Josías Enciso Romero
Refugiado bajo las faldas de su madrina de la calle Yegros y sus medios periodísticos rabiosamente anticolorados, el presidente de seccional de Puerto Antequera, departamento de San Pedro, Gerardo Soria, ha ratificado su condición de pusilánime oportunista al no asumir con dignidad sus declaraciones previas a las elecciones generales del 30 de abril pasado.
Durante toda la campaña presidencial fue funcional a los intereses de la cadena mediática propiedad de la señora Natalia Zuccolillo. Sus disparos hacia el titular de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana (ANR), Horacio Cartes, en realidad, buscaban impactar de pleno en el candidato Santiago Peña. No hace falta ser un genio, y yo no lo soy, para llegar a esa conclusión. Solo hay que analizar minuciosamente sus entrevistas en el diario Abc color, que son los materiales que pueden ser más fácilmente recopilados y cotejados. Ahora que fue denunciado, y con razón, ante el Tribunal de Conducta del Partido Colorado, trata de evadir desesperadamente su responsabilidad. Nada raro en él considerando su zigzagueante trayectoria.
A mí, en particular, no me interesa el veredicto del sumario. Pero sí evidenciar que Gerardo Soria buscó la caída del partido al que dice pertenecer “por sus valores, principios y doctrina”. Dudo mucho que sepa de lo que está hablando, conociendo su generalizada ignorancia que se patentiza apenas abre la boca. Y eso que alega tener más títulos superiores que el propio exdiputado Carlos Portillo. Lo que, también, viene a confirmar aquel conocido adagio de que la universidad no acorta las orejas. No se trata, como afirma un expresidente, de “que las críticas deben asumirse como normales, y si hay alguna difamación o alguna calumnia, está la Justicia. Pero sería bueno que en el Partido Colorado no se castiguen las opiniones ni mucho menos los juicios morales”. No, señor, usted está equivocado de cabo a rabo. Probablemente porque nunca lee más allá de lo que usted mismo dice.
Gerardo Soria, como todo cuentero teledirigido –esto es, lee un libreto escrito por otros–, a veces se entusiasma y se anima a realizar algunas afirmaciones de su producción. Y es ahí, cuando sale del guion, que demuestra su real objetivo. Y que, definitivamente, testifican que su pretensión era socavar las chances del candidato republicano. Veamos. El 25 de marzo de 2023 (nuestra fuente siempre es Abc color): “Hasta hace poco Santiago Peña estaba por arriba en una intención de voto, pero ahora prácticamente hay un empate técnico con Efraín”. Ignoró todos los sondeos realizados a nivel nacional y que le daban cómodo ganador a Peña, para convertirse en vocero de las encuestas publicadas por la Concertación Nacional. El 28 de marzo insiste con el mismo bulo: “Yo estaba mirando muchas encuestas independientes, donde cada vez el margen es más corto entre Santi Peña y el segundo”. A su mala fe, las urnas le devolvieron una diferencia de 461.000 votos. Todo lo que decía de Horacio Cartes era con la sola finalidad de perjudicar a Santiago Peña. El 2 de abril, en el mes clave de las elecciones, publica una carta abierta: “El Partido Colorado hoy atraviesa la peor crisis de representación en sus 135 años de historia, como consecuencia de las graves acusaciones y sanciones del Gobierno de los Estados Unidos sobre el actual presidente de la Junta de Gobierno”. El mismo discurso que repetiría textualmente el mandatario, Mario Abdo Benítez, a horas de los comicios generales. Cualquier semejanza con la realidad, es mera realidad.
A medida que se acercaba el día de las elecciones, Gerardo Soria, azuzado por la matrona aliada de Marito, se ponía más osado. Y ya no disimulaba sus propósitos. El 9 de abril, a toda página, el diario “con fe en la plata” lo presenta como a un premio Nobel. “El daño que está haciendo (Horacio Cartes) a la candidatura de la Lista 1 es irreversible. Una cosa era que las encuestas en el mes de enero decían una cosa antes de las sanciones de los Estados Unidos, y otra cosa son las encuestas a partir de las sanciones. Cada vez se reduce más el margen de diferencia que hay entre Santi Peña y el candidato opositor de la Concertación Nacional, que es Efraín Alegre”. Hablaba como un opositor. A toda costa quería instalar la idea de que el Partido Colorado estaba al borde de la catástrofe electoral. Hay más: “Ya tuvimos un mariscal de la derrota, ahora vamos a tener un emperador de la derrota.
El único culpable, si pierde el Partido Colorado, será Horacio Cartes”. No se enjuician opiniones, como se quiere presentar, sino la abierta maniobra en contra de los candidatos republicanos. “Uno sale a la calle y le dicen: ‘Cómo le vamos a votar a Santi Peña si Peña es Cartes, y Cartes es Santi Peña y Cartes hoy está acusado de terrorismo internacional’”. Algún parecido con el mensaje de Efraín Alegre es solo casualidad. Dando a entender que es un “dirigente nacional”, habla en nombre de todas las bases coloradas, y no solamente de la suya (la de Puerto Antequera), y envía mensajes con aspiraciones subliminales, pero que, en puridad, son muy fáciles de interpretar en su exacta motivación: “Por más que les decimos que hay que votar por Santi, en las bases nos dicen que les queremos joder”. La debacle era inminente en su retorcida mente. Era lo que él deliraba. Traducido del jopara de Soria: “El colorado es bueno, pero no hay que provocarle, porque se va a quedar en su casa. No se va a ir a votar”. Una prueba más, a tres semanas de las elecciones: “Ahí le tienen a Bachi Núñez, a Enrique Riera, denostando contra nuestro líder, que es Mario Abdo Benítez, un tipo que quitó 500.000 votos. ¿Ellos piensan que vamos a aplaudirles cuando quieren, a sabiendas (de) que nos van a degollar si llegan?”. Para salvar sus cargos y privilegios, los candidatos colorados no debían llegar. Clarito, clarinete.
El 15 de abril, a quince días de las elecciones, a toda costa, Gerardo Soria, como buen amanuense de Marito y sus cómplices mediáticos, se suma a la propaganda de anticipar la derrota del Partido Colorado. “Cuando salimos y llevamos el mensaje de la Lista 1, te cuestiona(n) esto: ‘¿Cómo vamos a estar mejor si Cartes es significativamente corrupto y Santiago Peña responde a él?’”. Como todos saben, “Vamos a estar mejor” fue el eslogan de la campaña del ahora electo presidente de la República. Y la guinda: “El que desconoce esta realidad es un miope político: no se acepta la imagen de HC. Por más que se quieran mostrar encuestas y publiquen tapas en La Nación –ahí ligamos nosotros de rebote–, no se siente en las calles, yendo casa por casa”. Ese agregado permanente de “cuando salimos a caminar”, “a pedir votos”, “las bases nos dicen” fue su mecanismo sistemático para contaminar de dudas a las filas coloradas. Un disfraz para la traición, para transmitir el mensaje de la derrota.
Las encuestas que daban ganador a Santiago Peña mentían, según el descerebrado de Soria. La verdad, había sido, estaba en la vereda de enfrente. Si esto no era un operativo en contra del coloradismo, si son solamente opiniones que pueden caer dentro de la “difamación o calumnia” personal, entonces, estamos muy locos. Las encuestas, muy a pesar de nuestro triste personaje, tuvieron razón. Y nuestras tapas, también. Así como la cronología de la traición de Gerardo Soria al Partido Colorado. Es nuestro humilde aporte. Al fin y al cabo, la cuestión no es con nosotros.
A mí, en particular, no me interesa el veredicto del sumario. Pero sí evidenciar que Gerardo Soria buscó la caída del partido al que dice pertenecer “por sus valores, principios y doctrina”.
Traducido del jopara de Soria: “El colorado es bueno, pero no hay que provocarle, porque se va a quedar en su casa. No se va a ir a votar”.