trabajo, en su artículo menciona que uno de los motivos de la rebelión fue el sistema de “vales”.
–Además de la lucha por las ocho horas de trabajo, una reivindicación constante fue la apertura del puerto y el libre ingreso de vendedores de productos básicos para competir con el monopolio ejercido por la despensa de la empresa, que explotaba al personal mediante el sistema de compra con “vales”. Pero en su afán de mejorar sus condiciones, los obreros tropezaban con la férrea negación de IPC, durante décadas, de reconocer un sindicato.
La IPC solía contratar a “cowboys” norteamericanos, en muchos casos con antecedentes criminales en su país de origen, tal como relata el testimonio de C. W. Thurlow Craig, aventurero inglés y exempleado de la empresa en Puerto Pinasco. Es muy probable que el comportamiento de los gerentes y subgerentes extranjeros hacia el personal local fuera fuertemente influenciado por el racismo y sentido de superioridad anglosajón, propio de la época. Esta cultura empresarial de capitalismo salvaje habría inculcado una actitud intransigente respecto a las demandas laborales.
–Qué rol cumplieron Eusebio Ayala, funcionario de IPC, y Eligio Ayala, entonces presidente de la República.
–Dos aclaraciones. Primero, que los dos Ayala (ambos liberales, ndr) no fueron parientes, tal como se suele decir. Segundo, Eusebio Ayala –presidente de la República entre noviembre de 1921 a abril de 1923, además de ser rector de la Universidad Nacional –en el momento de la tragedia en julio de 1927 siguió ocupando al mismo tiempo el cargo de vicepresidente de IPC y de director regional en Asunción. De hecho, esa misma noche él viajó a Pinasco y sus declaraciones al regresar formaban la base de la escasa memoria colectiva de lo que pasó. Pero la veracidad de sus declaraciones a la prensa es muy cuestionable. Ayala habla de un duro enfrentamiento, pero no menciona en absoluto la existencia de muertos. Además, dice una barbaridad, que “no fue una huelga sino un atentado anarquista frustrado” y vuelca toda la culpa a un “grupo de exaltados liderado por un individuo de nombre Benigno Castaño, desertor del Ejército argentino”.
En fin, es entendible que destacados liberales de la época hayan tratado –con mucho éxito– de encubrir la matanza de Puerto Pinasco. No es difícil imaginar que un arreglo privado entre Eusebio y Eligio –respectivamente el principal director local de la empresa y el jefe de Estado– explique el porqué nunca hubo una investigación oficial acerca de la matanza, el porqué ningún policía fue arrestado por la matanza y el porqué el mismo IPC nunca recibió ni una amonestación por lo ocurrido.
La relación con el caso de Marina Cue en 2012 en cuanto al comportamiento del Estado es muy llamativa. En esencia sigue siendo un Estado esclerótico, cuyo elitismo se esconde detrás de una canalla de pomposos “magos”, expertos en abstracciones de “derecho constitucional”, que dan la espalda a las apremiantes necesidades de un pueblo huérfano de acceso a la justicia.
–¿Qué datos se tienen sobre Mr. J. H. Scott, gerente de la empresa durante la matanza?
–Del gerente Scott, de nacionalidad canadiense, se sabe poco. Después de la matanza, el conflicto laboral en Pinasco seguía siendo tirante. En una posible represalia, el 1 de diciembre de 1929, Dr. MacDonald, un médico inglés recién llegado para trabajar en la empresa, murió en una emboscada en compañía de Scott, en las afueras del puerto, cuando inspeccionaban un obraje. Se supone que la bala, tirada por desconocidos desde un bosque, fue dirigido a Scott. Aun así Scott se quedó por muchos años más en Pinasco, dejando el puesto y despidiéndose de Pinasco finalmente el 26 de julio de 1939.
–En su texto habla de un gran mitin contra la matanza realizado el 19 de julio de ese año en el que intervinieron Hérib Campos Cervera y Obdulio Barthe. ¿Hay transcripciones de esos discursos?
–Lastimosamente creo que no hay transcripciones de sus discursos.
–¿Aún existe la International Products Corporation (IPC)?
–La empresa International Products Corporation, que en su momento tenía su sede en 120 Broadway en pleno Manhattan, Nueva York, y una oficina de tres pisos en Calle Palma 211, que ya no existe más. En 1920 había comprado un frigorífico del Farquhar Syndicate en San Antonio, cerca de Asunción, y pronto llegó a ser, con la empresa Liebigs, uno de los principales exportadores de carne en conserva. También adquirió enormes extensiones de tierra en Paraguay, pasando de 200.000 hectáreas en 1935 a 620.825 en 1946. Después de la caída del precio internacional de tanino en 1955, IPC vendió los activos en Pinasco en 1965. La venta fue dudosa y el comprador, INVICTA, pronto se fue a la bancarrota, causando mucha protesta en Pinasco en plena dictadura de Alfredo Stroessner.
En 1966 la empresa transnacional, Ogden Corporation, compró la IPC. Para 1975 siguió siendo uno de los latifundios más grandes del país con 607.000 hectáreas, de las cuales los dos tercios se mantenían sin uso. A raíz de la baja repentina en la demanda internacional de carne en conserva, la planta de San Antonio dejó de producir y se vendió en 1979. Como consecuencia de la falta total de políticas públicas de desarrollo territorial, la población de Puerto Pinasco cayó vertiginosamente de 14.000 en la década de 1920 a 2.148 en 1972, 519 en 1982, recuperándose levemente hasta llegar a los 3.313 en 1992 y 3.328 en 2002.
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–¿Qué hay respecto a ese libro inubicable que menciona, “Sangre Proletaria: la Masacre de Puerto Pinasco”, de Enrique Volta Gaona, quien fuera hombre duro de la dictadura stronista?
–El título aparece en la entretapa de la segunda edición (1957) de un libro escrito por Volta Gaona, llamado 23 de Octubre, bajo una lista de “obras en preparación”. Varios intentos de ubicarlo han sido infructuosos y llegué a la conclusión de que no existe semejante obra, sino que más bien se trató de un “proyecto” no cumplido de Volta Gaona. De paso, Luis Verón nos recuerda que Enrique Volta Gaona, inspirador del sindicalismo amarillo, Organización Republicana Obrera (ORO), y “asesor legal” de la Confederación Paraguaya de Trabajadores (CPT) después de la huelga general de 1958, fue nada menos que primo hermano de José Asunción Flores.
Anexo
- Transcripción de una publicación de la época sobre los sucesos de Pinasco incluida en el texto de Andrew Nickson
Los sucesos de Puerto Pinasco: El Diario (Asunción) 25 Julio 1927. Uno de los directores de la compañía suministra a ‘El Diario’ informes completos acerca de lo ocurrido en aquel puerto. Hemos tenido oportunidad de hablar sobre los sucesos de Pinasco con uno de los Directores de la Cia., el Doctor Eusebio Ayala, quien se había trasladado a Pinasco tan luego como recibió noticias de lo ocurrido habiendo, sin embargo, llegado cuando todo había terminado.
Dice el Dr. Ayala: En Pinasco no hubo huelga. Un individuo, de nombre Benigno Castaño, desertor del Ejército Argentino, hace algún tiempo llegó a Concepción. Se empleó en casa de Antonioli, de donde poco después fue echado y denunciado a la justicia por robo. Trató de organizar el Partido Anarquista en la Ciudad del Norte, pero tuvo un choque con los obreros con motivo de la manifestación patriótica a raíz de la muerte del Tte Rojas Silva. Castaño trató de persuadir a los obreros, diciéndoles que los obreros no debían tener patria. No pudiendo medrar en Concepción, se trasladó a Pinasco, donde inició una Sociedad Secreta, con el objetivo aparente de sindicarse y con el objetivo real de hacer propaganda anarquista. Unos pocos exaltados entraron en su plan. La administración tuvo noticias de lo que se fraguaba, y despidió a Castaño y once trabajadores complicados. Este fue el origen de los incidentes. Un número de más o menos 100 obreros se solidarizó si no con las ideas con la suerte de estos promotores. Castaño y los demás complicados entonces resolvieron llevar a cabo sus planes de destrucción, atacando la fábrica, quemando las pilas de madera, prometiendo el saqueo libre del Almacén, etc., etc.
Uno de los primeros actos debía ser matar al comisario y desorganizar así la Policía. Felizmente los tiros contra el comisario no hirieron sino a un sereno. La Policía largó tiros, la mayor parte al aire, a fin de dispersar a los hombres reunidos y, también para ahuyentar a los que prendían fuego a las pilas de madera, resultando algunos heridos leves. Según todas las informaciones que se pueden recoger de toda clase de gente en Pinasco, los discursos fueron de corte anarquista. Castaño incitaba a quemar la fábrica, como una protesta contra la sociedad capitalista, otros hablaron contra la Patria, contra la bandera tricolor y, un orador dijo que era preferible que el Chaco pasase a manos de Bolivia. Los obreros no habían pedido ninguna modificación en las condiciones del trabajo, hasta después de descubrirse el complot.
El mismo día de los sucesos, o sea el viernes 15, el administrador, Sr. Scott, recibió una hoja sin firma escrita con visible prisa pidiendo la jornada de ocho horas y otras mejoras. El administrador contestó por escrito en el acto en una forma conciliadora, proponiendo someter el asunto al Directorio de la Compañía. Pero los Directores no querían discutir nada. Uno de los contadores de la Compañía, señor Augusto Mendonca, estuvo a hablar con Castaño y compañeros con el propósito de apaciguar los espíritus y tratar de encauzar en una negociación pacífica la cuestión. El señor Mendonca hubo de ser asesinado por dos de los hombres con sendos puñales y salvó la vida mediante la oportuna intervención de algunos trabajadores. Como se ve, no fue una huelga sino un atentado anarquista frustrado. La mayor parte de los trabajadores huyeron a los montes vecinos con sus familias y unos cuantos se presentaron en la Administración a ofrecer sus servicios en defensa de la Cía.
El viernes a la tarde llegó a Pinasco el Sr. Vicente Silveira, Secretario de la Delegación de Concepción con 10 agentes. De acuerdo con él, los Directores del movimiento se prestaron a salir de Pinasco, invitando y amenazando a los demás, a fin de obligarlos a abandonar el puerto con ellos. El Sr. Silveira manifestó a todos los obreros que la Cía ponía a disposición un barco para trasladar a todos los que quisieran salir hasta Concepción. Haciendo uso del ofrecimiento, se embarcaron los doce Directores y poco más de cien trabajadores con sus familias. Cuando yo llegué a Concepción, vinieron a verme una delegación de los salidos de Pinansco, pidiéndome hacerlos llegar hasta Asunción, pedido que fue concedido.
El número de individuos que se han plegado, por temor u otro causa, el movimiento, no representa sino el 5% del personal. Todos los demás continúan trabajando sin ninguna queja. La empresa de Pinasco atiende especialmente a su personal, y no creo que haya ningún establecimiento en la República en el cual los obreros tengan un trato mejor. He conversado con muchos obreros, y la impresión mía y la de cualquiera que habla con ellos sería la misma. Es muy triste que individuos que no son obreros ni paraguayos, puedan causar daños considerables a una empresa y a los compatriotas que trabajan. Sería muy deseable una investigación seria a fin de tomar las medidas oportunas para impedir el desarrollo de la acción anarquista en nuestro país.
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