Salvo el breve período del ex presidente Raúl Cubas Grau, nunca las instituciones fueron tan bastardeadas por intereses personales y políticos como está ocurriendo en estos días. Para beneficiar exclusivamente a los militantes del sector más retardatario del Partido Colorado, los eternos vividores del Estado, quienes se sienten amenazados por la posibilidad cada vez más creciente de perder sus privilegios.
Porque no saben hacer otra cosa que no sea estafar repetidamente las esperanzas de la gente, olvidándose de sus promesas y de su compromiso con el electorado, deshonrando las reivindicaciones populares del partido al que dicen representar, utilizando, en cambio, al Estado para provecho propio y de sus familiares. El desembozado intento de apoderarse de la Fiscalía General del Estado evidencia nuestra afirmación. Al no conseguir instrumentarla para sus desviados propósitos -entre los cuales la justicia es la que menos importa-, ahora pretenden remover del cargo a la señora Sandra Quiñónez apelando al juicio político. Estos procedimientos confirman su carácter deleznable desde el momento en que los declarados “colorados de raíz” se sientan a comer en el mismo plato con rabiosos anticolorados que buscan afanosamente la destrucción de ese partido.
El “Más que nunca ANR” etiquetado por el vicepresidente de la República, Hugo Velázquez (y precandidato a la presidencia), se da la mano con su contraste “ANR nunca más” de Kattya González y Celeste Amarilla, unidos todos en su odio común hacia los líderes del movimiento político más poderosos que en estos momentos tiene el partido fundado por el general Bernardino Caballero: Honor Colorado. La única consigna es sacarlos del camino electoral sin importar los medios, aunque para ello tengan que descarriar las instituciones del Estado.
La fiscala general no ha cometido delitos en el ejercicio de su cargo, mucho menos delitos comunes. Solo queda, según el Artículo 225 de la Constitución Nacional, el argumento del “mal desempeño de sus funciones”. En ese punto deberán cargar las acusaciones en el libelo que tendrá que presentarse ante la Cámara de Diputados donde precisarán de 53 votos (del total de 80) para su consiguiente paso a la Cámara de Senadores (30 de 45). En ambos casos se requerirá de la mayoría absoluta de dos tercios del total de integrantes de las dos cámaras.
Las cuerdas están más tensas que nunca. Principalmente a causa del fanatismo ciego de muchos legisladores y legisladoras, obnubilados por su odio visceral hacia el Partido Colorado, pero con una doble mochila y un discurso moral desmentido en los hechos porque no tienen inconvenientes de abrazarse con sus tradicionales enemigos -no simplemente adversarios- en su desesperado temor de una catástrofe electoral mirando, algunos, las internas de diciembre de este año y, otros, las generales del 30 de abril de 2023.
Esta fiscala general es la que más poderosos ha llevado ante los tribunales de la República. Y con cientos de condenados, de todos los partidos políticos y extracciones sociales, hechos fácilmente comprobables por el sencillo recurso de la estadística. Es obvio que sus detractores no la medirán ni por sus logros ni por su eficiencia. Por eso, el juicio será exclusivamente político. Para el diputado del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Édgar Ortiz, la ecuación es muy simple: “Nosotros somos opositores al Gobierno, ¿lo que el Gobierno diga tenemos que hacer?”. Y para ser más preciso, remarcó: “El oficialismo quiere una Fiscalía General a su medida”, un “fiscal (o fiscala) afín a ellos”. Más claramente, añadimos nosotros, quieren el cargo para alguien que su subordine a los intereses políticos del vicepresidente Hugo Velázquez y el movimiento Fuerza Republicana.
Muy sueltas de cuerpo algunas diputadas que viven de la política del espectáculo acusan a los liberales que responden al senador Blas Llano de “cartistas” por su eventual oposición al juicio político. Con ese razonamiento, la señora Celeste Amarilla, por ejemplo, a partir de hoy podría ser considerada “liberal-velazquista”. O peor, aún “abdista”. Como lo es desde el primer día de este gobierno la otrora opositora, Desirée Masi. Antiguas luchadoras contra la dictadura, autoflagelándose en un abrazo con sus verdugos. Y, sin ningún rubor, bailando al ritmo de las internas del Partido Colorado.
Hugo Velázquez quiere destruir todas las instituciones del Estado para que pueda reinar sobre sus escombros. Por la vía democrática de las elecciones no tiene chance alguna.