Pepa Kostianovsky

Final y felizmente, ha sido inaugurado el puente Héroes del Chaco. Una alternativa indudablemente útil para aliviar la carga de tránsito entre las dos regiones geográficas del país.

En un artículo anterior ya he manifestado mis cuestionamientos a que se limitara su paso a los vehículos livianos y discriminando así al transporte público y con ellos a la masa de trabajadores que cumpliendo jornadas de 8 horas se ven obligados a usar el puente Remanso a viajes de más de una hora (o dos) de ida y vuelta a sus hogares. El pretexto de que la ordenanza municipal prohíbe el paso de los ómnibus por la avenida Costanera podría haberse solucionado con una simple enmienda de la ordenanza de marras, que liberara la zona comprendida entre Primer Presidente y Cañadón Chaqueño, pero en fin, creo que aún estamos a tiempo.

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Solo aprovechaba para reiterar mi reclamo, ya que mis consideraciones sobre el puente Héroes del Chaco son altamente positivas, no solo en cuanto a su función, sino y especialmente, en lo que hace a la actitud del nuevo gobierno de apresurarse a corregir defectos eventuales, y concluir una obra iniciada por el anterior gobierno. No faltó por cierto quien se apresuró a llamarlo “El puente de Marito”. Pero por lo visto, al actual presidente no parece preocuparle demasiado el mote. Primó el criterio de que la gente, y esencialmente la economía lo necesitaba. Bien. ¡Muy bien!

Ya era hora de que empezáramos a funcionar con razonabilidad. Y dejáramos de lado una competencia absurda y que ya tenía ejemplos lamentables. Por dar ejemplos podríamos citar al maltratado metrobús, absolutamente necesario para darle fluidez a la entrada y salida de la ciudad desde la tradicional avenida Eusebio Ayala, que se inició durante la presidencia de Horacio Cartes y encontró dificultades (especialmente por parte de los vecinos) al tratar de abordar la zona del mercado municipal.

Entre discusiones, tratativas, negociaciones y otros modos propios de la democracia (porque, convengamos en que si era en época de la dictadura, y a Stroessner se le antojaba, el metrobús arrasaba con casillas, veredas, canastos y transeúntes). Pero, como decíamos, mientras se buscaban soluciones a la continuidad de una obra de gran inversión, vino el gobierno de Marito. Y los abdistas aprovecharon para echarle el fardo a HC. Allí quedó frustrada una fortuna en dinero y tiempo invertido, problemas para los frentistas e ilusiones de usuarios que soñaban con una vía rápida hacia y desde el centro de Asunción.

Sin necesidad de haber estudiado ingeniería de tránsito, me atrevo a decir que había una solución muy rápida y sencilla. Por cierto, el metrobús no tiene por qué ser ni un subterráneo, ni mucho menos una vía de alturas, con todos sus costos y accesos. Bastaba con ordenar el tránsito, integrando las calles Pettirossi, Luis Alberto de Herrera y Azara como exclusivas para los camiones de pasajeros, con un paso exclusivo para residentes y vehículos de descargas, y llegar felices y contentos hasta la Colón o Montevideo, y de allí al puerto, sin dramas ni rezongos. Cerro Corá debía recuperar su tránsito hacia el centro, liberada ya junto con 25 de Mayo de la carga de ómnibus y listo. Opáma el problema.

No había demasiado por hacer ni gastar. Solo los espacios de paradas y las señales. Y si hacía falta alguna rotondilla por ahí se hacía.

Ahora, probablemente, muchas de las obras abandonadas requerirán gastos de reparación. Pero el camino está hecho, y el tramo faltante esperando su definición. Me parece muy simple. A mí, por lo menos.

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