Josías Enciso Romero
Ahora sí, Efraín Alegre puede compararse con Lula. Electoralmente hablando, claro. Pero con el primer episodio de la serie: el que registra las tres derrotas consecutivas del antiguo líder metalúrgico brasileño (1989, 1994 y 1998). Nuestro gallo metileno mordió el polvo del fracaso en 2013, 2018 y 2023. Tres al hilo también. En su última presentación –domingo 30 de abril pasado– fue vapuleado tipo felpudo con ácaros, como si su equipo, la Concertación Nacional, jugara sin arquero y sin orsái. Eso sí, arriba todos se creían Leonel Messi, Cristiano Ronaldo y nuestra vecina Marta Vieira. Se creían, digo. El resultado de la falsa superioridad los llevó a golpearse la nariz contra Fortín Nanawa. El presidente del Partido Liberal Radical Auténtico no quiere saber nada de dejar “su” cargo, que lo ejerce y maneja como si fuera de “su” exclusiva propiedad privada. Cierra sus oídos ante el clamor de sus correligionarios. Como el viejo y peludo Olimpia, quiere la cuarta. El parecido es únicamente en eso, porque el hombre que desmiente con sus gestos su propio apellido todavía no ganó ni una sola vez. Pero está visto que lo intentará de nuevo. Todos sus movimientos están fríamente calculados. Y, por tanto, son fácilmente predecibles. Para interpretar su papel en el segundo episodio que tiene a Luiz Inácio “Lula” da Silva como protagonista, Alegre tendrá que presentarse y, lo más importante, triunfar en 2028. El actual jefe de Estado de Brasil ganó en 2002 después de sus tres sucesivos reveses. Esa es la parte que le falta a Efraín para cerrar el círculo de su antojadiza comparación.
Mi vecino don Cecilio, después de recuperarse de los efectos demoledores de la chikungunya (ahora utiliza un chusco bastón, muy a pesar suyo), se acerca nuevamente a nuestro compartido lindero de tejidos de alambre. “Este Efraín le está pareciendo mucho a Laíno (Domingo), porque Papucho perdió en 1989, 1993 y 1998″, murmura, como si estuviera pensando en otra cosa mientras me hablaba. “Laíno tuvo una comprensible derrota ante el general Andrés Rodríguez, que ostentaba la aureola de haber derrocado al general Alfredo Stroessner el 2 y 3 de enero de 1989. Y aunque el líder del PLRA también tenía su propia aureola, la de enfrentar al dictador durante años, aquel 1 de mayo apenas pudo obtener el 20,3 % frente al 74,2 % del candidato del Partido Colorado”, prosiguió. “¿Quién fue su candidato a vicepresidente?”, le pregunté. Entre enfadado y condescendiente con mi ignorancia, me responde: “En 1989 no había vicepresidente, eso ya vino con la Constituyente de 1992″.
En 1993 triunfó la fórmula Juan Carlos Wasmosy-Ángel Roberto Seifart, de la Asociación Nacional Republicana, con un total de 449.505 votos. Fue lo más cerca que estuvo Laíno de alcanzar su objetivo con 357.164 votos. Guillermo Caballero Vargas de la Alianza Encuentro Nacional se quedó tercero, con 262.407 votos. El Partido Colorado, en cuya representación se presentaba el déspota Alfredo Stroessner, también tuvo una gran reculada en cuanto a votos. El “único líder” había sobrepasado los 900 mil votos en 1983. Cinco años después, “el fruto maduro de la paz”, como le llamaban sus apologistas, superó la barrera del millón. De 1.333.435 votantes, él se quedó con la pequeña porción de 1.187.436. El resto repartió generosamente entre el Partido Liberal Radical-PLR (9.545 votos) y el Partido Liberal-PL (4.243 votos). Aquellas eran elecciones democráticas y no macana. Con razón que los nostálgicos quedaron con cabeza gacha después de que el fruto maduro cayera a cañonazos.
En 1998, el PLRA y el PEN conforman una Alianza Democrática: Domingo Laíno-Carlos Filizzola. “Pudo ser la gran oportunidad de Laíno –prosigue mi vecino–, pero, al plantear su famoso ‘Pacto de gobernabilidad’ durante el gobierno de Wasmosy, terminó por desgastarlo completamente. Volvió a perder esta vez frente a la dupla Raúl Cubas Grau-Luis María Argaña”. A diferencia de Alegre, quien no da el brazo a torcer, el veterano dirigente chovy, después de su tercera derrota, pasó a un prudente retiro electoral y espiritual. Y eso que Efraín, antes que avanzar, sufrió un gran retroceso: después de superar la barrera del millón de votos, esta vez tuvo que contentarse con 830 mil y pico. O sea, su acompañante de “oro” Soledad Núñez, lejos de aportar, le restó votos, si es que la política tuviera una lógica. Pero, como no la tiene, podemos especular que sin ella, Alegre apenas hubiera alcanzando 500 mil votos.
De acuerdo con los comentarios de don Cecilio, que siempre son precisos, así como a Laíno le fundió su “Pacto de gobernabilidad”, que muchos vieron como una insinuación prebendaria, a Efraín Alegre le resultaron caras sus propuestas descabelladas (especialmente sobre energía eléctrica, almuerzo escolar y educación universitaria), aparte, obviamente, de su natural simpatía. Sin embargo, con la tozudez de la mula, con un optimismo inquebrantable se aferra a su sillón de presidente del radicalismo auténtico. A lo sumo, podría pedir permiso. ¡Qué son cinco años! Nada. Están a la vuelta de la esquina. Al día siguiente de las elecciones generales, Efraín ya empezó a ensayar nuevamente con la banda tricolor y el bastón de mando. “¡Ahí vamos de nuevo!”, es su consigna. ¡Hi-yo Silver, away!