En agosto pasado se daba inicio una ronda de diálogo sobre Venezuela que hasta hoy, y a los tumbos, se sigue desarrollando en México. El arco opositor unido (aún con sus matices y eternas divisiones) y la representación de la dictadura cuenta con el diputado Nicolás Maduro Guerra, sí es el hijo del dictador; Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea y Héctor Rodríguez, gobernador del céntrico estado Miranda. Como mediador está Noruega que cuenta con el acompañamiento de Países Bajos y Rusia.
El diálogo viene como viene el propio pueblo venezolano luego de tantos años de dictadura, primero Chávez y luego Maduro: siempre al filo de morir de inanición. De hecho, duró apenas unos meses, está suspendido desde octubre, cuando la dictadura juntó sus implementos y se levantó de la mesa en rechazo a la extradición a Estados Unidos de Alex Saab, acusado de ser el testaferro de Maduro y quien, según documentos judiciales revelados, fue informante de la DEA en 2018. Es por eso que el Departamento de Estado de los Estados Unidos, la Unión Europea y otros 19 países urgieron el miércoles a retomar el diálogo. El Departamento de Estado dijo que “los siguientes países participaron en esta reunión”: Alemania, Australia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, España, Francia, Italia, Japón, Nueva Zelanda, Panamá, Paraguay, Portugal, Suecia y Reino Unido.
Sí, Paraguay está entre los firmantes. Y es coherente con la histórica posición que ha tenido nuestro país sobre el régimen que aplastó a la democracia venezolana y la dejó reducida a cenizas apenas Chávez se afianzó en el poder. En ese sentido, una de las líneas de acción más duras y que marcó un punto de no retorno fue el feroz hostigamiento y apriete que realizó Chávez y luego profundizó Maduro a las empresas privadas. Miles de horas en espacios televisivos donde asignaban a gremios, grupos empresariales y empresas en particular la responsabilidad por la profunda crisis que sufrió y sufre el pueblo, como si fuese el sector privado el que está en el ejercicio del poder, o en este caso, del abuso del mismo. Pero no conformes con esto, instaban a los ciudadanos a saquear las industrias, tomarlas por asalto, apretaban para que bajen sus precios o serían expropiadas a favor del régimen. El hostigamiento llegó al punto de que informes hablan de al menos 5.500 empresas fueron expropiadas en los últimos veinte años. Lo paradójico es que ahora la rueda vuelve a girar y la dictadura está devolviendo esas empresas al sector privado, se las devuelve en quiebra, pero se las devuelve.
Valiéndose de la politiquería y rabioso electoralismo, el Ejecutivo está haciendo con el Grupo Cartes en Paraguay lo mismo que critica a la dictadura en Venezuela. El abuso del poder represivo del Estado para acosar y perseguir empresas buscando encubrir el desgobierno y la pésima gestión es injustificable. En Venezuela, pero también en Paraguay.
Valiéndose de la politiquería y rabioso electoralismo, el Ejecutivo está haciendo con el Grupo Cartes en Paraguay lo mismo que critica a la dictadura en Venezuela.