Augusto dos Santos, analista
El senador Sergio Rojas no es valorable por su tarea legislativa pero nadie puede dudar de su capital político en el departamento Central, dijo una gran verdad en la sesión del viernes: lo que transmitió la retirada de los liberales efrainistas de la sesión del viernes, es la foto del fracaso sectarista del efrainismo, incapaz de hablar y negociar con sus propios correligionarios.
Es la naturaleza misma del funcionamiento del actual poder liberal: dividir, dividir siempre, y al mismo tiempo reclamar unidad por el método extorsivo de la exposición publica. Lo curioso es que desde el 2013 no terminan de entender que este método no funciona, salvo persistir en una rocambolesca mayoría interna y para guardar la caja del dinero partidario (dato no menor).
Y allí me pueden recordar que la ANR es sectaria. Y sí, es muy sectaria. Pero con este pequeño detalle: es la mitad de todo el electorado.
Quizás Rafael Filizzola, Esperanza Martinez y la líder de la tercera fuerza Yolanda Paredes, tengan un tiempo para explicar al sector aludido inicialmente que el Parlamento es PAR-LA-MEN-TO, porque los debates se agotan en la palabra no en las huidas, y que nadie recuerda a nadie porque se retiró, sino por la calidad de su debate.
Este método efrainista, cuya materia tiene una aleación importante de huida de la realidad también en su sector de medios: engañaron a muchos durante meses con la historia de una inminente victoria de Efraín, en tanto todos los estudios demoscópicos indicaban desde hace dos años que la única inminencia era la nueva derrota. Pensemos que más por torpeza que por deshonestidad, estos sectores mediáticos lograron que quien detenta la mitad del electorado fidelice sus fuerzas y que quienes deben construir mayorías se dividan. Divinos. No sería raro que en pocos días más reinicien sus jornadas proféticas explicando por qué los buenos perdieron y los malos ganaron.
Aparte de sus divisiones mediáticas, las divisiones políticas que persisten en el efrainismo no han renovado en absoluto sus metodologías fracasadas, que se basan en una supuesta ignorancia del pueblo para juzgar con sus propios recursos. Vamos a un ejemplo: la teoría de copamiento es una maravilla de disparate.
Con el criterio de “copamiento” como deslegitimador de las mayorías le hubiéramos ahorrado a la política norteamericana, la más famosa democracia del mundo, toda la tensión poselectoral contando de a una las bancas que lograban republicanos y demócratas por lograr los liderazgos. Imaginen al pueblo americano pidiendo que de una se ceda el liderazgo del Senado o de la Cámara de representantes a un republicano, porque quien preside la Nación es don Biden. ¿No están derrapando un poco ya por el aceitoso campo del disparate?
Pero vamos a ejemplos locales: Nadie dijo nada cuando el mismísimo Beto Ovelar “copó todo el poder” ganando la Presidencia del Senado en el primer año del quinquenio Abdo Benítez. Curiosamente lo que no era copamiento entonces, es copamiento ahora. Como este hay decenas de ejemplos: Carrizosa opositor, presidente del Senado, Lugo presidente de la República, pero el ejemplo más desvergonzado es el Cachito Salomón, quien bramó en contra del dichoso “copamiento”, tras ser ¡TRES VECES! presidente del Senado durante la administración de ABDO de su mismo partido y sector partidario.
Por eso el efrainismo, no importa en qué sector se ejerza, es un método que se burla de la inteligencia de los ciudadanos, porque no tiene consistencia aunque lo afirman como dogma.
MISIONES DE FUTURO
Mientras la oposición liberal, o la parte más mediática y bullanguera de ella, no se entere que su misión de cara al futuro no es predicar para sus fieles más radicalizados, sino construir puentes para abordar a nuevos votantes, significa que no han aprendido nada.
En el actual poder del PLRA siquiera son capaces de observar que el sectarismo extremo les cerró las puertas para negociar con sus propios correligionarios, por lo que la retirada liberal del viernes fue la tragicómica radiografía de su incapacidad de negociar con sus propios correligionarios.
La ANR tiene una misión menos urgente, pero igualmente importante: lograr que los afiliados que no acuden a votar se hagan votos; este es un enorme universo para que el que apenas están empezando a desarrollar estrategias de fidelización.
Y justamente esta lectura de ambas orillas da pie al comentario final: si el problema es la construcción de mayorías, y si lo que daña es “el copamiento”, la que debe cambiar es la oposición, no la ANR.