Contados con los dedos, y probablemente van a sobrar (los dedos), son los miembros del Congreso de la Nación que tienen algún interés por la lectura. Y no estamos hablando de libros, de los que salen disparando como si fuera peste negra. Ya ni siquiera hace falta comprar diarios que se amontonaban sobre los escritorios con las hojas intactas. Basta con apretar un botón del celular para seguir el hilo de las noticias o la aparición de una fresca. Nueva de toda novedad. Pero la mayoría prefiere el onanismo informativo, deleitándose con sus propias declaraciones a los medios y sus publicaciones en las redes. Para la zalamería empalagosa no se precisa más entrenamiento que abrir la boca y revolotear la lengua. Por ejemplo, el presidente de la República nunca se equivoca. Siempre está haciendo bien todo lo que hace. O lo que se imaginan que hace. O lo que quieren hacernos creer que hace. Hasta los errores son virtudes. El pobre hombre ya ni duerme preocupado por el país. Con eso es suficiente. Ya sería un abuso que después de tamaño esfuerzo de cepillera unción se les reclame que lean. Habrase visto tamaña osadía. La condecoración intelectual mayor es cuando dentro del círculo de cobistas alguien exclama: “¡Qué bien estuviste!”. Para qué luego. Al otro día va a duplicar la dosis de indigestión ciudadana.
Los que se dedican a estos menesteres al menos tendrían que aprender todo el libro del guión para no repetir líneas mal escritas que otros ya rebuznaron. La última de ellas fue la senadora por el Partido Colorado Lilian Samaniego. No creemos que haya coincidido en punto, coma y signos de admiración con el ex ministro del Interior Arnaldo Giuzzio, defenestrado por sus (presuntas) conexiones con un narcotraficante internacionalmente buscado. Después del ataque en que murieron la hija del gobernador del Amambay y sus tres acompañantes, muy orondo, este hijo mimado de la senadora Desirée Masi, del Partido Democrático Progresista (PDP), afirmó que “los hechos de sicariato van a continuar porque es una respuesta del crimen organizado a las investigaciones que se hacen desde el Gobierno” (12 de octubre del 2021). La precisión del mismo garabato atestigua que fue calcado. “Esta es una reacción de los golpes que están recibiendo estos sectores (del crimen organizado)”, acotó la legisladora. Hubo una variante, es de justicia reconocerla: En vez de “respuesta” utilizó “reacción”.
Pero la senadora Samaniego fue más allá: “En los dos últimos años hubo un decomisado (sic) de 34.000 kilos de cocaína, tres veces más que en el 2016 y 2015. Las pérdidas para estos sectores son incalculables. El Gobierno ha demostrado su decisión en la lucha frontal” (suponemos que contra el narcotráfico). Algunos apuntes necesarios para traducir lo afirmado por esta señora partidaria del Gobierno. Para ser más precisos, de todos los gobiernos. Si supiera lo que ocurre en el mundo sabría que el crimen organizado cobra venganza contra aquellas autoridades o instituciones que “estropearon” sus negocios. No contra cualquiera que pasa. Si aquí hoy se mata hasta para distraer la atención es porque el Gobierno, este gobierno de Mario Abdo Benítez, ha fracasado rotundamente. Como estos delincuentes actúan tan impunemente, ante un Estado ausente, sus crímenes ya no tienen límites. No somos un pueblo de cretinos como presume la parlamentaria. La gente analiza, cuestiona y saca sus propias conclusiones. Ya no se traga el sapo del cuento oficial. Y si hoy se informa de que hay más decomiso de drogas es porque el tráfico de estupefacientes creció exponencialmente en los últimos tiempos. Se multiplicaron como hongos después de lluvia a raíz de un gobierno sin carácter. Las estadísticas se evalúan dentro de un contexto. En años anteriores no había sicariatos en cada esquina. Un simple dato que, quizás, pueda ayudar a enriquecer las argumentaciones muy rudimentarias de la parlamentaria.
El discurso dialéctico no lo maneja cualquiera. Precisa de esfuerzo mental y lucidez intelectual. Después de alabar la gestión del Gobierno en la lucha contra el crimen organizado asevera que “las cabezas de las instituciones deben evaluar el trabajo y tomar decisiones. Debe haber una reacción”. ¿Cómo? ¿O sea que la cuestión no es como ella misma quiso pintar? Si hay que reaccionar es porque algo está funcionando mal. Nada mejor que el lenguaje claro y sencillo. Además, el mismo jefe de Estado se encarga de dejar mal a quienes, con abyecta adulonería, quieren presentarlo como el intocable paraguayo. “¿Qué querés que haga?” fue la respuesta de Marito al reclamo del gobernador de Amambay, Ronald Acevedo, cuyo hermano se encuentra en estado crítico después del atentado perpetrado contra su vida en plena vía pública. Hay que darle mérito por haber reconocido su incapacidad.
Para rebatir los conceptos elogiosos a este gobierno, que no es gratis, pues viene de gente que se aprovecha del poder, basta con exponer los hechos sin maquillarlos ni distorsionarlos. Para demoler las mentiras de esta administración y sus voceros oficiosos solo hay que mostrar y decir la verdad. Todo lo demás es fábula de alcahuetería de quienes no tienen la más mínima compasión por nuestro sufrido pueblo y solo piensan en llenarse sus profundos bolsillos. Y no muestran la más remota intención de cambiar. Es de esperar que los electores los cambien. A votazo limpio.
Pero la mayoría prefiere el onanismo informativo, deleitándose con sus propias declaraciones a los medios y sus publicaciones en las redes.
Los que se dedican a estos menesteres al menos tendrían que aprender todo el libro del guion para no repetir líneas mal escritas que otros ya rebuznaron.